Compartimos la voz del jefe de la diplomacia de Ucrania. La opinión del Ministro de Exteriores Dmytro Kuleba con una explicación muy categórica de la postura de Ucrania frente a las tensiones que se desatan con la Federación Rusa y que están en el centro de la atención mundial por la amenaza de invasión. Lo que Occidente debería hacer, Estados Unidos y sus socios occidentales, la Unión Europea; para el diplomático Kuleba, actuar con más determinación. ¿Por qué? Aquí se detallan los argumentos, las razones, los antecedentes y las experiencias. La perspectiva de Kiev en esta nota que originalmente ha sido publicada en Foreign Affairs y que traemos en idioma español con la adaptación de Lautaro Piersiguilli para comprender qué hay en juego detrás de las fricciones con Rusia y la importancia geopolítica que implica: no tomar decisiones. En el 2014, ya todos fuimos testigos de un error de cálculos de la Unión Europea, ¿Y ahora?
Pero es absurdo pensar que proporcionar tales garantías harían que Vladimir Putin fuera menos agresivo. La historia muestra que las promesas de neutralidad de Ucrania o de cualquier otro país de la región no disminuye el apetito de Putin; de hecho, lo incrementa. La mejor manera de responder a esos ultimátum es ignorarlos por completo.
No obstante, lo que no se puede ignorar son las intenciones cada vez más agresivas de Putin. No solo está una nueva invasión a gran escala a Ucrania sobre la mesa, sino que, en última instancia, Putin también espera reorganizar la arquitectura de seguridad de Europa en detrimento de debilitar a Occidente.
Durante demasiado tiempo, Occidente se ha negado a tomar en serio las ambiciones de Putin y respondió con demora, indecisión y debilidad. Es hora de enfrentarlos con fuerza.
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El juego de poder de Putin
Es obvio por qué Rusia exige que Ucrania renuncie a sus ambiciones de ser miembro de la Unión Europea y la OTAN; pero no se entiende por qué alguien en Occidente debería hacerse eco de estas sugerencias mal concebidas. El pueblo ucraniano tomó una decisión en 2013, después de que su presidente Viktor Yanukovich, actuando a instancias de Putin, buscara infringir la opinión pública e integrar al país con Rusia en lugar de con la UE. En noviembre de ese año, los ucranianos tomaron las calles en las llamadas protestas Euromaidán. Yanukovich trató de aplastar las manifestaciones con una represión brutal, pero subestimó la voluntad de los ucranianos; quienes respondieron con furia, no con miedo, y finalmente lo derrocaron.
El mensaje difícilmente podría haber sido más claro: los ucranianos no tienen ningún interés en acercarse a Rusia y nunca renunciarán a integrarse con Occidente. Putin, sin embargo, parecía no haber aprendido esa lección. Con su “delfín” Yanukovich fuera del poder y sin manera de cambiar la orientación de Ucrania desde adentro, el Presidente ruso recurrió a la violencia. A principios de 2014, Rusia invadió Ucrania, ocupó Crimea y lanzó una guerra mortífera en Donbass.
Rusia planeó una guerra relámpago con el objetivo final de dividir a Ucrania por la mitad y establecer un Estado títere llamado Novorossiya en las ocho regiones orientales de Ucrania. Pero Putin subestimó notablemente la determinación de Ucrania. Decenas de miles de ucranianos de todas las regiones y todos los ámbitos de la vida social y política corrieron al frente para tomar las armas en defensa de su país. Fueron respaldados por cientos de miles de voluntarios civiles, simples ciudadanos ucranianos que suministraron al ejército de todos los recursos a su alcance, desde alimentos hasta vehículos blindados. Quedó en claro que Putin no había atacado al Estado indefenso que había imaginado; el pueblo ucraniano, por mal equipado que fuera, estaba muy motivado. Las grandes estrategias de Putin se desmoronaron rápidamente, lo que llevó a un estancamiento que ya lleva años en una pequeña fracción de tierra cerca de la frontera con Ucrania. Hasta la fecha, Occidente (Estados Unidos, La Unión Europea y la OTAN) hizo prácticamente poco, y lo que hizo, lo hizo muy tarde. Pasaron meses después de la muerte de 298 personas inocentes en el vuelo 17 de Malaysia Airlines, derribado por un misil ruso en julio de 2014, para que se impusieran graves sanciones económicas. Poco a poco, Occidente aisló a Rusia y ajustó sus políticas. Pero sus indecisiones invitaron a Rusia a tomar acciones más agresivas; como ataques cibernéticos, intromisión electoral y asesinatos selectivos de oponentes en el extranjero.
