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El siglo XXI le pertenecerá a las ciudades, dicen los expertos Robert Muggah y Eugene Zapata Garesché. Aquí argumentan esta perspectiva con esta publicación que pone en valor el rol de los gobiernos locales en el contexto internacional, donde ya no es monopolio de las Cancillerías las relaciones bilaterales. Una mirada con una base histórica sobre cómo funcionaban las relaciones internacionales desde el Tratado de Westphalia en 1648 y la creación de los estados-nación, a la dinámica del presente con la autonomía y el protagonismo de las grandes ciudades. Material que compartimos desde el popular portal “Animal Político”.

Mientras que el siglo XX perteneció a los Estados-nación, el siglo XXI le pertenecerá a las ciudades. La urbanización del planeta se antoja hoy como inevitable. Durante las últimas cinco décadas hemos presenciado una verdadera explosión en las ciudades, particularmente en el mundo en desarrollo. En un extremo, presenciamos el surgimiento de las súperciudades, megaciudades y aglomeraciones urbanas de más de 10 millones de habitantes. En el otro, se encuentran las menos famosas, pero no por ello menos importantes, pequeñas y medianas ciudades que crecen a pasos acelerados a lo ancho y largo del planeta. Observemos las estadísticas del crecimiento urbano. Durante los últimos cincuenta años, el número de Estados-nación se duplicó hasta llegar a 193 el día de hoy. En comparación, el número y el tamaño de las ciudades de más de 100 mil habitantes se multiplicó diez veces durante el mismo período, hasta superar la cifra de 4 mil ciudades. Hoy contamos con 29 megaciudades y se espera que la cifra aumente a 40 en 2050. Además, hay 163 ciudades adicionales con poblaciones de 3 millones de habitantes o más, y por lo menos 538 ciudades con más de un millón.  Evidentemente, la geografía del poder está cambiando. El poder de las ciudades se deja ver por todos lados. Por ejemplo, la Ciudad de México cuenta con una fuerza policiaca de casi 100 mil personas, cifra superior a los ejércitos de más de 115 países. Nueva York maneja un presupuesto anual de aproximadamente $ 82 mil millones de dólares, superior a los presupuestos nacionales de 160 países. El tamaño de la economía en Seúl, donde vive más de la mitad de la población surcoreana, supera a las economías de la mayoría de los países del mundo. Cada vez son más las ciudades que cuentan con más población y más poder que la mayoría de las naciones. Las ciudades contribuyen poderosamente a la economía internacional. El producto de la economía de 600 ciudades grandes y medianas, ubicadas en no menos de 100 países, corresponde a dos tercios del PNB global. Comparemos esta cifra con el 50 % del PNB global que corresponde a tan solo 10 países.  Las ciudades funcionan hoy como laboratorios urbanos.  En muchos casos es allí en donde se diseñan las plataformas innovadoras para la participación ciudadana y la deliberación democrática. Algunas ciudades están incubando soluciones inteligentes a retos urbanos que superan las fronteras. Cuando las autoridades locales aprovechan el ingenio y el conocimiento de la ciudadanía, nacen ecosistemas de innovación impresionantes. Sin duda la urbanización está transformando las relaciones internacionales. Desde que se firmó el Tratado de Westphalia en 1648, la gobernanza mundial se supeditó a los intereses de las naciones.  El sistema internacional, incluyendo sus leyes e instituciones, se diseñó premeditadamente por y para las políticas nacionales. Tal es el caso de las Naciones Unidas, especialmente de su Consejo de Seguridad y Asamblea General, que fueron diseñados para mantener la paz y la estabilidad entre sus miembros. Los organismos financieros internacionales, como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, también fueron establecidos para que los países se integraran a un sistema financiero regulado por el Derecho internacional. Después de una pausa de 300 años, las ciudades están de vuelta como protagonistas de las relaciones globales. Esto se debe en parte a las irresistibles presiones de la urbanización. Las ciudades están de alguna forma recobrando funciones que alguna vez les fueron propias. Importantes Ciudades-Estado como Chengdu o Venecia tenían un enorme peso específico en la definición de los flujos comerciales de su época.  Hoy, como ayer, las ciudades están formando cuerpos diplomáticos compuestos por alcaldes, planificadores urbanos, empresarios locales, líderes culturales y académicos, así como súperpolicias que les sirven de emisarios. Las ciudades ofrecen un espacio prometedor para repensar la política, son un contrapeso al peligro que conlleva el aumento de los populismos nacionalistas. Es en las ciudades en donde la política del día a día se concibe, se debate y se vive.  Éstas son el foro ideal para reflexionar en temas centrales como la igualdad, la justicia y el bien común. Con las herramientas apropiadas, las ciudades ofrecen una oportunidad real para renovar el diálogo democrático, a diferencia de los espacios políticos nacionales que no lo logran. Tomemos el ejemplo de las alcaldesas de Barcelona, París y Madrid, que enarbolan políticas de puertas abiertas frente a la crisis de los refugiados en Siria, poniendo en evidencia la timidez e incapacidad de sus gobiernos nacionales.

