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Diagnóstico y perspectivas para el comercio exterior de #Argentina. Posición institucional de AIERA (Asociación de Importadores y Exportadores de la República Argentina), una reseña que explica el contexto y provee información sobre la situación actual que gira sobre los desafíos de hacer que las exportaciones sean el motor de desarrollo. El caso argentino, tan particular, pendiente de definir las estrategias y hacerlas constantes en el tiempo; también con tanto por hacer en agregar valor en sus objetivos de venderle al mundo. Dificultades, muchas; pero no podemos dejar de ser optimistas cuando vemos el gran potencial. Aquí una voz representativa, la de la asociación AIERA sobre “el momento de exportaciones”

La crisis económica y financiera que atraviesa nuestro país obliga a reflexionar sobre el futuro. La situación que está afectando al sector externo y sus consecuencias llevarán inexorablemente a que en los próximos años se vuelva a poner la mirada sobre las exportaciones y las políticas necesarias para hacerlas crecer. Sin dudas, las exportaciones volverán a ocupar un lugar preponderante del tablero económico. Porque más allá de las situaciones coyunturales y de manejo de política económica que están hoy en el tapete, lo concreto es que la clave para la solución del problema central de nuestra economía pasa por las exportaciones: habrá que exportar mucho más para revertir la restricción externa que mantiene nuestra vinculación con el exterior.
El problema central de nuestra economía es que Argentina gasta cada año una cantidad mucho mayor de divisas de las que genera. Los diferentes caminos que se intentan para paliar la situación son acciones financieras destinadas a compensar la falta de dólares, que agravan el problema. Cada vez se necesitarán más divisas para pagar las deudas y la misma se volverá una carga muy fuerte sobre los gastos del Estado.
La restricción externa provoca dificultades: devaluación, toma de deuda, tensiones posteriores para el pago y dificultades fiscales. Luego, estos problemas llevan a otros: inflación, aumento de las tasas de interés, caída del ahorro nacional, de la inversión, y de la actividad económica. Aunque la secuencia no es lineal, el centro de la atención debe centrarse en el problema inicial: la generación insuficiente de divisas. Sin resolver este problema, es difícil lograr una solución sustentable de mediano y largo plazo. Y la solución pasa por aumentar las exportaciones, que son la manera genuina que tiene nuestro país de generar divisas.

El problema de la restricción no es nada nuevo en Argentina, aunque parece que nuestra sociedad no lo termina de asumir. La gran mayoría de las crisis económicas que ha experimentado Argentina en su historia se han debido a la generación insuficiente de divisas respecto de sus necesidades. A pesar de ello, este problema se desatiende y cada cierto tiempo se vuelve a acumular déficits externos muy profundos. Los pagos de deuda, el aumento de las importaciones, el crecimiento del turismo internacional, la transferencia de divisas al exterior, la fuga de dólares del país y la acumulación de divisas de la población, provocan una presión muy fuerte sobre el tipo de cambio que termina afectando fuertemente a la economía.
Por el impacto que tienen en la actividad económica nacional, las divisas son vitales en nuestro país. Podría decirse que son estratégicas. Tan necesarias para el funcionamiento de la economía como la energía. Sin suficientes divisas no se puede mantener una continuidad económica de mediano y largo plazo sobre la que se asienta el resto de las actividades de la sociedad. Sin suficientes divisas, la economía se ve obligada a devaluar la moneda, lo que provoca inflación y que las personas dejen de ahorrar e invertir. Y la inversión es la llave del desarrollo de un país. Si no se ahorra, no se invierte, y no se acumula capital físico, la economía no crece genuinamente a largo plazo, por lo que no se desarrolla. Es un postulado básico, matemático, de la economía. Una parte del producto debe ahorrarse primero y después invertirse para que la economía crezca continuamente a largo plazo. Por ello, para detener esa cadena de problemas, hay que solucionar el problema de la falta de divisas, que pasa por el aumento de las exportaciones.

La búsqueda del superávit externo
Para salir de esta situación se debe generar un boom exportador como el que lograron en su momento las nuevas economías que se desarrollaron, como las asiáticas. De otro modo y por vías propias de acuerdo a los modos y formas nacionales, las exportaciones deben multiplicarse hasta lograr un fuerte superávit de cuenta corriente. Las ventas externas de bienes y servicios deben ser superiores a la suma de los gastos de divisas: importaciones, pago de servicios al exterior, viajes de turismo fuera del país, pagos de obligaciones de deuda, transferencias y ahorro en dólares de una parte de la población. Si se quiere resolver este problema de una buena vez, exportar, exportar y exportar deberá ser una de las obsesiones de los próximos gobiernos. Por varios períodos.