En los años venideros a la intervención de Rusia, los ucranianos reafirmaron su elección de alinearse con Occidente. En 2018, consagraron los objetivos de la membresía de la UE y la OTAN en la constitución de Ucrania, un panorama estratégico que se está volviendo más popular cada año.
Un compromiso falaz
Putin ha tomado nota de estos anhelos y, quizá no sea sorprendente, ahora está sugiriendo que la neutralidad ucraniana es clave para resolver la crisis. Pero la historia desmiente esta afirmación. En 2014, Ucrania era un país neutral y cuatro años antes, había puesto fin formalmente a sus ambiciones de ser miembro de la OTAN cuando aprobó una ley que indicaba claramente que era un país no alineado y que no tenía intención de unirse a ninguna alianza militar. En ese entonces tampoco hubo una discusión pública a nivel nacional sobre la pertenencia a la OTAN; de hecho, las protestas de Euromaidán que comenzaron en 2013 no se basaron en la alianza militar sino en la integración económica y política con la UE. Si la neutralidad no pudo evitar que Putin lanzara una guerra en 2014, es difícil ver por qué lo detendría ahora.
Otra idea incorrecta propuesta por algunos expertos es presionar a Ucrania para que haga concesiones unilaterales, otorgando compromisos que tentativamente harían que Putin sea más pacífico. Es decir, Moscú ha exigido por mucho tiempo que Kiev hable directamente con Donetsk y Lugansk, las dos regiones ocupadas por Rusia en el este de Ucrania. Ucrania ha rechazado esta demanda, y con razón: Rusia es parte en el conflicto y no vamos a dejar que se presente como mediadora.
Además, la historia sugiere que es poco probable que ceder ante este tipo de demanda conforme a Rusia. En 1992, una guerra se intensificó en la región de Transnistria de Moldavia, un conflicto postsoviético que enfrentó a las fuerzas lideradas por Rusia contra el gobierno de Moldavia. Aunque Rusia había alimentado el conflicto, exigió que el gobierno moldavo hablara directamente con la región separatista, con Moscú desempeñando el papel de mediador. Los moldavos aceptaron y entablaron un diálogo directo con los representantes de Rusia con la esperanza de que al hacerlo se resolviera el enfrentamiento y se restableciera su integridad territorial. En 1994, en otro intento de poner fin a la disputa, Moldavia adoptó oficialmente una política neutral, declarando que no buscaría ser miembro de la OTAN. ¿El resultado de ambas concesiones? Un conflicto estancado de tres décadas sin descongelamiento a la vista, ya que las tropas rusas y sus armas, persisten hasta hoy en día en Transnistria.
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Lo que impulsa a Putin
Las peticiones de Putin sobre una garantía con respecto a la expansión de la OTAN presentan un dilema. Si Occidente cede, Rusia sin duda estará complacida con su nuevo veto sobre la política exterior de Ucrania y la toma de decisiones de la OTAN. Si Occidente rechaza sus demandas, Rusia estará igualmente conforme, ya que podrá sentar un nuevo terreno ideológico para volver a invadir Ucrania.
Desde 2014, Rusia ha legitimado su agresión hacia Ucrania en aras a una promesa que supuestamente Occidente hizo al final de la Guerra Fría y luego rompió. Bajo esta narrativa, durante las negociaciones sobre la reunificación alemana en 1990, el secretario de Estado estadounidense James Baker le prometió al presidente soviético Mikhail Gorbachev que la OTAN nunca se expandiría hacia el este. Este relato es falso que incluso hasta Gorbachov lo admitió. Pero esta cuestión trae problemas para Putin, ya que se ha vuelto inservible, lo que explica su interés en una nueva historia argumental. Al haber rechazado su actual propuesta de garantías sobre la OTAN, Putin espera desarrollar un nuevo mito ideológico.
