El Segundo Foro de la Franja y la Ruta culminó en Beijing (BRF, por sus siglas en inglés); por delante queda un nuevo período en el que los más de 5 años de experiencia acumulada nos presentan desafíos para seguir adelante y poder alcanzar los objetivos trazados.
Una vez más se dieron cita en Beijing primeros mandatarios, cancilleres y ministros de los más de 120 Estados que adhirieron a la Franja y la Ruta[1] desde su lanzamiento en 2013, la más clara constatación del éxito que la iniciativa ha tenido, como la alternativa impulsada por China para la obtención de resultados tangibles frente a un mundo acosado por las amenazas del proteccionismo y discursos antiaperturistas.
Países tan distantes y disimiles como Grecia, Chile, Brunei o Kazajstán estuvieron representados con sus respectivos Jefes de Estado, mientras que muchos otros como Afganistán, Islas Cook, Uruguay o Belarús se hicieron presentes en la capital china a través de sus Primeros Ministros, Ministros de Relaciones Exteriores, de Economía o de Agricultura.
En cuanto a la experiencia acumulada, ya se perciben los primeros frutos de la iniciativa. Se destacan en términos generales, el incremento del comercio entre China y los países adherentes, así como de los flujos de inversión chinos al exterior. En materia comercial, el intercambio total de bienes aumentó 22% desde 2013 – año de lanzamiento de BRI-, observando que el incremento fue mayor para el caso de las exportaciones desde China (24%), frente a las importaciones recibidas del resto de los países socios de la iniciativa (19%)[2]. Respecto de este punto, en su discurso ante el Foro el pasado 26 de abril, el presidente Xi Xinping expresó que China no persigue intencionalmente lograr el superávit comercial, anunciando que, en el marco de la Franja y la Ruta, el país incrementará sus importaciones de bienes y servicios, y rebajará los aranceles a las mismas a los efectos de promover el balance comercial.
Tras haber consolidado a la Franja y la Ruta como un fenómeno de escala global, luego de haber traspuesto los confines de la masa euroasiática hasta llegar a África y ALC, China afronta los desafíos de una iniciativa que ya está madura.
En efecto, este segundo BRF ha recogido algunos de los desafíos que la propia Iniciativa trae aparejados, los cuales han generado la suspicacia – y hasta la crítica – en muchos de los países adherentes (y no adherentes). Cuestiones en materia laboral, financiera y medioambiental han sembrado la duda acerca de la viabilidad de los proyectos y los eventuales impactos negativos en el mercado de trabajo y en los ecosistemas locales.
En muchos de los países que forman parte de la Franja y la Ruta, el avance de la inversión china ha sido cuestionada por el temor de que en la realización de los proyectos anunciados se vulneren derechos laborales de las poblaciones locales, se exijan concesiones o beneficios demasiado gravosos para el Estado receptor, o se afecte de manera desmesurada al medio ambiente. La magnitud de los grandes proyectos de infraestructura proyectados a lo largo de estos años de existencia de la BRI amenaza con dañar severamente al ambiente si no se toman los recaudos necesarios para mitigar el impacto de este tipo de obras.
En esta línea, y como respuesta a estos cuestionamientos, en línea con los propios lineamientos que China se ha trazado internamente, esta etapa más madura de la Franja y la Ruta parece hacer más énfasis en la puesta en práctica “un modelo de producción y de vida verde, bajo en carbono, circular y sostenible… a fin de materializar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030”[3]. Sobre este particular, el propio Xi Jinping manifestó en la inauguración de la Expo Beijing[4] que cada generación tiene su propia misión, subrayando que los esfuerzos para conservar el ecosistema beneficiarán no solamente a esta generación, sino a muchas de las que vendrán[5].
Por otra parte, se destaca que esta nueva edición del BRF parece consolidar el concepto de “comunidad de destino”, tal como se infiere en la Resolución 2344 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas[6] – que refiere específicamente a la situación de Afganistán – como uno de los mecanismos para intensificar la cooperación económica regional e internacional.
Otro concepto que también cobra fuerza luego de este segundo BRF es el de “beneficios tangibles”. La potente retórica que se construye a partir de la Franja y la Ruta precisa justamente que resultados concretos cristalicen y ayuden a confirmar que los beneficios efectivamente son compartidos entre todos los países integrantes. En este sentido, se señalan la puesta en marcha y avance de algunas obras emblemáticas como la conexión por autopista Oeste de China- Europa Occidental, el puerto de Gwadar, las líneas ferroviarias China-Laos y China- Thailandia o la línea este del gasoducto China- Rusia. Y tantas otras obras en materia de infraestructura e interconexiones físicas y digitales que todavía esperan de impulso y financiamiento para ver la luz.