Las exportaciones como motor del desarrollo
Las exportaciones no sólo cumplen con el objetivo de generar un excedente externo. También representan un medio para potenciar la economía, mediante una ampliación del mercado doméstico donde vender los bienes y servicios producidos en el país.
Las exportaciones generan riqueza. Pero deben generar más aún, ya que se debe agregar más valor a nuestros recursos naturales, para crear empleos de calidad, y desarrollar económicamente zonas y regiones de nuestro territorio. Hace más de dos décadas que se dice que las exportaciones deben agregar valor. Sin embargo, los resultados anuales muestran que el agregado de valor no llega en la medida necesaria, por lo que se desperdicia buena parte del potencial económico de nuestros recursos. Al exportarse nuestros productos con bajo valor agregado, se genera menos riqueza de la que podría generarse, se crean empleos de menor calidad y se obtienen menos divisas de las necesarias.
Una estrategia exportadora debe necesariamente incluir la manera sistemática y continua de agregar valor.

La combinación de ambos objetivos
Ambos objetivos son en general ampliamente aceptados por separado. La cuestión se vuelve más difícil cuando se vincula la necesidad de lograr el excedente de divisas y el desarrollo de la economía. En este punto aparecen las tensiones de que, para generar el excedente, se debe proteger y alentar a las empresas. Ningún país se vuelve una potencia exportadora sólo devaluando, bajando costos, desarrollando infraestructura y generando condiciones. Ello es necesario, pero no suficiente. Transformar empresas locales en grupos exportadores requiere otras políticas públicas exitosas, y ello requiere continuidad en el tiempo para que las mismas tengan efecto.
En los inicios, los programas exportadores deben otorgar apoyo y protección a las empresas que van a vender al exterior. Pero esta protección debe tener condiciones: ser limitada en el tiempo, estar pre-definida y pre-acordada, establecer claras exigencias, atada a metas y resultados. La protección se debe realizar con un calendario de finalización previsto desde el inicio, a cambio de un monto preacordado de inversiones, con un aumento ya especificado de los niveles de producción, un aumento acordado de los nuevos puestos de trabajo a generarse, un plan acordado de mantenimiento de los niveles de precios y un cronograma especificado de aumento de las exportaciones. Estas condiciones son necesarias para que las empresas asistidas se pongan en movimiento con decisión, inviertan, concreten sus planes y se independicen del Estado pronto y al menor costo posible.
Si las metas acordadas no se cumplieran, el Estado debería ejecutar lo pre-acordado, por el apoyo otorgado con recursos de la sociedad. Este fue uno de los costados blandos de los programas de apoyo durante mucho tiempo, que terminaron alentando en muchas ocasiones sectores que no se hicieron competitivos, que vendían mayoritariamente dentro del país productos caros y no de la mejor calidad. Esta situación que existió y que existe, alentó muchas veces una reacción posterior anti-promotora, que terminó desactivando los programas de estímulo a las exportaciones y llevando a que muchos sectores económicos y grupos políticos descreyeran en que se puede promover las exportaciones. Y sin alentar a los exportadores, nunca se solucionará el problema externo definitivamente. Hay que asumirlo.
Este ha sido uno de los nudos gordianos de la política económica en Argentina durante largo tiempo. La protección no generó muchos casos de empresas exportadoras exitosas después de terminados los planes de promoción.

 

 

Cuidar las divisas
La política de apoyo a las exportaciones también requiere hacer un uso estratégico de las divisas escasas. Las mismas se deben aprovechar prioritariamente para adquirir bienes de capital e insumos que el país no produce o lo hace en forma no competitiva.
Lo primero es asegurar que las divisas de la exportación ingresen al país y evitar su fuga. Básico.
Luego, asumir que el mercado interno también cumple un rol importante para cuidar las divisas. Si el país adquiere bienes y servicios del exterior que no son económicamente esenciales y que podría producir localmente, pierde divisas escasas que sostienen la estabilidad del tipo de cambio. Para  las empresas y sectores económicos que producen para el mercado interno deberían regir condiciones similares a las ya mencionadas para los exportadores. La protección que debe darse para alentar la producción interna implica costos que se deben minimizarse.
La promoción de exportaciones y la protección local de determinados sectores productivos sensibles, comparten una necesidad en materia de apoyo gubernamental: la intervención del Estado debe ser breve, precisa y condicionada a resultados para que tenga sentido y que el resto de los actores y sectores económicos los acepte y apoye. Tiene que haber reglas y condiciones claras.