El hecho de que Putin esté buscando una nueva justificación ideológica con respecto a Ucrania sugiere que realmente está al borde de algo grande: un intento de reescribir el orden de seguridad posterior a la Guerra Fría en Europa. Habiendo creado una crisis, espera invitar al presidente estadounidense Joe Biden a la mesa de negociaciones para resolverla. Allí, Putin imagina que los dos líderes trazarán nuevas líneas en Europa, dividiendo el continente en esferas de influencia. Moscú ha fantaseado con ese escenario por años.
Lo que necesita Ucrania
Rusia es un maestro en vender mentiras, y sus demandas ilegítimas de garantías y concesiones unilaterales son justamente eso. Pero no tenemos que comprar lo que nos venden, ni siquiera reconocer la oferta. Occidente no debería apaciguar a Rusia accediendo a negociar sobre la OTAN, ni debería darle a Rusia la satisfacción de rechazar sus ultimátum. Más bien, Occidente debería simplemente ignorarlos, y continuar manteniendo las conversaciones mientras se niega a ceder ante los ultimátum de Putin sobre Ucrania y la OTAN.
Mientras tanto, Estados Unidos y sus aliados europeos deben fortalecer sus esfuerzos para disuadir a Rusia. A diferencia del apaciguamiento, la disuasión tiene un historial exitoso. En la primavera de 2021, por ejemplo, Rusia comenzó su despliegue masivo a lo largo de la frontera con Ucrania y expuso un conjunto de reglas beligerante que amenazaba con destruir Ucrania. Los socios de Ucrania manifestaron su contundente apoyo a Ucrania en público y a puerta cerrada, y Moscú se vio obligada a aliviar las tensiones.
La única forma eficaz de avanzar es el plan integral de disuasión que Ucrania y sus socios están elaborando actualmente. El primer componente es enviar señales políticas claras a Moscú. Eso significa dejar en claro que Ucrania es parte de Occidente y un futuro miembro de la UE y la OTAN y que la soberanía y la integridad territorial de Ucrania no son negociables. La segunda parte del plan implica consecuencias: en el peor de los casos, una posible invasión, Occidente efectuará severas sanciones. La elaboración de estas medidas ahora podría evitar a que Occidente las necesite aplicar más adelante.
La tercera y última parte del plan es profundizar la asistencia militar a Ucrania. Tenemos nuestras propias fuerzas militares en Ucrania, y no esperamos que los países occidentales pongan las botas en el terreno. Sin embargo, necesitamos más armas para poder defendernos. Todo cuenta, desde las municiones hasta el equipo médico, pero en particular necesitamos defensas aéreas y antimisiles.
La opción: fortaleza
El objetivo de Ucrania es simple: la paz a través de la fortaleza y firmeza de su postura. Por ahora, Estados Unidos y sus aliados europeos deberían hablar con Putin para ganar tiempo mientras fortalecen a Ucrania, para evitar que Rusia no tenga una opción militar viable para invadirla. En ese momento, será posible alcanzar un acuerdo de paz justo para Donbas y finalmente llevar a Ucrania a la UE y la OTAN.
Ambos objetivos pueden verse lejanos de momento, pero a largo plazo, es ese el rumbo que tomará el pueblo ucraniano. No otro.
No abandonaremos este curso, sin importar cuánta presión enfrentemos de Rusia, o de nuestros socios estadounidenses o europeos. Cuando escucho a algunos comentaristas occidentales decir que la proximidad de la OTAN es un tema sensible para Putin, solo tengo una pregunta: ¿la vida y el futuro de 44 millones de ucranianos tampoco son sensibles?
Por Dmytro Kuleba
Ministro de Asuntos Exteriores de Ucrania
En Twitter: @DmytroKuleba
Artículo publicado originalmente en Foreing Affairs, adaptado y traducido por Lautaro Piersiguelli @LautaroPiersig1