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Compartimos un recurso desde el prestigioso y presentativo think-tank de Moscú, el “Valdai Club”. El objetivo es poner en debate el factor del multiculturalismo en la agenda del presente, y acercar diferentes perspectivas que aborden las situaciones en diferentes puntos geográficos del mundo y saber de opiniones sobre la cuestión de la multiculturalidad. 

La identidad nacional es un concepto muy complejo e impreciso, igual que ‘sociedad’ ‘cultura’ y otros.
Las discusiones en torno a la de­nición de identidad no cesan. Pero está claro que sin el análisis deeste concepto no podremos contestar a las preguntas más importantes que nos plantea la actualidad: ¿Qué signi­ca ser ruso en el siglo XXI? ¿Qué une a los rusos y los mantendrá unidos? ¿Qué futuro les espera?
Los miembros del Club Internacional de Debates Valdái -intelectuales, periodistas, cientí­cos- discutirán estos problemas durante su décima reunión que tendrá lugar en septiembre próximo y que estará dedicada a la identidad de Rusia en un mundo cambiante.
Entretanto, no estaría de más anticipar algunas re‑exiones al respecto. En primer lugar, cabe destacar que la identidad nacional no es siempre la misma, va cambiando en el marco del proceso de cambios e interacciones sociales. A CHEHC CHIC

En el segundo lugar, hay que mencionar que en el mundo moderno un individuo cuenta con una “cartera de identidades” que pueden ser compatibles o incompatibles. Un habitante de la república rusa de Tatarstán se identi­ca como “tártaro” en Moscú, como “ruso” en Berlín y como “blanco” en Africa.
En tercer lugar, la identidad nacional suele debilitarse en tiempos de paz y se fortalece (o, en cambio, termina de desintegrarse) en tiempos de crisis y guerra. La Guerra de la Independencia dio lugar a la identidad estadounidense, la Gran Guerra Patria fomentó la identidad soviética, las guerras en el Cáucaso del Norte ruso suscitaron discusiones en torno a la identidad rusa actual.
Esta última contiene las siguientes dimensiones: identidad nacional, identidad territorial, identidad religiosa y, ­nalmente identidad ideológica, o política. Identidad nacional. Con la creación de la Unión Soviética la identidad imperial de la Rusia Zarista se ve reemplazada por una identidad soviética plurinacional.
Aunque la Federación Rusa seguía existiendo dentro de la URSS, carecía de las fundamentales características de un Estado soberano e independiente. El despertar de la identidad nacional de los rusos fue uno de los motivos que llevó a la desintegración de la plurinacional Unión Soviética.
Pero la recién nacida Rusia se vio enfrentada a un nuevo problema de identidad: ¿Este nuevo estado es heredero legítimo de la URSS o del Imperio Ruso? ¿O es una entidad absolutamente nueva? Este problema no tiene solución hasta ahora. Los partidarios del enfoque neosoviético a­rman que la Rusia actual es “la Unión Soviética desideologizada” y abogan por resucitar la URSS.
En el escenario político esta visión está representada por el Partido Comunista de la Federación Rusa (KPRF, por sus siglas en ruso). Otro enfoque considera a Rusia como un Estado multinacional en las fronteras actuales, como heredera legal del Imperio ruso y de la Unión Soviética. Según sus partidarios, aunque no existe necesidad de expansión territorial, el territorio propio del país es sagrado e indivisible.
Por consiguiente, Rusia tiene intereses prioritarios e incluso una misión en el territorio de la antigua URSS. Así que debe, por un lado, intentar integrar este espacio de alguna forma y, por el otro, proteger los derechos de los rusos en los nuevos estados post-soviéticos.
Esta visión es compartida por la mayoría de los rusos y declarada por el presidente Vladimir Putin y el partido o­cialista Rusia Unida.
El tercer enfoque a­rma que Rusia es un Estado de los rusos, que tanto el pasado imperial como el soviético son páginas trágicas de la historia que habría que pasar. Los defensores de este punto de vista creen que en este contexto conviene uni­car los territorios poblados por los rusos, como la península de Crimea, el norte de Kazajstán, etc., y al mismo tiempo renunciar a una parte del territorio actual como el Cáucaso del Norte, especialmente la república de Chechenia.
El principal desafío para la identidad nacional de los rusos lo representa la cuestión sobre el derecho de los oriundos de las repúblicas norcaucásicas (donde se deja sentir la falta de empleo) a mudarse libremente y sin perder su lengua ni tradiciones a las grandes ciudades y tierras ancestrales rusas.
Aunque no existen impedimentos legales para ello, el proceso de la migración interna provoca graves situaciones de tensión y fomenta sentimiento nacionalista entre la población rusa.
El aspecto territorial de la identidad rusa es uno de los más importantes en los últimos cinco siglos de la historia nacional.
El territorio del Imperio ruso y luego el de la URSS no dejó de crecer, convirtiendo el país en el más grande del planeta. Esta característica de Rusia desde hace tiempo es motivo de orgullo nacional. Cualquier pérdida territorial resulta, por lo tanto, muy dolorosa. De ahí que la disolución de la URSS asestó un duro golpe a la identidad rusa también en este sentido.
La guerra de Chechenia puso de mani­esto que Rusia está dispuesta a defender este valor a costa de cualquier sacri ­cio. Aunque en algunos momentos de derrota la idea de aceptar la independencia de Chechenia cobró popularidad, el restablecimiento del control federal sobre esta república fue la principal causa del apoyo popular sin precedentes del que gozaba el presidente Putin a principios de los 2000. La mayoría absoluta de los rusos considera la integridad territorial de Rusia como el elemento fundamental de la identidad nacional y un principio al que se debe dar prioridad incondicional.
El tercer aspecto de la identidad rusa es el religioso. Actualmente más del 80% de los rusos se consideran cristianos ortodoxos, mientras que la Iglesia Ortodoxa Rusa tiene un estatus semiestatal y goza de gran in‑uencia en la política del Gobierno en los ámbitos que sean de su interés.
Estamos, pues, ante la versión rusa de la tradición bizantina que coloca las relaciones entre el Estado y la Iglesia en un cuadro ideal de “sinfonía” entre los dos poderes, el civil y el religioso, una armónica combinación de intereses y respetuosa división de responsabilidades. No obstante, el prestigio de la iglesia durante los dos últimos años se ha visto mermado.
Esto se ha manifestado, en primer lugar, en la desaparición del tabú social que durante más de dos decenios impedía criticar abiertamente a la Iglesia Ortodoxa Rusa. Una parte de la sociedad, la más liberal, pasó a la oposición abierta a la Iglesia. En este contexto incluso el ateísmo, olvidado tras el fracaso del comunismo, está cada vez más presente entre los rusos.
Aunque mucho más peligrosa para la Iglesia Ortodoxa Rusa es la actividad misionera de las confesiones cristianas no ortodoxas, sobre todo las protestantes, y la expansión del Islam fuera de sus fronteras tradicionales.
La razón más importante de ello es que el fervor religioso de los protestantes y musulmanes recién convertidos es mucho mayor que el de los ­eles ortodoxos. De esta manera, el retorno de la Rusia postcomunista al seno de la iglesia ortodoxa es super­cial e incompleto.

