El investigador Dr. Alejandro Suárez Saponaro nos acerca un nuevo trabajo donde hace un repaso de los avatares de cien años de historia de Estonia. Este 2018 Estonia conmemora un centenario de su independencia del antiguo imperio ruso. Independencia que luego perdería con la llegada de la Unión Soviética y que pasaría a recuperar en 1991. Aquí podemos acceder a una reseña histórica conociendo y aprendiendo de los sucesos sobresalientes, los que tienen que ver con acontecimientos de las Relaciones Internacionales a lo largo de un siglo de muchos cambios y transformaciones. Suárez Saponaro explica de forma muy práctica y con buena data los diferentes procesos históricos que atravesó Estonia y deja unas líneas para el análisis del presente, que es opuesto a Rusia y alineado a la OTAN. La geografía pone a Estonia a ser una frontera entre Oriente y Occidente, como lo ha venido siendo (y padeciendo); y aquí podemos conocer cómo ha sido esto en los últimos cien años.
En programas de Televisión dedicado a viajes, como también agencias de turismo, promocionan o dan a conocer una verdadera perla del Báltico, la ciudad de Tallin, la capital de Estonia. País a la vanguardia en temas de digitalización. Esta nación recuperó su soberanía en 1991, luego de medio siglo de “socialismo real” bajo el control soviético, tiene una historia intensa, y por cierto dramática, donde la geopolítica jugó un papel relevante en los destinos del país en los primeros años de existencia. Estonia vivió el drama de la guerra, la ocupación y las deportaciones. No cabe duda que la experiencia traumática del pasado ha marcado su presente y sus vínculos con la Comunidad Internacional
La República de Estonia, es un estado báltico situado en el norte de Europa, miembro de la Unión Europea como de la OTAN. El país está rodeado por el Mar Báltico, Rusia, y Letonia. La república cuenta con una región continental y un conjunto de más de dos mil islas e islotes, con 45.228 km 2 con una población de 1.3 millones de habitantes. Su capital es Tallin. Lo estonios son étnica y lingüísticamente cercanos a los fineses.. Esto ha tenido su impacto en la historia reciente, donde Finlandia tuvo un papel importante en la lucha que tuvieron los estonios por su independencia y luego en la Segunda Guerra Mundial.
Los primeros tiempos hasta el Imperio ruso
La presencia humana en el país data de unos 10.000/12.000 años antes de la era cristiana, siendo el país poblado por grupos de lengua ugro finesa, que durante la Era de Hierro, sufrieron una serie de cambios culturales, como la agricultura y la puesta en contacto con otras culturas. Los primitivos estonios libraron varias luchas contra sus vecinos bálticos. Los estonios estaban hacia el siglo XIII, divididos políticamente en varios condados Era la última región de Europa no cristianizada. Una cruzada, primero lanzada por Dinamarca de la mano del rey Valdemar III, conquistó parte del país, seguido por los Hermanos de la Espada, orden militar de origen germano. En este proceso, fuertemente resistido por los estonios, son cristianizados y relegados a la servidumbre. En 1347, la Orden Teutónica adquirió por compra a Dinamarca el sector norte del país, con capital en Reval – hoy Tallín – que formaría parte también de la Liga Hanseática. En este período, la población alemana, conocida luego como “los alemanes del Báltico” fueron la elite tanto de Estonia y Letonia, consolidándose como aristocracia y clase de dirigente hasta principios del siglo XX. La oposición a los nuevos señores de la Orden Teutónica, provocó el levantamiento de San Jorge, en 1343, que terminó en la derrota de los estonios y la consolidación de la citada Orden sobre todo el país. El dominio de la Orden subsistirá hasta el siglo XVI, cuando Suecia, emergió como una de las principales potencias del Báltico, eclipsando a los daneses. Tallin, ante el derrumbe de la Orden Teutónica como consecuencia de la Reforma protestante – que se extendió a los estonios – solicitó protección al rey sueco. Hacia mediados del siglo XVII la región quedó totalmente bajo control sueco, luego de haber estado bajo control polaco lituano.
En 1631 el célebre rey Gustavo II Adolfo de Suecia introdujo varias reformas, mejorando la calidad de vida del campesinado y creó la Universidad de Dorpat (hoy Tartu). La historia local, recuerda como positivo el dominio sueco. Este finalizaría con la derrota sueca en la Gran Guerra del Norte, que por el tratado de Nystadt, de 1721, Suecia cedería oficialmente sus posesiones bálticas al Imperio ruso. La elite germana, que durante bastante tiempo fueron la población mayoritaria de los centros urbanos (el idioma alemán fue oficial hasta 1889), fue respetada por los nuevos gobernantes rusos, teniendo un estatuto especial dentro del imperio. Los alemanes del Báltico, también llamados “los barones del Bálticos”, no solo serian los terratenientes y administradores de la región, sino que formarían parte de las elites del zarismo, accediendo a importantes títulos nobiliarios, cargos civiles y militares de importancia.
