La 11° conferencia ministerial de la Organización Mundial del Comercio (OMC) se celebrará en diciembre de 2017 en Argentina, uno de sus miembros fundadores. La OMC es una de las instituciones que, luego del fin de la Guerra Fría, asumió un rol protagonista en la promoción del libre comercio, defendido por Estados Unidos y la ideología neoliberalista (o bien: del orden liberal). Reemplazando al Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT, por sus siglas en inglés), extendió las competencias de esta primera iniciativa y la dotó de una estructura organizacional formal.
Con una vasta membresía que incluye a grandes potencias y potencias regionales, esta institución se erige en calidad de promotora y árbitro de políticas facilitadoras del comercio internacional vía, por ejemplo, reducción de tarifas y cuotas a las exportaciones e importaciones. La Cláusula de la Nación más Favorecida y el Principio de Tratamiento Nacional intentan fomentar que todo tratamiento preferencial entre dos Estados miembros se extienda al conjunto de la OMC, y que tanto empresas nacionales y extranjeras residentes en territorio de los estados miembros reciban el mismo tratamiento impositivo por parte de los gobiernos.
Sin embargo, en la práctica, la OMC ha sido un caldo de cultivo para enfrentamientos entre el bloque de “países desarrollados” –formadores de precios, exportadores de bienes industrializado y servicios, con gran capacidad negociadora– y “países en vías de desarrollo” –tomadores de precios, exportadores de materias primas, con media a baja capacidad negociadora– . Paradójicamente, jugadores de gran peso en la economía global como Estados Unidos y la Unión Europea, mantienen en la actualidad un férreo proteccionismo en áreas de interés como el sector agropecuario, mientras países más pequeños son forzados a una apertura comercial progresiva en todos sus sectores productivos. Es producto de ello que observamos un estancamiento en las negociaciones de La Ronda de Doha desde el año 2008.
De cualquier manera, y tal como lo notaba Richard Peet (2009) en su análisis comprensivo de la “tríada” OMC/FMI/Banco Mundial, las críticas exceden meros tecnicismos y asoman desde todos los puntos del abanico ideológico. Para ciertos neoliberales y conservadores, erigir una estructura institucional interestatal con el fin de “regular” o “promover” el libre comercio atenta contra la idea misma de la “mano invisible del mercado”, donde el “equilibrio automático” generado por las fuerzas económicas en juego promueven una distribución de utilidades más eficiente.
Para defensores de los valores democráticos, que la mayor organización encargada de definir el curso del comercio internacional esté integrada por personalidades no elegidas por el voto popular resta legitimidad al cuerpo. Para los abanderados del nacionalismo, la OMC es un ejemplo más de la “elite globalizadora totalitaria” que intenta imponer sus condiciones amenazando los intereses nacionales. Para los neomarxistas y poscolonialistas, el libre mercado se trata de una retórica que, lejos de neutral, reproduce la hegemonía de las fuerzas dominantes: Estados Unidos y el capital financiero.
En todo caso, la conferencia ministerial se dará en un contexto internacional interesante. Estados Unidos defiende una política comercial de tinte cada vez más aislacionista; China mantiene la postura opuesta como socio comercial más grande del mundo y la continua expansión del Cinturón y la Ruta de la Seda; y en el Reino Unido, varias voces animan a la reinserción en el mercado europeo a través de los mecanismos de la OMC en vez de labrar acuerdo particular a tal efecto.
Será cuestión de esperar para observar el desenlace de este juego de intereses.