El plan de paz de Ucrania, presentado a finales de 2022, exige la retirada total de las tropas rusas, el restablecimiento de las fronteras pre-2014 —incluyendo Crimea bajo control ucraniano— y la creación de un tribunal especial para juzgar los crímenes de guerra rusos. Estas demandas reflejan la postura de Ucrania de no ceder terreno y de buscar justicia por las agresiones sufridas. Sin embargo, la implementación de estas condiciones requeriría la derrota completa de Rusia, algo que parece improbable sin una escalada significativa del conflicto, posiblemente hasta un enfrentamiento nuclear.
Por otro lado, el plan de Rusia ha evolucionado desde la conferencia de Estambul a principios de 2022. Inicialmente, Rusia buscaba que Ucrania adoptara una posición de neutralidad, es decir, que no se uniera a alianzas militares como la OTAN. Además, proponía un estatus de autonomía para las regiones del Donbás, incluyendo Donetsk y Lugansk. Sin embargo, con el transcurso de la guerra, sus demandas se han endurecido, exigiendo la retirada de las tropas ucranianas de varias regiones, la neutralidad de Ucrania y el levantamiento de las sanciones occidentales. Este cambio refleja la percepción de ventaja militar de Rusia y su estrategia para maximizar sus ganancias territoriales y políticas. Ambos planes de paz operan en diferentes horizontes temporales, con el plan ucraniano proyectado a largo plazo y dependiendo de una intervención más amplia de la OTAN. En contraste, el plan ruso busca consolidar rápidamente sus ganancias y disuadir cualquier intervención significativa por parte de Occidente. Esta discrepancia temporal refleja no solo las diferentes estrategias militares, sino también las realidades políticas y económicas de cada país.
El enfrentamiento entre estos planes revela una verdad incómoda: la paz en Ucrania no se decidirá en Kiev, sino en Moscú y Washington. Las decisiones que tomen estos dos poderes influirán directamente en el curso del conflicto y en cualquier posible resolución. La conferencia en Suiza, aunque bien intencionada, resulta irrelevante sin un compromiso firme de estos actores clave.
Las próximas elecciones presidenciales en Estados Unidos en noviembre, donde Joe Biden se enfrentará nuevamente a Donald Trump, añade incertidumbre al panorama. Biden, quien ha mantenido una postura firme de apoyo a Ucrania podría ver limitada su capacidad de acción dependiendo de la dinámica electoral y las presiones internas. Si Estados Unidos no intensifica su apoyo, es probable que Europa Occidental también se retrase, debilitando la posición de Ucrania. En cambio, si Trump ganara las elecciones, podría cambiar drásticamente la política estadounidense hacia Ucrania, potencialmente reduciendo el apoyo militar y financiero, debilitando aún más la posición del país en el conflicto.
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La guerra ha tenido un costo humano devastador. Desde 2014, cuando comenzaron los conflictos en el este del país que luego escaló con la invasión rusa en 2022, miles de vidas se han perdido y millones de personas han sido desplazadas internamente o han buscado refugio en países vecinos. Esta tragedia ha dejado un profundo impacto en las comunidades afectadas, con ciudades enteras convertidas en campos de batalla y un deterioro constante de las condiciones de vida para los civiles atrapados en medio del conflicto.
La responsabilidad de Rusia es innegable debido a su agresión militar directa y a las violaciones de derechos humanos que ha cometido. Moscú ha avasallado a un estado soberano al manipular la historia para justificar su intervención bajo el pretexto de combatir a grupos neonazis y al mismo tiempo negando la soberanía de Kiev. Sin embargo, la OTAN también comparte parte de la responsabilidad al expandirse hacia el este sin considerar adecuadamente las preocupaciones de seguridad de Rusia, lo que exacerbó las tensiones y contribuyó a la situación actual de conflicto. Esta crítica no es nueva; figuras como George Kennan, un destacado diplomático y estratega estadounidense conocido como el arquitecto de la política de contención de la Guerra Fría, advirtieron en los años 90 que la expansión de la OTAN hacia las fronteras rusas sería un error estratégico que inflamaría las tensiones en Europa.
En conclusión, la guerra en Ucrania representa uno de los mayores desafíos geopolíticos de nuestro tiempo. Las actuales propuestas de paz reflejan la profunda brecha entre Kiev y Moscú, conflicto cuya resolución se ve aún más complicada por las próximas elecciones estadounidenses y las incertidumbres que estas traen consigo.
Por Mg. Guido Feld
Analista Internacional. Columnista INFOBAE y medios locales. Magister en Estudios Internacionales UCEMA.