La servidumbre seria abolida recién en 1863 por el zar, pero ello no impidió que los terratenientes perdieran poder. Este clima de opresión política y social, sería base para el surgimiento del movimiento nacionalista. En 1860 en la Universidad de Tartu, se establecieron las bases del movimiento nacionalista, que de ser una inquietud de sectores intelectuales, se trasladó a las poblaciones urbanizadas y rurales. El desarrollo industrial también contribuyó al despertar nacional. A fines del siglo XIX, más precisamente en 1897, casi el 90% de la población era étnicamente estonia. La represión política, que estaba vigente en todo el imperio ruso, generó diversos movimientos de resistencia, que se tradujo en la aparición de partidos políticos, donde se aglutinaron voces contrarias al régimen autocrático del zar.
Desde los orígenes del movimiento nacionalista a la declaración de la Independencia
A comienzos del siglo XX los países bálticos estaban en ebullición. El clima represivo no impidió la formación de sociedades culturales y literarias, asociaciones de exiliados, y partidos políticos que tenían como punto en común, el nacionalismo. La derrota del imperio ruso en 1905, frente a Japón en la guerra en el Lejano Oriente, facilitó de alguna manera, del primer gran estallido revolucionario que sacudió a todo el imperio. Los pueblos bálticos no estuvieron fuera de ese proceso, hubo revueltas y verdaderos actos de insurrección, como en Curlandia donde los campesinos resistieron la intervención del ejército ruso. En la Universidad de Tartu se habló abiertamente de una república estonia independiente. La creación del parlamento, o Duma, una concesión del zar Nicolás II, luego de su fallido intento rusificador y centralista, permitió que minorías no rusas estuvieran representadas en dicha asamblea. Asimismo, al relajarse en parte la represión política, el movimiento nacionalista se consolidó aún más. Los barones alemanes, que propiciaban en cierto punto las reivindicaciones nacionalistas, vieron con preocupación los reclamos agrarios, además del avance de los socialdemócratas, que los llevó a estrechar lazos con el régimen del zar, en un intento de supervivencia frente al conato de rebelión de 1905.
El estallido de la Primera Guerra Mundial, no limitó al movimiento nacionalista, sino que con la caída del régimen del zar en 1917, abrió las puertas para la independencia y la creación de estados nacionales, como venían bregando intelectuales y políticos nacionalistas desde mediados del siglo XIX. En 1917 el gobierno provisional ruso liderado por Kerensky, otorgó la autonomía a las minorías nacionales, lo que permitió la formación de un parlamento nacional estonio, donde apareció como figura destacada el que sería primer presidente del país, Konstantin Päts. Los grupos bolcheviques rechazaron esta “recurso” burgués y formaron soviets en distintas localidades de Estonia. El líder comunista Kalinin en tiempos del zar, recorría las fábricas y centros industriales de Estonia, donde contribuyó de manera significativa a expandir las ideas marxistas entre los trabajadores, mientras que los sectores medios urbanos y la burguesía, se inclinaba hacia posturas nacionalistas. No obstante la influencia de corrientes marxistas en las masas trabajadoras, no se vivieron con el estallido de la “Revolución de Octubre” en Rusia, escenas de guerra civil, como vivió dicho país como la vecina Finlandia.
En este clima de caos y tensión desencadenado con la caída del Zar, el Consejo Nacional Estonio el 28 de noviembre declaró la independencia. Pero este camino no fue para nada fácil, dado el caos reinante con la caída del zarismo, sino con la llegada de tropas germanas a la región, luego de infringir importantes derrotas al ejército zarista, rematado con el tratado de Brest Litovsk, por el cual dicha zona quedaba bajo “influencia” del Reich alemán. En febrero de 1918, llegaban las primeras tropas del ejército alemán al país.
Los barones del Báltico en una asamblea en Riga, solicitaron la protección del emperador alemán y así nació la idea de crear un Ducado del Báltico, bajo control político alemán. Esto fue resistido por la vía de las armas. En mayo de 1918, los estonios convocaron una asamblea constituyente y rechazaron lo establecido por la Asamblea de Riga.
