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Solidaridad global y medios de comunicación: una propuesta para construir sentido desde la función didascálica. Por Ludmila González Cerulli.

Construir la solidaridad global es una misión que en este 2020 se resignifica con motivo del 75º Aniversario de Naciones Unidas. ¿Cómo incentivar a construir sentido para esta causa? Si recordamos la historia que dio a luz el texto final de la Declaración Universal de Derechos Humanos —sin ningún voto en contra, el 10 de diciembre de 1948—, esta secuencia de acciones es en sí misma un signo de cooperación (también de solidaridad global), dado que la elaboración de dicho documento implicó un entramado de tensiones hasta lograr la tan anhelada aprobación. Basta revivir alguna de las discusiones filosóficas que impartieron los líderes intelectuales de la DUDH para celebrar por esa actitud de ceder en pos del bien común. Y como este tipo de gestos virtuosos requieren más visibilidad, mi propósito consiste en repensar los medios de comunicación a partir de la función didascálica: la máxima expresión de su vocación de servicio como facilitadores de información.
La universalidad de los derechos humanos no atravesaría la agenda actual si no fuera por el compromiso de un grupo de personas de distintos lugares del mundo que lograron sobreponerse al período de posguerra, las coyunturas políticas de esa etapa y los intereses geopolíticos de la subsiguiente Guerra Fría. Detrás de la DUDH, late la travesía que permitió confeccionar un instrumento capaz de incluir a todas las personas y asegurarles protección jurídica ante los aspectos fundamentales de la vida. Entre las principales figuras: Eleanor Roosevelt (Estados Unidos), presidente de la Comisión de Derechos Humanos de ONU; Charles Malik (Líbano), filósofo, diplomático y jefe de la Liga Árabe; Peng Chun Chang (China), filósofo, diplomático y profesor; René Cassin (Francia), experto jurídico de la Francia Libre y juez de la Corte Europea de Derechos Humanos; Hernán Santa Cruz (Chile), abogado y diplomático en representación de los países en desarrollo de América Latina y el Caribe; Hansa Mehta (India), legisladora y activista por la equidad y los derechos de la mujer; Carlos Rómulo (Filipinas), periodista y diplomático, defensor de las minorías; John Humphrey (Canadá), abogado y principal responsable de sistematizar la información para redactar el borrador inicial.

¿Qué importancia tiene conmemorar el diálogo sostenido por parte de estas personalidades? El ejemplo más gráfico brota de la impronta del diplomático Chang y su concepto de ‘empatía’ cuyo significado radica en ‘tener en mente a mí y al otro’ (<ren> en chino). Esta interpretación fue la que Chang postuló en numerosos debates ante sus colegas y aquella que —finalmente— se introdujo en el Artículo 1, cuando se proclama “todos los seres humanos, dotados como están de razón y consciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”. Esta fórmula en la DUDH es un símbolo de la solidaridad profesada —más allá de las diferencias— por los referentes que intervinieron en el proceso de elaboración.
En el libro Un mundo nuevo. Eleanor Roosevelt y la Declaración Universal de Derechos Humanos, la autora Mary Ann Glendon (2011) exterioriza que “difícilmente existe otro texto tan firmemente valorado y a la vez tan poco leído y entendido” (p. 28). Este enunciado revela que el problema de trasfondo está articulado con la tarea pendiente de divulgar los conocimientos y valores que contiene la DUDH. ¿De qué manera podemos transmitirlos a la sociedad civil? Aquí, el papel de los medios de comunicación con su función didascálica es una pieza estratégica en el tablero.
La etimología de la didascalia deviene del griego didaskalía que significa ‘enseñanza’ y presenta 3 acepciones según la RAE: la enseñanza en cuanto a la acción de instruir; el registro de las obras teatrales que se usaba en la antigua Grecia; la indicación del dramaturgo a los intérpretes para la puesta en escena de una obra. La tercera definición es propia del ámbito teatral y distingue dos tipos de discurso, el dialogado —que activa el funcionamiento del drama— y el didascálico —que sirve para orientar—. Éste último hace hincapié a la función pedagógica de guiar con formas óptimas de leer, observar, percibir e interactuar —exactamente como un docente transmite al alumno— con el objeto de afianzar el aprendizaje.

Entonces, la función didascálica de los medios de comunicación equivale a la generación de contenidos de calidad periodística conforme a los criterios de noticiabilidad y, también, acorde con las consideraciones pedagógicas clave para que el público sea capaz de desglosar esa información de manera efectiva y así construir conocimiento sobre la temática en cuestión. Una experiencia concreta de educomunicación es la de la sala de redacción del diario El Mundo de la ciudad de Medellín, producto de un estudio de caso realizado por un grupo de investigación de la Fundación Universitaria Luis Amigó (Colombia). El trabajo sugiere la posibilidad de resignificar la prensa tradicional desde la función social de educar a través del acto de informar. Los resultados demuestran el know-how de El Mundo al asumir un nuevo compromiso como un medio educativo y de formación de sus lectores-ciudadanos durante el plazo determinado para el análisis (del 03/02/2012 al 30/11/2012).
Esta relación simbiótica entre la labor de transferir conocimientos teórico-prácticos a la sociedad civil y los medios de comunicación ya ha sido considerada por la UNESCO (2008) en su informe “Media as partners in education for sustainable development”. En esta publicación, la UNESCO brinda recursos pragmáticos al rubro de los medios y profesionales de la comunicación con la finalidad de señalar un marco conceptual a partir del cual ellos puedan materializar ese conocimiento en contenidos que instruyan a los ciudadanos del mundo en la problemática ambiental. En el mismo sentido, es factible replicar dicho modelo en vista de educar en valores y en el respeto a nuestra esencia humana dentro de los parámetros que establece la DUDH.

“El nuevo rol de los medios en la sociedad no es una disfunción del proceso educativo sino un síntoma de cambio de ese proceso”, explica la académica Mar de Fontcuberta (2011, p.143). Según la especialista en Ciencias de la Comunicación y Periodismo, la educación y los medios deben articularse armónicamente, ya que estos se han tornado vehículos fundamentales de circulación de conocimiento y, por esta razón, resultan indispensables en los espacios de educación no formal. Pues, ¿por qué no animarse a aplicar esta fortaleza de la educomunicación en búsqueda de la construcción de sentido para la solidaridad global?
En sintonía con el sentimiento de Eleanor Roosevelt: “Me gusta pensar que la Declaración ayudará en gran medida a la educación de todos los pueblos- y gobiernos- del mundo”. La función didascálica de los medios de comunicación es una vía, y nuestro emprendimiento en conjunto como estudiosos de las Relaciones Internacionales.

Por Ludmila González CerulliPeriodista especializada en Relaciones Internacionales. Columnista en revista Italiargentina. Colaboradora en el Observatorio de Puente Democrático. Miembro de CADAL

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