Un trasfondo de valores más allá de lo económico
Pero más allá de las razones económicas, en el fondo, hay una cuestión de valores en la resolución de las tensiones económicas y sociales, que son las que, en última instancia, marcan el rumbo que debe seguir una política económica. Por detrás de los medios y los instrumentos, que deben estar y son muy importantes para el manejo de la economía, las decisiones de fondo obedecen a principios y valoraciones sobre el funcionamiento de la sociedad.
En un contexto de dificultades económicas y crisis financiera, con alta presión sobre el tipo de cambio, escasez de divisas y niveles muy elevados de las tasas de interés como los que rigen en los últimos meses, deben cuidarse los sectores vulnerables de la producción nacional, los puestos de trabajo y las divisas generadas, y no puede aceptarse el gasto superfluo de divisas en actividades de muy baja prioridad social que colaboran en tensionar el tipo de cambio.
Hay una contradicción entre la dificultad para controlar el tipo de cambio, y la situación de numerosos sectores económicos y sociales que se ven afectados por la crisis externa y determinadas conductas colectivas que promueven modos de vida vinculados con gastos en el exterior. Viajes de turismo al extranjero, tour de compras fuera del país, consumo de bienes importados no ligados a la producción, transferencias de dinero e inversiones fuera del país.
Aunque son válidas y legales, no son prioritarias socialmente. Hay una diferencia. Por ello deberían regularse preventivamente, sin llegar a necesitarse una fuerte devaluación para que sea el tipo de cambio el que las modificara a posteriori. Esta costumbre socialmente perjudicial, alentada por el tipo de cambio sobrevaluado, va a tener que modificarse a futuro, si se quiere resolver el problema de la restricción externa y vivir con menos sobresaltos del tipo de cambio. Nuestra sociedad, nuestra dirigencia, nuestras instituciones y organizaciones deberían poner en práctica un plan de desarrollo, que debería tener un pilar principal en las exportaciones y la generación de divisas, y otro secundario ligados al estímulo de la competitividad de la producción nacional y a las medidas necesarias para apoyar a las empresas nacionales en ese camino.
Todas estas cuestiones deberían manejarse teniendo en cuenta el interés general de corto, mediano y largo plazo. En este caso, el objetivo central de la política económica debe ser lograr el superávit externo, lo cual implica, principalmente, exportar más. Para ello hay que fijar condiciones e implementar un programa de promoción de exportaciones de mediano plazo. Pero en lo inmediato se deben cuidar las divisas obtenidas.

Conclusiones
La fuerte depreciación que ha experimentado nuestra moneda en los últimos meses, tal vez sea una oportunidad para poner en marcha rápidamente un plan de exportaciones para aumentar la generación de divisas. Este es el único camino genuino para resolver el problema de la restricción externa. Para ello hay que volver a las fuentes: se debe exportar más.
Los cuadros mejor formados del Estado deberían concentrar allí su inteligencia y la creatividad que nos caracteriza, porque se necesita generar muchas más divisas de las que se generan y lograr fuertes superávits de cuenta corriente.
Los planes de desarrollo exportador y los de mejora de la producción nacional deben implementar condiciones y exigencias claras para no repetir los errores del pasado. Se debe lograr que se utilicen los fondos del Estado de la mejor manera, y que ésta no sea ganancia fácil de los beneficiarios.
También se necesita cuidar mejor las divisas generadas para asegurar su ingreso al país, evitar su fuga y no alentar el gasto en actividades no prioritarias. Hay muchos instrumentos y vías para hacerlo sin que se realice de un modo discrecional y asistemático.
En el fondo, es un tema de valores. No se pueden gastar divisas en bienes y servicios suntuarios si nuestra economía no tiene divisas para hacer frente a sus necesidades más importantes, las tensiones cambiarias afectan a toda la sociedad y generan tensiones, empresas argentinas no pueden funcionar adecuadamente, y hay personas atravesando dificultades laborales. Ahora bien, esta orientación valorativa debe estar acompañada de planes, metas y objetivos concretos y bien organizados, apoyados con instrumentos y herramientas de gestión. Sobran ejemplos de buenas intenciones que han terminado muy mal en las últimas décadas, para no volver a caer en el mismo error. El Estado debe aplicar programas condicionados de apoyo a los exportadores y a las empresas del mercado interno para que se vuelvan más competitivas.
También debe volver a plantearse lo que siempre ha sostenido AIERA. Hay que agregar valor a nuestros productos y generar trabajo de alta productividad y calidad para desarrollar la economía, aumentar más la producción y generar más divisas. Es la única vía para que nuestros recursos escasos den mayores frutos.
En nuestro país sobra talento y condiciones para lograrlo. Tal vez, el acento deba ponerse en convencer a los actores de que se puede lograr y en ponerlo efectivamente en práctica con adecuados planes de gestión, estrictos controles, y planes orientados a resultados.
Exportar más es el camino.

Material producido por el Consejo Directivo de la Asociación de Importadores y Exportadores de la República Argentina AIERA. Site oficial: http://www.aiera.org/
Buenos Aires, Octubre de 2018.

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