La guerra de la Independencia
La presencia alemana en Estonia finalizó en noviembre de 1918. Esta situación fue aprovechada por el naciente Ejército Rojo, que ocupa todo el país, excepto, el litoral norte, alrededor de Tallin, lo que permitió que fuerzas navales británicas llegaran con ayuda material, que les permitió a los estonios lanzar una ofensiva contra los “rojos:”. En esta campaña intervienen voluntarios extranjeros, destacándose 2.000 finlandeses y 300 daneses. Finlandia no solo ayudó con voluntarios, sino también con el envío de material. El general Johan Laidoner, antiguo oficial del zar y de origen estonio, es puesto al frente de las fuerzas de defensa en lucha contra los rusos. Las fuerzas estonias en un principio sumaban 13.000 efectivos, que con el apoyo material recibido dirigieron sus acciones para expulsar a los rusos. En estas acciones emplearon trenes blindados de manera exitosa, y tras una serie de combates exitosos, las fuerzas estonias llegaron a mediados de enero, liberando la ciudad de Narva. En esta acción, cabe destacar la llamada Batalla de Utria, que consistió en un desembarco en enero de 1919 con voluntarios finlandeses liderado por el futuro jefe de la marina estonia, Johan Pitka. En once días las fuerzas de Laidoner habían avanzado 200 km. Las fuerzas se dirigieron hacia el sur, hacia la frontera común con Letonia, donde liberan una serie de localidades. En febrero de 1919, el Ejército Rojo preparó una contraofensiva a gran escala con 160.000 efectivos, contra 86.000 estonios. Los intentos de cruzar el río Narva, fueron infructuosos por parte de los rusos, siendo definitivamente rechazados por las fuerzas estonias, quedando abierto el camino a San Petersburgo, con la toma de la ciudad fronteriza de Pskov, dejando el área bajo control del llamado “Ejército Blanco” del general Yudunich. La Entente presionó a los estonios a que apoyaran al Ejército del Noroeste – blancos – en su ofensiva contra San Petersburgo, lo que llevó a librar combates en suelo ruso. Las fuerzas blancas fueron rechazadas por los rojos. Los remanentes de las fuerzas blancas fueron internados y desarmados por los estonios. Los combates a lo largo del río Narva dejaron exhausto al Ejército Rojo, lo que abrió las puertas para las negociaciones.
La situación en el frente no estaba tranquila, el Letonia, un gobierno pro germano fue instalado con apoyo de tropas alemanas regulares y de los llamados “Cuerpos Francos” o Freikorps, al mando del general von del Goltz. Esta situación llevó a movilizar las fuerzas estonias para garantizar la seguridad de la frontera sur, librando en junio de 1919 la batalla de Cēsis, recordada hasta el día de hoy como el Día de la Victoria. La tercera división estonia avanzó hasta Riga, como resultado de esta victoria, que de alguna manera facilitó el regreso del gobierno legítimo letón. Mientras tanto la Entente presionó a los alemanes a evacuar los países bálticos, dejando el vacío a las fuerzas del Ejército Blanco, que luego de una serie de batallas decisivas colapsó.
La Paz de Tartu, reconoció la independencia de Estonia y Rusia renunció a perpetuidad cualquier reclamo territorial, además de acceder al pago de reparaciones por 15.000 rublos oro, que fueron durante la llamada I República (1919-1940) reservas de oro del estado estonio.
Los años de entreguerras
En 1920. Estonia ingresó a la Sociedad de las Naciones, sancionó una Constitución parlamentaria, donde eran garantizados los derechos de las minorías nacionales. La fragmentación política limitó seriamente la labor de gobierno. Recordemos que Estonia nunca había sido una democracia parlamentaria y desde hacía siglos estuvo bajo el yugo extranjero. Construir instituciones propias fue sin ninguna duda un serio desafío. Las constantes crisis políticas llevaron al país hacia el autoritarismo. En 1924 hubo un intento de golpe comunista, a lo que se sumó años más tarde el crecimiento de grupos filofascistas, como la liga de Veteranos o Vaps. La inestabilidad política llevó a la formación de 18 gabinetes distintos, y teniendo como varias veces presidente a Konstantin Päts. Figura política controvertida como veremos más adelante.
En los años de entreguerras, el país desarrolló una importante labor educativa y cultural, además de disfrutar de cierta prosperidad económica, hasta la gran Depresión, que tuvo consecuencias políticas importantes. En este período, las fuerzas de defensa fueron definitivamente organizadas, que llegaron a contar con un ejército de 16.000 efectivos (120.000 en tiempos de guerra) con mandos profesionales, influidos por el ejército polaco, considerado un modelo para los estados bálticos, una armada con dos submarinos y un núcleo de patrulleros y minadores muy modernos, además de la fuerza aérea. Existía una Liga de Defensa, organización de defensa voluntaria, similar a las existentes en Finlandia y los vecinos bálticos.
