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Septiembre de 2015, una fecha que probablemente muchas veces se mencione a la hora de evaluar la Agenda 2030 y los Objetivos del Desarrollo Sostenible. Hoy dos años después, septiembre de 2017 se encendió la señal de alarma. Cuando todos tenían incluido el concepto de “Hambre Cero”, cuando las políticas se orientaban a la meta más sublime de asegurar a cada ser humano un plato de comida, de repente como un enemigo que aparece desde lejos las cifras sobre el hambre se hicieron presente. Hay muchos puntos que nos deja el último informe de FAO sobre “El estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el Mundo” pero empecemos por el comienzo de la historia.
Hace dos años la comunidad internacional se dispuso a evaluar los Objetivos del Milenio y como respuesta se asumió el compromiso de implementar la Agenda 2030 y 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible por medio de los cuales se abordarán las principales problemáticas que aquejan a la sociedad internacional. En ese sentido, muchos países vienen trabajando el concepto desde diferentes visiones tratando de incorporar una visión amplia de respeto a los derechos humanos donde el derecho a la alimentación es la piedra angular del sistema de respeto y garantía de derechos.

Conflictos armados, cambio climático y migraciones rurales
El informe 2017 nos alerta sobre un aumento del hambre en el mundo que afecta 815 millones de personas, representando  un 11% de la población mundial. Son varias las causan que intentan explicar esta cifra. Dependiendo las regiones y sus problemáticas estructurales y coyunturales se identifican: el aumento de conflictos inter e intra-estatales,  aumento de la violencia, los efectos del cambio climáticos y la desaceleración económica. De los 815 millones afectados se identifican 489 millones de personas en países con conflictos, de los cuales alrededor de 122 millones son niños menores de cinco años.
Comencemos por las regiones con tases más altas de inseguridad alimentaria. El aumento de conflictos armados y la violencia son factores claves al momento de explicar esta tendencia. Desde el 2010 los enfrentamientos estatales y no estatales se han disparado en un 125%, el aumento de la violencia impacta con más fuerza en zonas rurales donde los grupos más vulnerables se ven despojados de todos los medios de producción. Se estima que alrededor del 56% de la población afectada por la violencia vive en zonas rurales basadas en economías de subsistencia. Los conflictos arrasan los territorios y dan por tierra con la agricultura en su conjunto, desde la producción, el transporte, el suministro de insumos y la comercialización. La destrucción del territorio expulsa por instinto de supervivencia a la búsqueda de alternativas convirtiendo a las migraciones rurales en uno de los problemas más grave al momento de atender las crisis porque muchas veces las mismas pasas las fronteras de los países. Las regiones más complicadas son: el Cercano Oriente y África del Norte, el norte del África subsahariana, América central y Europa oriental.
Otro factor clave son los desastres naturales, como las grandes sequías e inundaciones que han dejado territorios arrasados muchos de los cuales ya sufrían un cuadro estructural de inseguridad alimentaria. Es importante tener presente que países como Nigeria, Somalia, Yemen y Sudán del Sur están al límite de pasar  a situación de hambruna. En algunos países se dan al unísono todas las condiciones, incluso el efecto del cambio climático y la ocurrencia de desastres va desencadenando nuevos conflictos vinculados al acceso a la tierra y al agua como medios de producción y subsistencia.

América Latina, se desacelera la economía y aumenta el hambre
Hasta aquí se trató de explicar la tendencia del aumento del hambre desde variables particulares que se dan en las regiones más comprometidas pero explicar la situación en América Latina requiere comenzar por una pregunta ¿Cómo justifica una región productora de alimentos que su población padezca hambre? Intentaremos responder lo más preciso posible.
Un recorrido por los números indica que actualmente 42.5 millones de personas padecen hambre en la región. Si bien la tendencia a nivel mundial es baja comparada con el resto, se revirtió el trabajo que se venía dando porque la región era identificada como líder en políticas vinculadas a la reducción del hambre. En el informe de FAO, se señala que el cambio de tendencia responde a variables coyunturales propias del momento que atraviesa la región en cuanto a la desaceleración de la economía que tiene correlato una baja en los precios de las commodities exportables lo cual a su vez se traduce en una caída de los salarios y una menor capacidad de consumo. En términos comparativos, se registra una mejora en Centroamérica y el Caribe que iban rezagados frente al retroceso que manifiesta Sudamérica que solía liderar en materia de erradicación del hambre. Respecto a este punto, es importante considerar la situación de Venezuela que azota sin piedad el acceso a los alimentos. En la última década es el país con mayor aumento de la tasa de inseguridad alimentaria, dando un salto del 10.5% al 13%.
Para concluir podemos destacar que a dos años de la Agenda 2030 los escenarios reales muestran retrocesos, lo cual es entendible en término de que son consecuencia de políticas aplicadas desde hace mucho más de dos años. Las tendencias que hoy analizamos y conocemos tienen que ver con desaciertos de varios anteriores que se fueron acumulando por ello hoy día frente a esta realidad se torna cada vez más importante el debate de una ley marco del derecho a la alimentación. Detrás de esta necesidad está la idea de si el Estado no logra asegurar un plato de comida no hay derecho a la vida posible, menos aún al resto de los derechos.

Por Mg. Melisa Galvano Quiroga.
Analista Equilibrium Global – Relaciones Internacionales USAL – Maestría FLACSO – Docente Universidad de Belgrano, Universidad de Palermo. Doctorando en Relaciones Internacionales USAL.

Sobre el Objetivo N° 2 de los OSD: http://www.un.org/sustainabledevelopment/es/hunger/

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