Aún así, existen obstáculos reales para que las ciudades asuman un papel más importante en la toma de las decisiones globales. En primer lugar, los gobiernos municipales no son sujetos del Derecho Internacional Público. En el medio diplomático se les sigue considerando como entidades “sub” o “infra” nacionales, como si su legitimidad democrática fuera considerada de un nivel “menor”. En las grandes cumbres internacionales, incluyendo aquéllas en donde se debaten los temas urbanos, los alcaldes son invitados, y no siempre, de segunda fila. Ha habido mejoras últimamente, pero las autoridades locales carecen aún de espacios formales para influir en los procesos de decisión a nivel global.
Un ejemplo reciente fueron las consultas informales con autoridades locales llevadas a cabo en la ONU como parte del proceso preparatorio de la Conferencia Hábitat III que tendrá lugar en Quito en octubre. Las consultas congregaron a alcaldes del mundo entero quienes hablaron frente una sala semivacía de la ONU en Nueva York, presentando sus propuestas a un grupo de diplomáticos de segundo nivel. Allí, el alcalde de Quito hizo una apasionada intervención reclamando más espacios para participar en la mesa global de decisiones, en aquellos temas cruciales para las ciudades. Sorprendentemente, seguirán siendo los diplomáticos nacionales, y no los alcaldes, quienes determinen la “Nueva Agenda Urbana” que se adoptará en Hábitat III.
Con el fin de incrementar su nivel de influencia internacional, las ciudades se están cada vez más agrupando en redes globales. Redes como Ciudades y Gobiernos Locales Unidos, la Asociación de Grandes Metrópolis y el C40, Grupo de Ciudades Líderes en Clima, entre otras, están empujando el cambio. En la última década ha habido una explosión de las redes de cooperación e intercambio entre ciudades en todos los temas imaginables. Las ciudades están exigiendo más poder internacional e incursionando cada vez más en los espacios globales. La reunión del Parlamento Global de Alcaldes, prevista en septiembre, les dará una plataforma importante en este sentido.
Las ciudades están además tejiendo alianzas poderosas para mejorar su seguridad y su prosperidad, a menudo más allá de las fronteras nacionales. Durante décadas, las ciudades se hermanaban y promovían acuerdos de paz y reconstrucción para intervenir en ayuda de sociedades devastadas por la guerra. Surgieron así grupos como Alcaldes por la Paz, Ciudades por la Paz o la Alianza Municipal para la Paz en el Medio Oriente. Redes como éstas desplegaron todo tipo de esfuerzos para reconstruir municipios destruidos o cabildear por la eliminación de las armas nucleares. Hoy, las alianzas entre ciudades ya no solo se basan en grandes principios, sino que se han convertido en una parte esencial del trabajo cotidiano. Las redes de ciudades son el hilo con el que se está formando el nuevo tejido de las relaciones internacionales.
Una nueva forma de ciudades activistas está sacudiendo la normalidad internacional. Algunos observadores les llaman “glocalistas” o diplomáticos urbanos a quienes desde las ciudades negocian acuerdos de cooperación, establecen indicadores de vitalidad urbana, promueven inversiones y dedican recursos para compartir experiencias con sus homólogos en otras ciudades. Se trata de una especie de pioneros que ha sabido traducir una intuición en una certeza: la fragilidad y la resiliencia de las ciudades requerirá construir instituciones fuertes en casa, de la mano de aliados en el extranjero.
Así, algunos alcaldes están tomando su acción internacional muy en serio. Hay gobiernos locales que están profesionalizando a su personal y transformando sus relaciones exteriores de acciones de mero protocolo hacia políticas públicas en toda forma. Tal es el caso de la Ciudad de México, la cual en febrero de 2017 dejará de ser un Distrito Federal para adquirir mayor autonomía. La nueva Constitución Política de la ciudad prevé la inclusión de un artículo específico para dotar de facultades internacionales al gobierno local. Otras ciudades seguirán el ejemplo.
Las ciudades ya no solo implementan las normas, sino que también las están creando. Una nueva generación de alcaldes y coaliciones de ciudades está emergiendo rápidamente para asegurarse que el futuro urbano forme parte de las nuevas relaciones internacionales. Esto es particularmente importante en virtud de la incapacidad del sistema multilateral actual para resolver retos cruciales como el cambio climático, las migraciones, la gobernanza mundial o la seguridad. Por ahora, si las ciudades habrán de construir una nueva esfera de gobernanza mundial tendrán que hacerlo de la mano de los gobiernos centrales. Esta realidad solo se podrá lograr con un espíritu de colaboración y no de competencia. Las buenas noticias es que muchas ciudades globales ya caminan en esa dirección.

Por Robert Muggah, Director de Investigaciones en el Instituto Igarapé y en la Fundación SecDev. Líder de un proyecto sobre fragilidad urbana entre UNU y la red de 100 Ciudades Resilientes y forma parte del Consejo para la Agenda Global sobre el Futuro de las Ciudades, del Foro Económico Mundial.
Y por Eugene Zapata Garesché, asesor internacional del Jefe de Gobierno de la Ciudad de México (de 2008 a 2016). Desde agosto es Director Regional para América Latina y el Caribe en el programa de 100 Ciudades Resilientes de la Fundación Rockefeller en Nueva York.

Publicado originalmente en https://www.animalpolitico.com/

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