La crisis de los 30 significó para Estonia el abandono la democracia parlamentaria, por métodos autoritarios. En 1934, el nuevamente presidente Päts, dio un golpe de estado, por el temor que el movimiento Vaps tomara el poder, además de tener un importante caudal de votos. El golpe tuvo el apoyo del ejército y sectores parlamentarios. El citado movimiento fue desmantelado y 400 integrantes fueron detenidos. Fue impuesto el monopartidismo, creando la Liga Patriótica, la creación de un departamento de propaganda, que promovió la instauración de un régimen personalista. A pesar de liderar un proceso autoritario, la economía se recuperó, lo que permitió tener consenso social para mantenerse en el poder. En el plano exterior el gobierno estrechó lazos con Finlandia y Polonia, y en 1938 declaró que Estonia era un estado neutral, en un intento de zafar de los expansionismos de Alemania y la Unión Soviética. En el citado ano, fue reformada la Constitución, instaurando un régimen presidencialista, obteniendo la reelección. En el marco de medidas conciliatorias fueron amnistiados presos comunistas y fascistas.
La política alemana en esos años alertó a Moscú, que buscó por diversos medios contar con un “espacio” de seguridad, y ello implicaba colocar los países bálticos, incluyendo Finlandia bajo su órbita, con la posibilidad de anexarlos al imperio soviético. La invasión alemana de 1941 como investigaciones posteriores, probaron que Stalin tenían planes para la anexión y sovietización de dichos países. Los estados bálticos fueron sometidos a una presión constante de Moscú, a fin de firmar acuerdos de asistencia mutua y no agresión. Estos acuerdos incluían la cesión de bases y otras facilidades militares. Los líderes bálticos cedieron, con la idea posiblemente de que ello terminaría con la presión soviética. Consideraban que no tenían muchas opciones, dado que las dos principales potencias occidentales, les habían soltado la mano.
El tratado de No Agresión germano soviético, tristemente conocido como Pacto Ribbentropp – Motov, entregó los países bálticos a la influencia soviética, dejando las manos libres para que Moscu impusiera su voluntad a dichos países. El 17 de septiembre fue firmado el citado pacto en Moscú y el 24 de septiembre, Estonia recibió el ultimátum para firmar un acuerdo de no agresión y asistencia mutua. Similar al que intentaban hacer firmar a Finlandia. El gobierno de Tallin cedió y para 1940, tropas soviéticas ingresaron al país a tomar las bases cedidas por los acuerdos, una maniobra que encubrió una verdadera invasión. El derrumbe del ejército polaco frente a las Wehrmacht alemanas en septiembre de 1939, sobre el cual Estonia lo tenía como ejemplo, minó la moral de la clase política y Päts cometió el suicidio estratégico de ceder. Sectores de la dirigencia creían que llegado el momento en un choque germano soviético, los beneficiaría. Los finlandeses, vieron las cosas de otras maneras y decidieron lugar, sobreviviendo, en cambio sus vecinos bálticos corrieron otro destino. Mientras la clase política cedía, los militares estaban dispuestos a luchar. Quienes sobrevivieron al horror de la ocupación soviética, con la llegada de los alemanes en 1941 tomarían las armas para liberar al país.
Los soviéticos una vez controlando los puntos clave del país, decidieron acelerar los tiempos y obligaron al presidente Päts a nombrar al comunista Johannes Vares, primer ministro, Poco tiempo después, el presidente presenta su renuncia y le es impuesto el arresto domiciliario. En 1940 la siniestra policía secreta estalinista, la NKVD (Comisariato del Pueblo para los Asuntos Interiores), deportó a Päts y su familia, a excepción de su hijo mayor que logró escapar a Finlandia, a la Unión Soviética. En 1941 fue acusado de “colaboracionista” y condenado a trabajos forzados en el universo gulag comunista. Moriría en 1956 en un hospital psiquiátrico en la ciudad de Kalinin.
La ocupación soviética. Las deportaciones y la Segunda Guerra Mundial.
Los soviéticos prometieron a los oficiales estonios ser “convertidos” al Ejército Rojo, esto fue una maniobra que encubrió una oscura mentira. Los traslados, en verdad eran deportaciones a los campos de trabajo forzado, pelotones de fusilamiento acusados de “traición” y quines llegaron a usar un uniforme soviético, poco tiempo les duró. Stalin, los mandó a eliminar, como lo hizo con su propio cuadro de oficiales del Ejército Rojo. En 1942, solo el 16% de los oficiales estonios estaba con vida. El estricto sentido del deber y obediencia al poder constitucional, llevó, ironías del destino, a la destrucción del cuerpo de oficiales de las fuerzas de defensa de Estonia. Algunos decidieron resistir en los bosques y ciudades, como más de uno decidió buscar apoyo en Finlandia. Este país ofrece ayuda militar y entrena un grupo de estonios para que regresen al país, formando una unidad de reconocimiento, que bajo el mando alemán, cuando el III Reich invadió la Unión Soviética en 1914, son aglutinados por una unidad conocida como “Erna”, que luego de varios intentos de llegar a las playas estonias, lo lograron con 4 oficiales y 38 soldados, iniciando una penosa marcha por los bosques de 80 km. Hoy se conmemora como una competición militar internacional que lleva dicho nombre.