Precisamente, más allá de la apuesta por aumentar la conectividad en materia de infraestructuras, columna vertebral de la Iniciativa, se está ampliando la extensión de la cooperación a otros ámbitos, como la llamada Ruta de la Seda Digital, así como la intensificación de los intercambios en materia energética, marítima, agrícola, tributaria, y en materia de derechos de propiedad intelectual, esto último particularmente importante por tratarse de unos de los escollos más “duros” de la compleja relación que tienen la República Popular China con Estados Unidos. Se destaca asimismo el aumento de la cooperación en materia financiera, incluyendo acuerdos para el uso de monedas locales y la instalación de filiales de bancos chinos en el exterior.
En materia de facilitación del comercio, es importante el impulso a los acuerdos de este tipo que China propone realizar a sus contrapartes a lo largo de la Franja y la Ruta. Este tipo de acuerdos también aporta beneficios tangibles, al permitir la reducción de los tiempos de inspección y despacho, incluyendo la promoción de “canales verdes” en las operativas de comercio exterior.
En América Latina, la Franja y la Ruta ya no es un desconocido como lo era apenas pocos años atrás. Muchos países han adherido[7] a la Iniciativa en la esperanza de que este acercamiento a China redunde en mayores oportunidades en materia comercial y de inversiones, aprovechando las complementariedades y la necesidad de renovar infraestructuras y aumentar la conectividad de la región dentro de ella y con el mundo. En este sentido, se pretende que China ayude a impulsar una estrategia de desarrollo en clave regional posibilitando la concreción de corredores bioceánicos, hubs portuarios y aeroportuarios, y un salto de calidad que, a la vez de propender a materializar la estrategia China hacia el exterior, contribuya a favorecer las respectivas estrategias nacionales de desarrollo de cada país involucrado.
En este año tan particular, en el que se cumplen los 70 años del establecimiento de la República Popular, y 40 del inicio del proceso de Reforma y Apertura, China avanza hacia un cambio en la gobernanza global. La Franja y la Ruta se ofrece como un Camino de Paz, abandonando “la mentalidad de Guerra Fría y los juegos de suma cero”; un Camino de Prosperidad y un Camino de Apertura. Como lo establecen las propias autoridades chinas, este proyecto chino no está “destinado a crear pequeños círculos de puertas cerradas o establecer un Club de China”[8].
Expresamente se establece que la Franja y la Ruta “se adecúa al actual mundo multipolar, la globalización económica, la diversificación cultural y la informatización de la sociedad”[9].
Con la Franja y la Ruta, China propone una alternativa de gobernanza global en un cambio de época marcado por modificaciones en la distribución del poder económico y político mundial, y por un aumento de las tensiones, de los impulsos proteccionistas y de nuevas amenazas a la seguridad y la paz internacional, activando en muchos Estados reflejos de encerramientos y de aversión a lo extraño.
La Franja y la Ruta seguirá consolidándose como esa gran iniciativa de origen chino y proyección global, seguramente incorporando más países y haciendo cada vez más densa la red de acuerdos y la cooperación de todo tipo. La próxima edición del Foro de la Franja y la Ruta, la tercera, servirá de nuevo mojón para hacer el balance de si todas estas buenas intenciones y propósitos efectivamente han cristalizado en beneficios concretos y, sobre todo, compartidos.
Por Dr. Ramiro Rodríguez Bausero
Diplomático de la República Oriental del Uruguay. Analista Internacional. Docente. Académico del Consejo Uruguayo para las Relaciones Internacionales. En Twitter @ramirob23
[1] De hecho, hasta marzo de 2019 han sido 125 los Estados y 29 las organizaciones internacionales con las cuales la República Popular China ha firmado acuerdos con este objeto.
[2] Fuente: Aduana China, recogido en The Second Belt and Road Forum for International Cooperation. Thematic Forum on Trade Connectivity Guest Brochure (2019).
[3] Oficina del Grupo Dirigente para el Fomento de la Construcción de la Franja y la Ruta (2019) – Op. Cit.
[4] Evento que se inauguró a continuación de la realización del Foro de la Franja y la Ruta.
[5] “Every generation has its own mission. Our efforts to conserve the ecosystem will benefit not only this generation, but many more to come”. Extraido de China Daily, edición del 29 de abril de 2019.
[6] Del 17 de marzo de 2017.
[7] Al 30 de abril, 19 países adhirieron a la BRI, desde República Dominicana y Panamá en Centroamérica y el Caribe hasta Uruguay y Chile en el Cono Sur.
[8] Oficina del Grupo Dirigente para el Fomento de la Construcción de la Franja y la Ruta (2019) – Iniciativa de construcción conjunta de la Franja y la Ruta. Avances, contribuciones y perspectivas. Ediciones en Lenguas Extranjeras.
[9] Oficina del Grupo Dirigente para el Fomento de la Construcción de la Franja y la Ruta (2019) – Op. Cit.