El analista Matías Iglesias explica el suceso político que ha representado la última decisión del gobierno de India sobre Cachemira.
El 5 de agosto pasado, el gobierno de India decidió proceder con la derogación de los artículos 370 y 35A de su Constitución nacional. El artículo 370 le otorgaba estatus especial al estado de Jammu y Cachemira, estableciendo que, excepto por asuntos relacionados a la defensa, asuntos exteriores y algunos otros específicos, el Parlamento nacional necesitaba la ratificación del gobierno del Estado de Jammu y Cachemira para imponer cualquier otra legislación. Cachemira era el único Estado de India al cual se le concedió establecer su propia constitución y durante todos estos años sus residentes vivieron bajo un conjunto separado de leyes que abarcaban asuntos de ciudadanía, propiedad y derechos fundamentales. El artículo 35A brindaba privilegios especiales a los “residentes permanentes” de dicho estado. Estos dos artículos han quedado sin efecto y a partir de ahora el territorio de Jammu y Cachemira no estará más exento de las leyes que se aplican en el resto del país.
Además, el gobierno de India decidió partir Jammu y Cachemira y crear dos “Territorios de la Unión”, que son uno de los tipos de unidades administrativas en las cuales se divide políticamente la nación. La capital Delhi, por ejemplo, es un Territorio de la Unión. De esta manera, se creará el Territorio de la Unión de Jammu y Cachemira propiamente dicho, que tendrá una legislatura, y el Territorio de la Unión de Ladakh (un distrito con gran población budista que hace siglos supo ser un enclave del Reino de Bután), que en cambio no tendrá una legislatura.
Por otra parte, mientras que el Primer Ministro Narendra Modi ha expresado que Jammu y Cachemira recuperará eventualmente su categoría de estado, anticipó que lo mismo no ocurrirá con Ladakh. Al revocar la autonomía de Cachemira, el gobierno indio procede con una de las consignas electorales históricas del partido gobernante, el Bharatiya Janata Party (BJP): la normalización de la relación entre Cachemira y el resto del país. ¿Por qué es Cachemira motivo de disputa entre India y Pakistán, y por qué tenía un estatus especial? ¿Por qué el gobierno indio ha tomado esta decisión en este momento? ¿Qué puede esperarse de ahora en más? En cuanto a la primera pregunta, tras la independencia de la India Británica prevaleció la tesis de la partición, por la cual aquellas regiones del ex virreinato con mayoría musulmana pasarían a formar parte de un nuevo país donde los derechos de los musulmanes sean protegidos, lo cual estaba en duda en una India independiente con mayoría hindú. A pesar de que Nehru y Gandhi les prometieron a los líderes musulmanes que su comunidad no sería perseguida, se procedió con la creación de un estado para los musulmanes de Asia del Sur: Pakistán, que en aquel momento comprendía también a Bangladesh.
Como Cachemira tiene una gran población musulmana, los pakistaníes reclamaron desde el principio que ese territorio también debía formar parte de su país. Para India, en cambio, la posesión de Cachemira es importante no sólo en términos históricos y culturales sino también porque la administración exitosa de una región tan heterogénea ayuda a construir la idea de una nación moderna y secular donde ninguna comunidad es privilegiada por sobre las demás. Los artículos 370 y 35A se enmarcan en este contexto de atención a los intereses de la población local musulmana en Cachemira, de manera de no provocar un deseo de autodeterminación que abonara la postura pakistaní.
Sin embargo, la posesión del preexistente principado de Jammu y Cachemira ha permanecido desde entonces como el principal eje de disputa entre India y Pakistán, dando lugar a guerras entre ambos en 1947, 1965 y 1999 (la guerra de 1971 no estuvo relacionada en su origen con Cachemira, sino con la independencia de Bangladesh). Tras la guerra de 1947 surge la línea de cese de fuego conocida como la Línea de Control, que divide el antiguo principado en dos partes controladas por India y Pakistán. Aunque la Línea de Control no es una frontera con reconocimiento legal internacional, desde el Tratado de Simla de 1972 se ha consolidado como una frontera de facto. La parte controlada por India es el estado de Jammu y Cachemira que se conocía hasta hoy, cuya capital es Srinagar, ubicada en el valle de Cachemira propiamente dicho. En cuanto a la segunda pregunta, la decisión de revocar la autonomía de Cachemira se enmarca en un contexto específico. Por un lado, desde 2018 se vive una fase de resurgimiento de la violencia en la región.
El 14 de febrero pasado, 44 unidades de la Fuerza de Policía Central de Reserva fueron asesinadas en un atentado cuando se dirigían en caravana desde Jammu a Srinagar. A la brevedad, el grupo terrorista Jaish-e-Mohammed (JeM), cuyo principal objetivo es la separación de Cachemira de India, se adjudicó responsabilidad por el ataque a través de un mensaje de video. A pesar de ser ilegal en Pakistán desde 2002, JeM sigue operando desde bases en territorio pakistaní, según India con el consentimiento de Islamabad.