En la batalla de Kautla, los soviéticos intentaron destruir la resistencia estonia, no solo formado por los hombres de la unidad Erna, sino de los “Hermanos del Bosque”, antiguos miembros de la Liga de Defensa (guardia nacional). La represalia contra lo población civil se hizo sentir con el asesinato de los pobladores de la aldea de Kautla. Los alemanes formaron otras unidades tipo “Erna” conocida como Erna II que permitieron que ingresaran a Tallin luego del desalojo de los soviéticos, y una Erna III, responsable de limpiar de enemigos las islas principales del país. La retirada soviética incluyó destrucciones en manos de batallones creados por la NKVD, formados por ex convictos. No solo se llevaron cabo destrucciones de edificios e infraestructuras, sino fueron deportados millares de estonios a lugares recónditos del imperio soviético. Muchos pagaron con sus vidas por la ausencia de alimentación, los malos tratos y las duras condiciones en que eran transportados los deportados. Un cuarto de la población fue muerta y/o deportada por los soviéticos. Las deportaciones fueron entre 1940-41 (10.000 llevado en camiones y vagones de ganado) y una otra en 1944. Las destrucciones y violencias cometidas por los comunistas incluyeron la profanación de tumbas de los combatientes de la independencia, destrucción de monumentos patrióticos. En 1995 el primer ministro estonio Mart Laar exigió que dichos crímenes, no deberían quedar impunes y los denunció como crímenes contra la humanidad.
Los alemanes suprimieron el gobierno provisional estonio que se había establecido en 1941, con la esperanza, de que el III Reich restablecería de alguna manera la república estonia. Los alemanes optaron por anexar el país, con vistas a una germanización según los planes del ministro para los Territorios del Este, Alfred Rosenberg. En 1942, los líderes estonios concientes que los alemanes no harían concesiones políticas, decidieron formar un gobierno en la clandestinidad. Fue electo en 1943 el ex primer ministro Jüri Ulots, como jefe de estado en funciones, quien en 1944, ante el derrumbe alemán y con la idea de frenar el avance soviético, fueron movilizados 100.000 estonios, de los cuales varios miles eran voluntarios que habían luchado en Finlandia. La resistencia de los estonios fue desesperada y se libraron combates, con grandes pérdidas a las fuerzas soviéticas, que sufrieron más de unos 100.000 muertos.
La ocupación alemana, sin ninguna duda generó sentimientos encontrados en los estonios, que a pesar que sus reclamos de contar con un gobierno propio, el III Reich los incluyó en su nuevo “imperio” como parte del Comisariato para el Este. No obstante ello, los estonios siguieron considerando que eran un mal menor, frente a los soviéticos. Muchos querían vengar las deportaciones y asesinatos de sus padres y familiares en manos de la NKVD y engrosaron las filas de la rama extranjera de las Waffen – SS (la rama militar de la siniestra SS alemana), como también formaron parte de unidades auxiliares del propio ejército alemán. Los estonios formaron la Legión Estonia, que luchó duramente en el frente del Este. Se estima que unos 80.000 estonios vistieron el uniforme germano. La política propiciada por los “expertos” en cuestiones de Europa del Este, del régimen de III Reich, impusieron un régimen de mano de hierro, impidiendo con ello capitalizar políticamente la abierta hostilidad de muchos pueblos hacia la reciente opresión soviética. Ello no impidió que a nivel local, que las fuerzas alemanas a nivel local reclutaran voluntarios, que se mostraron muy eficientes en acciones contraguerrillas y seguridad interna. Esto incluía también que muchos voluntarios formaron parte de unidades de exterminio y de las políticas genocidas del III Reich..