Pero el mayor reto para la identidad religiosa de los rusos es su incapacidad de contribuir a una regeneración moral de la sociedad rusa sumida en una crisis de valores. El aspecto ideológico de la identidad nacional rusa. Desde de la Edad Media la identidad nacional de los rusos se forma a partir de una contraposición de Rusia a otros Estados, sobre todo a Occidente, consolidando un sentido de las diferencias como características positivas.
La desintegración de la URSS hizo que los rusos se sintieran como una nación “de­ciente” que durante años iba en una dirección “equivocada” y ahora tiene que volver a la familia de las naciones “bien encaminadas”.
Este complejo de inferioridad es un peso demasiado grande, y los rusos se lo quitaron de encima dejando que los horrores del capitalismo oligárquico y la intervención de la OTAN en Yugoslavia acabaran con sus ilusiones sobre “el hermoso mundo de la democracia”, el mercado y la amistad con Occidente. La imagen del Occidente como ejemplo a seguir se vio completamente desacreditada a ­nales de la década de los 1990.
Con la llegada al poder de Vladimir Putin en el país empezó una búsqueda del modelo alternativo, de nuevos valores. Al principio surgían las ideas de una Rusia que “se levanta y deja de estar de rodillas” y es una “superpotencia energética”. Más tarde, de la mano del ex viceprimer ministro ruso Vladislav Surkov, nació el concepto de la “democracia soberana” que a­rma: Rusia es un Estado democrático aunque con sus propias particularidades nacionales y nadie desde fuera tiene derecho a imponernos sus criterios y opiniones.

Los rusos más jóvenes y cultos siguen sintiendo simpatías hacia la Unión Europea e incluso de­enden la adhesión de Rusia a la UE, pero son una minoría. Mientras las mayoría de los ciudadanos quiere construir el estado democrático ruso sin recurrir a la ayuda desde el exterior.
El ideal político-social de los rusos se podría describir de la siguiente manera. Es un Estado independiente e in‑uyente a nivel mundial, una potencia económica que asegura a los ciudadanos una alta calidad de vida, con la ciencia e industria competitivas a nivel internacional.
Es un Estado multinacional en el que el pueblo ruso desempeña un papel central aunque se respetan y se protegen los derechos humanos independientemente de la nacionalidad. Es un país con un fuerte poder central y con un presidente de competencias muy amplias. Y es una nación donde triunfa la ley y la justicia.
Cabe señalar que en esta imagen ideal de Rusia no están presentes, entre otros, los siguientes valores: el de la oposición como una institución imprescindible del sistema político; de la separación de poderes; el del Parlamento, partidos y democracia representativa en general; el de derechos de las minorías y derechos humanos en general; el de apertura hacia el mundo que se percibe como una fuente de amenazas y no de oportunidades.
Estos son los principales retos para la identidad nacional rusa a los que el país tiene que buscar respuestas si quiere alcanzar objetivos nacionales: la vida digna, la justicia social y el respeto hacia Rusia en el mundo.

Valeri Fiodorov – Moscú – Federación Rusa
Director general del Centro de Estudio de la Opinión Pública (VTsIOM)
El “Club Valdai” fue organizado por RIA Novosti en 2004 junto con el Consejo ruso para la Política Exterior y de Defensa, las revistas Russia Profile y Rusia en la Política Global y el periódico The Moscow News. El Club recibió el nombre del lugar donde se celebró por primera vez, Valdai (norte de Rusia).
Decenas de politólogos de varios países participan en las conferencias del “Club Valdai” que se celebran tanto en Rusia como en el extranjero. Durante ocho años de la existencia del Club, más de 400 expertos de 35 países tomaron parte en sus ediciones.
En marzo de 2011, fue instituida la Fundación de apoyo al desarrollo del “Club Internacional de Debates Valdai” sin ánimo de lucro, destinada a contribuir a la popularización de la actividad del Club y a la realización de investigaciones en el ámbito de estrategia del desarrollo de Rusia y su política exterior.

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