Por ese motivo, el 26 de febrero la Fuerza Aérea India ejecutó una expedición punitiva y bombardeó una base de operaciones del JeM, no del otro lado de la Línea de Control, sino en territorio pakistaní propiamente dicho. Un piloto indio fue derribado por las defensas pakistaníes y devuelto días más tarde como gesto de buena voluntad por parte del primer ministro pakistaní, Imran Khan. Desde el momento del operativo se vienen sucediendo enfrentamientos aislados a lo largo de la Línea de Control, hasta ahora sin que la situación pase a mayores.
La tensión resultante puso al mundo en alarma al tratarse de dos potencias con armas nucleares. La guerra de 1999 fue la primera que enfrentó directamente a India y Pakistán con posesión de armas nucleares por parte de ambos. India las tiene desde por lo menos 1974, y Pakistán desde al menos 1998, cuando realizó seis detonaciones de prueba. Contradiciendo a la literatura sobre doctrina nuclear que hubiera esperado una mayor moderación, en aquel entonces Pakistán se vio envalentonado por las pruebas y decidió verificar si India contestaría una incursión en el distrito fronterizo de Kargil a riesgo de escalar verticalmente el conflicto. India así lo hizo, pero restringiéndose a su lado de la Línea de Control. La guerra de Kargil demostró sin embargo que India y Pakistán fueron capaces de llevar adelante una guerra localizada sin escalada horizontal (la apertura de un frente marítimo en el océano Índico) ni escalada vertical (el empleo de armas nucleares).
Es por este motivo que, a pesar de que los mandos indios ya han advertido que están todas las opciones sobre la mesa en caso de una nueva provocación por parte de grupos terroristas, una escalada a nivel nuclear no es tampoco esperable en este caso.
Por otro lado, la revocación de la autonomía de Cachemira es, como dijimos, una vieja promesa electoral del BJP, el partido del Primer Ministro Narendra Modi, quien alimenta su imagen del hombre fuerte que le hace frente a Pakistán e incluso, si es necesario, a la República Popular China. En las elecciones generales llevadas a cabo en abril y mayo de este año, el BJP no sólo repitió el resultado aplastante obtenido en 2014, sino que lo superó y consolidó su mayoría. En la cámara baja, el BJP ganó 303 bancas (de 545), y su coalición, la Alianza Democrática Nacional (NDA), ganó 353 bancas, aumentando en 21 y 17, respectivamente, los números de 2014, y superando las 272 bancas necesarias para constituir mayoría. De esta manera, Narendra Modi obtuvo un segundo mandato al frente de un partido prácticamente hegemónico, el único con alcance nacional en la actualidad, y se constituyó él mismo como el político más popular de la India. En este contexto, la revocación de la autonomía de Cachemira pasó por el Parlamento sin mayores dificultades y el tema es planteado como una cuestión de reforma legislativa interna.
Más aún, la posición diplomática de India en el mundo está tan consolidada que más allá de protestas por parte de Pakistán y China, y de algún otro país musulmán, que eran de esperarse, la revocación de la autonomía de Cachemira no generó mayor escándalo a nivel de la comunidad internacional.
Sin embargo, la decisión también debe contemplarse en el contexto de deshielo entre Estados Unidos y Pakistán. El gobierno de Trump viene de declarar organización terrorista al Ejército de Liberación de Baluchistán, el brazo armado del separatismo de esa región del suroeste de Pakistán. Este episodio se entiende como una rama de olivo que Washington extiende de cara a la participación clave de Islamabad en las futuras negociaciones con los talibanes en Afganistán, para despejar la situación tras el retiro eventual de las tropas estadounidenses de ese país. La consolidación de su postura en Afganistán le permitirá eventualmente a Pakistán concentrar su atención en Cachemira.
En este contexto, el gobierno de India interpretó que éste era un momento de “ahora o nunca” para proceder con la revocación, que en un punto puede considerarse simbólica, ya que la autonomía en Cachemira venía siendo erosionada en la práctica con una serie de medidas a lo largo de las últimas décadas, las cuales originaron la ola insurgente separatista contemporánea que surgió a principios de los ‘90.
Esta insurgencia tiene su propio ciclo de picos de actividad y relativa calma. Estos últimos dos años han sido particularmente violentos en la región. Pero a pesar de la actividad de la militancia separatista y del apoyo que pudieran tener (Pakistán, China), no es de esperarse que el gobierno indio de marcha atrás con su decisión. En última instancia, también se trata de enviar el mensaje de que India también es una gran potencia en ascenso y controla sin discusión su propio territorio.
Por Matías Iglesias. Mg. en Geopolítica (Universidad Carolina, República Checa), director y cofundador de Intauras, miembro del Grupo de Trabajo de India y Asia del Sur del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales CARI.