El comandante de las SS, Heinrich Himmler, en una visita de inspección quedó impresionado por los voluntarios bálticos, especialmente en sus labores de seguridad y lucha contra los partisanos. Los reportes positivos de los jefes de la SS alemana en la zona, motivaron la creación de unidades, primero a nivel regimiento/brigada, bajo la denominación de Legiones, parra luego constituir divisiones – aunque reducidas respecto a las divisiones de infantería tradicionales – que fueron empleadas para combatir como dijimos en el Frente del Este. Los estonios formaron la 20ª División de Granaderos de las Waffen SS. Encuadrados en esta unidad, sus integrantes lucharon juntos las fuerzas germanas, replegándose una parte de las tropas estonias hacia el corazón del Reich, y otros quedaron atrapados en la llamada “bolsa de Curlandia” donde fuerzas alemanas resistieron la embestida del Ejército Rojo hasta el final de la guerra en mayo de 1945. También soldados estonios lucharon en las ruinas de Berlín en 1945, junto a voluntarios letones. El drama de los estonios no solo estuvo limitado en el frente del Este, sino también en su camino al Reich, en el repliegue de las fuerzas alemanas ante la avalancha soviética, quedaron atrapados en el llamado “infierno Checo”. Las nuevas autoridades de la república checoslovaca liberada de la ocupación germana, decidió la expulsión de la población alemana – estimada en 2.7 millones – donde los actos de crueldad estuvieron presentes, con todo tipo de violencias. El presidente checo Benes, prohibió con severos castigos cualquier acto de protesta, que incluía la pena de muerte. Soldados estonios de las Waffen SS confundidos como alemanes, fueron asesinados un millar, muchos de ellos quemados vivos. Las prácticas genocidas, que incluyó el asesinato de 6500 alemanes “sudetes” y la muerte de otros 20.000 por agotamiento en el marco de la marcha forzada al ordenarse la expulsión de estos (otras fuentes hablan de 400.000 alemanes asesinados. Los estonios que lograron escapar, los Aliados occidentales en más de un caso los entregaban a la Unión Soviética que fueron a parar al universo del gulag, de los cuales pocos regresarían.
Pero no todos vistieron el uniforme alemán, muchos, rechazando esto por el pasado de Estonia y su relación con los alemanes, vistieron el uniforme finlandés. Allí formaron regimientos y tripulaciones de la Marina (fueron el 10% de los componentes de esta fuerza). Se estima que unos 3.500 estonios lucharon bajo la bandera de Helsinki. Quienes intentaban huir eran interceptados por las SS, que en más de un caso los ejecutaron. Ello no impidió que muchos estonios llegaran a Finlandia, donde fueron integrados a unidades militares, no solo del ejército, sino también de las fuerzas navales, donde unos 400 fueron integrados como marineros, artilleros de costa. El batallón estonio “Valilla” combatió en la zona de Carelia, soportando duras condiciones climáticas. En 1944 a instancias del Urho Kekkonen (presidente de Finlandia en 1956), fue creado un regimiento estonio, el nro. 200. al mando del teniente coronel Eino Kuusela. En agosto de 1944, el grueso de los antiguos integrantes del regimiento, cruzaron el golfo de Botnia para luchar contra el Ejército Rojo que había invadido Estonia tras la retirada alemana. Las unidades estonias formadas por los veteranos del 200 regimiento, terminaron combatiendo en la División estonia de la SS. Muchos fueron arrollados por las fuerzas soviéticas, algunos supervivientes lucharon como “Hermanos del Bosque” hasta ser eliminados y otros se exiliaron a Finlandia y Suecia. Los integrantes del gobierno estonio, fueron deportados a Siberia. Muchos terminarían fusilados, muertos por las duras condiciones de vida, Ulots, jefe de estado en funciones huyó a Suecia, muriendo en enero de 1945. Su sucesor Otto Tief quedó en el país, quién luego de estar confinado en el gulag, regresó a Estonia en los 50 y moriría en 1976.
La paz de 1944 suscripta con Moscú por Finlandia, significó la entrega de los militares extranjeros que luchaban con uniformes finlandés. La policía secreta finlandesa – Valpo – infiltrada por comunistas y con la ayuda de un estonio traidor, entregó las listas a la comisión de control aliada, lo que llevó a muchos a terminar en campos de trabajo forzados, la mitad murió por las duras condiciones de trabajo. Otros lograron huir y continuar la resistencia, como también refugiarse en Suecia. Esto fue para unos 200 estonios que sirvieron en la Marina, gracias a la acción valerosa de su jefe, el general Väino Valve.
Entre el dolor del pasado y los desafíos del siglo XXI
La ocupación soviética, significó la creación de la República Socialista Soviética de Estonia, la implantación del régimen totalitario comunista. Las nuevas autoridades deportaron a más de 100.000 estonios, para ser reemplazados por otros grupos étnicos, preferentemente rusos, bielorrusos. En 1956 en el marco del “deshielo” y eliminación del stalinismo, por parte de Kruschev, fue autorizado el regreso de los deportados. Regresaron quienes pudieron sobrevivir del universo gulag en Siberia y otros lugares remotos del imperio soviético. Los días bajo el dominio soviético, significó que la población de Estonia, solo sea un 60% de étnicamente, estonios, consecuencia de las políticas demográficas de Stalin.
