Desafortunadamente, muchos eventos relevantes para la historia de los países han sido trágicos y sangrientos.
Y hace 33 años, ocurría en Azerbaiyán una violenta agresión contra la población civil; un acontecimiento que ha quedado grabado por siempre en la memoria de nuestro pueblo.
Y como todos los eventos que marcan un capítulo importante en la historia de un país, también existe un contexto para analizar y paralelos que se pueden trazar con el presente.
Hace tres décadas la Unión Soviética estaba en su irreversible proceso de desintegración. El pueblo azerbaiyano luchaba por establecer su libertad e independencia, que habían sido privadas durante siete décadas de la existencia de etapa soviética.
En este ambiente de incertidumbre por el futuro de la URSS, desde 1988 los armenios venían incrementando sus actividades para partir Azerbaiyán y agitaban con más presión su deseo expansionista sobre el Alto Karabaj, a base de infundadas reivindicaciones territoriales. En diciembre de 1989, violando la Constitución vigente de la Unión Soviética, el Consejo Supremo de la República Soviética de Armenia sin ningún derecho a ello decidió anexar Nagorno Karabaj a Armenia.
Las horas oscuras de enero
Desde Moscú, Mijaíl Gorbachov decidió utilizar tanques para atacar, sin aviso previo, a civiles azerbaiyanos. La noche del 19 al 20 de enero de 1990 las tropas soviéticas ingresaron a Bakú produciendo una masacre. Mientras se realizaban ejecuciones y saqueos a las propiedades, también se perpetraban otros ataques en otras regiones y ciudades de Azerbaiyán.
El objetivo principal de este despiadado acto de agresión que preparado por la Unión Soviética con el envío de 26.000 soldados, era sofocar el espíritu de liberación nacional que se manifestaba por parte del pueblo azerbaiyano. Moscú quería evitar protestas masivas en Bakú contra la decisión del parlamento armenio de anexar Nagorno Karabaj (Alto Karabaj) el 9 de enero de ese año.
El mensaje, también era para otros pueblos que estaban clamando por su libertad, pero se aprovechó esta circunstancia para aplicar un cruel abuso de poder militar sobre la población civil. El mensaje era muy contundente: la brutalidad y la desproporción del uso de la fuerza a niveles espantosos.
Por la mañana, después de haberse desatado la violenta represión, se generó un caos y la anarquía en el país; sentimientos mezclados de dolor, impotencia y también ira por la incompetencia de las autoridades políticas. En una conferencia de prensa ofrecida por la Misión Permanente de Azerbaiyán en Moscú, el líder nacional Heydar Aliyev condenó enérgicamente la masacre de Bakú y calificó el terror contra la población civil como un acto contra los derechos humanos y las libertades.
Pese a la sensación de incertidumbre reinante, prevaleció en Bakú un espíritu: el de unión de toda la sociedad azerbaiyana. Sin importar ideologías, religión o grupo social, la población se mantuvo firme en rechazo al avasallamiento del que estaban siendo testigos.
Pues ese espíritu identitario como nación emergía en reacción al crimen político y militar ordenado desde Moscú, pero también a un llamado a sostener la integridad del país tras las iniciativas armenias de anexar parte de su territorio.
El espíritu y sentimiento del pueblo de Azerbaiyán aceleró el proceso de libertad.
Eterno sentimiento
Desde hace exactamente 33 años, el 20 de enero de cada año, cientos de miles de personas se congregan en “el Callejón de los Mártires”, sitio que se ha convertido en un santuario sagrado, donde recuerdan a los mártires que murieron por la libertad, la independencia y la integridad territorial de Azerbaiyán. Fueron 147 civiles inocentes quienes fueron asesinados, otros 744 resultaron heridos de gravedad.
Hoy, los sentimientos siguen siendo de dolor y orgullo; pues, sobre la valentía de los mártires y su sangre, Azerbaiyán fue una de las primeras repúblicas soviéticas en declararse independiente.
La unidad del pueblo azerbaiyano y su inquebrantable voluntad de decidir su propio destino, pues con este evento, sin dudas que deja muchas lecciones para la historia de las Relaciones Internacionales. Este crimen tiene componentes jurídicos y políticos, fue un crimen de lesa humanidad.
Pero fue “unidad ante la adversidad”. Pues en la diversidad que caracteriza a Azerbaiyán, todos se mantuvieron firmes en la lucha por la independencia. Cristianos, judíos y musulmanes fueron víctimas del trágico “Enero Negro”; y hoy, recordamos a todos quienes tuvieron el valor de manifestarse por la libertad.
Por Ramzi Teymurov
Embajador de la República de Azerbaiyán en Argentina.
En Twitter: @RamziTeymurov