Como si la crisis por el programa nuclear iraní no fuera ya lo bastante complicada, sumada al nacimiento del terrorífico estado islámico en las fronteras de siria e Irak, Bashar al Asad la enredó aún más al lanzar ataques en suburbios de Damasco y perdiendo al menos hasta ahora la lucha contra los fundamentalistas sunitas del Estado Islámico. De pronto, el conflicto en Siria ensombreció también la situación de los factores políticos relacionados con Irán, al menos la situación en Gaza parece llegar a un punto de paz momentáneo, el clima en medio oriente y el golfo están ciertamente agitados.
Después de dos semanas de bombardeos en el norte de Irak y el asesinato «televisado» del periodista James Foley, hay consenso en EE UU sobre la terrible amenaza que supone el grupo yihadista Estado Islámico (EI), y que su derrota pasa por Siria, un territorio hasta ahora tabú para Washington. El Gobierno estadounidense, que condena el régimen de Bachar Al Asad, se ha negado durante meses a combatir a los islamitas radicales en suelo sirio, entre otras cosas por la guerra civil que vive ese país desde marzo de 2011, y que tiene enfrentados a Damasco y al EI, entre otros grupos opositores.
Para justificar una respuesta militar Al Asad, llamo a Estados Unidos e Irán a acompañarles en la lucha contra los extremismos islámicos el gobierno de Barack Obama ha dicho que no reconoce al gobierno de Al Asad y cierra la puerta a esta salida, mientras Irán manifiesta su preocupación en la zona y su intención de aceptar ayuda externa, cada vez más como argumento la postura de Estados Unidos en la zona tendría un probable impacto en Irán.
Ciertamente, castigar a Al Asad por cruzar la línea roja trazada por Obama en el tema armas químicas haría menos probable que Irán viole los límites impuestos por Washington en cuanto a producción de armas atómicas. La capacidad disuasiva de Estados Unidos contra las armas de destrucción masiva se vería fortalecida en todo el mundo, el uso de bombardeos selectivos sobre el califato es la estrategia hoy de parte de la casa blanca.
El año pasado, el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, desistió de la idea de lanzar un ataque unilateral contra instalaciones nucleares iraníes porque se convenció de que Obama no permitiría que Teherán desarrollara armas atómicas.
Pero lo que está en juego no es tanto la credibilidad personal de Obama, sino la confianza en la capacidad estratégica de Estados Unidos.
Por el otro lado, una operación militar liderada por Estados Unidos contra Siria podría socavar las posibilidades de una solución pacífica al tema nuclear iraní. Una verdadera solución a la crisis parece imposible, dada la profundidad de las diferencias entre los protagonistas: Irán quiere adquirir capacidad nuclear y sus adversarios desean impedirlo.
Las medidas para fomentar la confianza a corto plazo podrían ser factibles ahora que Hasán Ruhaní está en la Presidencia, pero incluso esos pasos requerirán que Irán haga compromisos, como clausurar las operaciones en la planta de enriquecimiento de uranio de Fordow, cosa que hasta ahora ha descartado por completo.
Ruhaní podría ser duramente presionado para que persuada a los sectores de línea dura en Teherán de que acepten esos compromisos. Pero si Estados Unidos ataca a sus compañeros de lucha en Siria, estos querrán venganza, no reconciliación, el asunto es que deben ir primero por los sunitas del ex Isis, hoy Estado Islámico y luego por Siria. Así una alianza entre Estados Unidos, Irán y Siria por ahora es improbable, más no una loca idea.
Irán no querrá ser arrastrado a una guerra con Estados Unidos por causa de Siria, pero de todas formas se podría producir una involuntaria escalada de la tensión. Por su parte, e l vídeo difundido por los yihadistas en el que decapitan al periodista, al que tenían cautivo en Siria desde 2012, ha conmocionado a la opinión pública y a la clase política en el país, y lejos de hacer concesiones, el Pentágono ha continuado con sus bombardeos y Obama ha dicho que serán «implacables».
El pasado 22 de agosto, la Oficina de Derechos Humanos de la ONU informó de que el número de muertos documentados y verificados en el conflicto armado en Siria desde su inicio en marzo de 2011 y hasta abril de este año es de 191.369, casi 9.000 de ellos menores de edad. Una cifra reveladora, indignante y que refleja una triste realidad que la comunidad internacional se ha acostumbrado a seguir a través de las noticias en tres años de conflicto. La región, convulsionada, tiene una compleja agenda donde lo único previsible es la inestabilidad y sus consecuencias, donde las que la padecen siempre son los más vulnerables.
Por Antonio Yelpi
Director Ejecutivo CEDEPU – Santiago de Chile