En materia económica, la puesta en marcha del “socialismo real” significó la colectivización del campo, la radicación de industrias pesadas, y la orientación de la economía local como parte del sistema soviético. La propiedad privada desapareció. Este proceso estuvo acompañado de programas de adoctrinamiento político, represión cultural y rusificación. El desarrollo alcanzado en el período de la I República (1918-1940) permitió mantener una identidad europea occidental y un elevado nivel de cohesión nacional, a pesar de las políticas de Moscú.
En 1986, comenzó una oposición activa a las políticas soviéticas, comenzando con la crítica abierta a la minería del fosfato y uranio. Esto habilitó en 1987 a un debate abierto sobre el impacto ambiental de dicha actividad para el país, que terminó con la paralización de la explotación minera, que tuvo consecuencias sociales. Los trabajadores, todos rusoparlantes, hoy forman parte de un sector de la población empobrecido y con elevadas tasas de criminalidad y desempleo. Serio desafío para la Estonia de hoy.
Las políticas de Gorbachov, habilitó con cierta apertura del régimen, que unas 5.000 personas se manifestaran en Tallin contra la ocupación soviética. Esto tuvo repercusión en los otros estados bálticos. La resistencia se canalizó a través de diversos métodos, destacándose la llamada “Revolución Cantada” que significó una serie de protestas, debates abiertos contra la ocupación de Moscú, que terminaría en 1988, donde en el Festival de Canto, 300.000 personas cantaron himnos y canciones patrióticas estonias, en vez de las tradicionales marchas y canciones de propaganda soviética. Las protestas continuaron teniendo como un hito, una cadena humana de dos millones de personas, que tomadas de las manos a lo largo de 600 km protestaron contra un nuevo aniversario del Pacto Ribbentrop Molotov el 23 de agosto de 1989. La cadena humana conectó Tallin con las otras capitales bálticas, Riga y Vilna. Desde Moscú se sostuvo que el citado Pacto, fue un error histórico y efectuaron una autocrítica.
En 1988 con la declaración de Soberanía, Estonia entró en conflicto constitucional con la Unión Soviética. Esto tenía un trasfondo jurídico, con la finalidad de mostrar la ilegalidad de la ocupación soviética, dejar en claro que la República Socialista Soviética de Estonia, era una creación de Moscú contra la voluntad de sus habitantes. Ello implicó sobre la base de la ley de 1938, el fijar quienes son los que tienen derecho a tener ciudadanía estonia, entre otras cosas. El gobierno estonio, todavía bajo la tutela soviética, emitió un marco legal donde las disposiciones del gobierno soviético podrían ser revisadass, previo a su ejecución. En el 70 aniversario del Tratado de Paz de Tartu – 2 de febrero de 1990 – la Asamblea de la entonces República soviética de estonia declaró: » autogobierno democrático, basado en la continuidad de la República de Estonia, es, a día de hoy, sin lugar a dudas, la idea política de la población de Estonia. En 1990 el soviet supremo de Estonia, decretó que la República creada en 1918 mantuvo su continuidad histórica, aún a pesar de la ocupación, y admitió la ilegalidad de la ocupación soviética. Asimismo fue anunciado el restablecimiento de la República de Estonia, en un período de transición, donde se llevarían a cabo diversas reformas legales y constitucionales. En mayo de 1990 fueron restablecidos los símbolos del Estado de 1918, el restablecimiento de la vigencia de la Constitución de 1938. En abril de dicho año el gobierno estonio emitió un comunicado para que la comunidad internacional reconociera el restablecimiento del estado Estonio. Fueron iniciados un proceso de negociaciones, formando comisiones mixtas con la Unión Soviética. En 1991, Estonia y la República Federativa Rusa firmaron un tratado que se reconocieron como estados soberanos. En agosto de 1991, luego del resultado contundente del referéndum de marzo de dicho año, fue restablecida la República de Estonia como estado independiente, tendiendo que hacer frente a graves problemas.
El primer país en reconocer la independencia fue Islandia, seguido de los países de la Comunidad Económica Europea, Estados Unidos y la propia Unión Soviética en septiembre de 1991, para luego ingresar como miembro pleno de Naciones Unidas y otros organismos internacionales.
Los primeros años de la independencia fueron duros, por la transición de una economía socializada, a otra de mercado. Las relaciones con Moscú eran tensas, especialmente con una polémica ley de nacionalidad, que marginaba a la minoría rusa. A ello se agregaba la presencia militar rusa, que terminó con el retiro definitivo en 1994, dejando detrás, solo bases abandonadas. En 2003, Estonia luego de un referéndum, ingresó a la Unión Europea y en 2004, a la alianza militar del Atlántico Norte, la OTAN. Estas decisiones, sin ninguna duda difíciles, están estrechamente ligadas con el pasado reciente del país, con la desconfianza hacia Moscú, y una suerte de temor de volver a caer en la órbita de Rusia. El ingreso a la OTAN, fue visto como una solución ante una defensa nacional que tenía escasos y modestos medios. Suecia y Finlandia, apoyaron el desarrollo de las fuerzas de defensa estonias, pero todavía tenían un largo camino. El ingresó a la OTAN fue visto como una solución a las limitaciones del sistema de defensa cooperativo de las repúblicas bálticas. Rusia observó esto como una amenaza a sus propios intereses, militarizando el enclave de Kaliningrado. La crisis con Ucrania ha potenciado la situación de tensión y desconfianza de las partes, incrementando la presencia de la OTAN en la zona. La Alianza es responsable de la defensa del espacio aéreo – los países bálticos tienen una aviación militar simbólica – y marítimos, además de presencia de fuerzas terrestres y la creación del Centro de Ciberdefensa de la Alianza.
