Los países tienen en sus empresas fuentes de progreso. Y también, instrumentos de influencia y relevancia. Aun cuando esas empresas sean privadas y autónomas su globalidad supone valor para ellas, para los clusters a los que pertenecen y para los países de los que provienen. Por ello las mayores empresas son actores mundiales y el stock de inversión de origen extranjero en el mundo ya supera los 33 billones de dólares según la OCDE (aun habiéndose frenado el crecimiento de flujos de inversión anuales en recientes años).
En 2016, un blog del Banco Mundial publicó un trabajo en el que compara países con empresas para cotejar relevancias económicas, y considerando ingresos del sector público de países e ingresos por ventas de empresas mundiales reveló que de las 100 principales entidades económicas del planeta 69 son empresas y 31, Estados de países. Y de las mayores 200 de esas entidades, 153 son empresas.
Según la OCDE, la Unión Europea como bloque es el principal inversor mundial en el exterior (11,7 billones de dólares, aunque si se quitan a esa cifra la inversiones británicas -ante un inminente Brexit- la suma baja a 9,9 billones). Pero, si se analiza por países, Estados Unidos es, por lejos, el mayor inversor en el exterior (7,8 billones de dólares). Luego, China generó un stock de 1,4 billones de dólares, pero la unión de China y Hong Kong (3,6 billones de dólares) conforma el segundo bloque nacional en emisión de inversiones al exterior.
La principal vía por la que Estados Unidos invierte en proyectos de la economía real fuera de su país es la reinversión de utilidades (96%). Esto implica que los países en los que estas empresas invierten se benefician porque el desarrollo productivo de ellas incrementa su capacidad local (reinversión, generación de empleo, alimento de las cadenas domésticas de abastecimiento). El principal ámbito donde se encuentran es Europa (luego, en Asia, aunque en una magnitud menor), lo que muestra que eligen economías ordenadas o expansivas. Algo relevante es que mientras creció la inversión extranjera internacional desde y hacia Estados Unidos, también crecieron las exportaciones y las importaciones de esas empresas intrafirma.
Como competidor emergente de EE.UU., en los últimos dos decenios la inversión de empresas chinas en el exterior ha crecido año tras año. El total de compañías chinas provenientes de la República Popular China y de Hong Kong es de 4663, las que actúan de modo multinacional habiendo creado ya 286.000 puestos de trabajo en el exterior de China. El 62% de esas inversiones son producidas por empresas privadas chinas, y el resto (38%), por emprendimientos con participación estatal.
Mientras tanto, proveniente de la Unión Europea, el stock de inversión extranjera, que, como antes se señaló, supera 11 billones de dólares, tiene en América del Norte la mayor proporción de destinos (40,8%). Solo los Estados Unidos representan alrededor del 37,1% (2.560.000 millones de euros) de ese total. Según la OCDE, Holanda es el principal inversor europeo en el mundo (2,5 billones) si se mide el stock acumulado por origen de país. Le sigue en importancia el Reino Unido (1,7 billones), lo que hará descender el número del stock europeo en el planeta luego del Brexit. Alemania es el tercero en importancia (1,6 billones), y Francia (1,4 billones), el cuarto.
Algo importante y consecuencia de lo anterior es no ya el importe invertido, sino la cantidad de empresas internacionales provenientes de cada país. En la lista de las 500 empresas más relevantes del mundo por sus ingresos de Fortune Global (de 2018) se observa que (sumando ingresos anuales de unos 30 billones de dólares, lo que supone casi un tercio del producto mundial anual) el país con más cantidad de empresas en ese ranking es Estados Unidos (126 de las top 500). Luego, las empresas chinas ya son 120 (hay 22 entre las 100 más grandes) y las empresas japonesas son 52. Después, son alemanas 32 empresas de esa lista de 500 mayores; francesas, 28; británicas, 21; surcoreanas, 16; holandesas, 15; suizas, 14, y canadienses, 12.
Ahora bien: las multinacionales trabajan en todo el planeta, pero tienen alto impacto en sus países porque de todo lo que producen en el mundo generan 2/3 en sus países de origen. Esas multinacionales son responsables también del 55% de todas las exportaciones mundiales y del 23% (casi un cuarto) del empleo en el planeta (el empleo en estas compañías se triplicó en el globo desde 1990).
Es al respecto que resulta estratégico preguntarse por la posición de la Argentina en esta materia. Y en esto se constata que una dificultad de nuestra economía es la escasez de este tipo de grandes empresas nacionales. Son argentinas solo 9 de las 100 principales multinacionales latinoamericanas. El stock de inversión de empresas argentinas en el exterior ronda los 40.000 millones de dólares (según la OCDE) y es muy inferior al de Brasil (que tiene en el exterior de su país invertida una cifra que representa 9 veces la suma que han invertido empresas nacidas de la Argentina fuera del país), como también es muy inferior la inversión de empresas argentinas a la generada por empresas nacidas en México (que suman un monto que equivale a casi 5 veces la suma argentina), así como es menor que la generada por empresas de Chile (tres veces la suma argentina) y aun que las de Colombia (que han invertido un importe que es 40% superior a las argentinas). Fuera de nuestra región, Indonesia, Malasia, Tailandia, Turquía y Sudáfrica son ejemplos de países también emergentes que han invertido más que la Argentina en el mundo.
Hay muchos países que se han posicionado mejor que el nuestro insertándose en los procesos de producción, inversiones, alianzas y comercio transfronterizos de modo más intenso. No hay empresas argentinas entre las 1000 mayores empresas del planeta.
En el mundo, el progreso se relaciona estrechamente con la cantidad, la calidad y la maduración de las empresas existentes en una economía. Mejor empleo, más valor en bienes y servicios, más competencia, tecnología e innovación se relacionan con ellas. Las empresas son hoy las mayores creadoras de avances en la satisfacción de necesidades y las más relevantes fuentes de invenciones e innovación. Una manera de mejorar la inserción externa argentina es, pues, crear condiciones para alentar (genuinamente y respetando condiciones de mercado, y no a través de ya probados y fallidos experimentos distorsivos, voluntaristas y no sostenibles) el crecimiento de las empresas más allá de las fronteras.
No hay progreso sin internacionalidad. Y no hay internacionalidad sin empresas expansivas.
Por Marcelo Elizondo
Ex. Director Ejecutivo de la Fundación ExportAr. Miembro del IATTO -International Association of Trade Training Organisations. Fue también Presidente de la Red Iberoamericana de Organismos de Producción Comercial. Rector de la Escuela Internacional de Negocios de la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES). Representante para la Argentina del ISPI (International Society for Performance Improvement). Director http://www.consultoradni.com/ Twitter @MarceloElizondo
Artículo publicado originalmente en el periódico La Nación