La dependencia, a nuestro entender excesiva, de la OTAN, no ha impedido contar con un peculiar sistema de defensa, que recuerda en cierto punto al finlandés o sueco. Estonia como los otros países bálticos cuentan con servicio militar obligatorio y una popular reserva activa voluntaria (llamada Liga de Defensa) especializada en defensa territorial y guerra irregular. Las fuerzas de defensa, especialmente el ejército, han participado activamente en misiones de paz, en operaciones en el seno de la OTAN o con Estados Unidos en Irak y Afganistán. El elevado nivel de digitalización, ha creado un frente vulnerable a los “ciberataques” que ha llevado adoptar medidas de seguridad, como la creación de una base de datos con sede en Luxemburgo, y participar activamente en la puesta en marcha del Centro de Ciberdefensa de la OTAN.
La transformación económica de Estonia vino de la mano, no solo de una política de aperturista, sino de una apuesta a las tecnologías de información. En Tallin nació “Skype” luego adquirido por la poderosa Microsoft. En el año 2000 fue declarado el acceso a Internet como derecho humano básico y fue lanzada una política educativa digital. Hoy día es considerado el país mas “digitalizado” del mundo. En 2005 se implementó el voto electrónico en todas las elecciones, incluso las reuniones de gabinete dejaron de usar papel. Un aspecto curioso es que el país ofrece la llamada “residencia virtual” que por el pago de una tasa, los “e – residentes” pueden constituir empresas en Estonia, libre de impuestos, y otros beneficios. Existe la expectativa de tener varios millones de “residentes virtuales” generando recursos adicionales a la economía. La economía se vio afectada por la crisis global de 2009, que significó la caída del 20% del PIB, pero ha logrado recuperarse con severas medidas de austeridad, logrando que la deuda externa solo sea el 10% del PIB. El país apuesta la innovación tecnológica, informática y telecomunicaciones, turismo, y una política de apertura al inversor extranjero. Mas allá de críticas sobre el modelo económico, podemos decir que ha sido exitoso, logrando superar el pesado lastre de los tiempos soviéticos.
Estonia es un país de 1.3 millones de habitantes, lo que facilita de alguna manera el éxito de políticas de libre mercado. El Banco Central Europeo señaló en su momento sobre el éxito del modelo económico Niveles muy elevados de apertura comercial y financiera y movilidad laboral muy alta; gran flexibilidad económica con negociación salarial a nivel de empresa; condiciones del marco institucional relativamente buenas, y bajos niveles de deuda pública». Pero la citada entidad ha indicado que el aperturismo, también genera vulnerabilidad. La crisis también ha provocado la emigración, en los vecinos del sur, Letonia y Lituania, este hecho es grave con el 14% de la mano de obra fuera del país.
La cuestión de las minorías no estonias, especialmente los rusos, que por la legislación nacional tienen categoría de “residentes” y con derecho a voto en elecciones municipales, pero no las nacionales, ha generado criticas, especialmente desde fuera del país, como de Rusia, país con el cual, a pesar de mantener lazos comerciales, las relaciones en el plano político son difíciles. Este sector es el más pobre de la sociedad estonia y ha generado situaciones de tensión con las autoridades nacionales. Este es otro de los grandes desafíos del país.
Estonia ha cumplido un siglo de existencia, desde que fue creada la Primera República, ha vivido los avatares impuestos por la geopolítica, que hasta el día de hoy condiciona tanto su política interna y externa. El pasado traumático del país, especialmente por la ocupación soviética, ha marcado a su clase dirigente, lo que ha llevado a un estrecho alineamiento con la OTAN, como también diferenciarse claramente de Rusia, ratificando su “vocación europea” como socio de la UE, además de adoptar como moneda el euro. El país ha llevado a cabo una transformación exitosa de su economía, pero el ser la “frontera” entre Occidente y Rusia, condiciona su estrategia nacional.
Por el Dr Jorge Alejandro Suárez Saponaro
Investigador. Magíster en Defensa Nacional
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