Compartimos la voz del jefe de la diplomacia de Ucrania. La postura de Kyiv en la palabra del Ministro de Exteriores Dmytro Kuleba a través de esta nota que compartimos en nuestro idioma pero que fuera publicada originalmente en Foreign Affairs. Comentarios de la geopolítica, de la historia y el presente de la política exterior de Ucrania y su conexión con Occidente.
Desde que se disolvió la Unión Soviética en noviembre de 1991, el área que se extiende desde Europa central hasta Asia central se ha denominado como el «espacio postsoviético». El término implica engañosamente un grado de coherencia política, social y económica entre un conjunto diverso de países, incluyendo Ucrania. Aún más preocupante es que su uso alienta a los políticos y a la opinión pública que está afuera de esta geografía, a observar y contemplar a los países dentro de ella a través de una sola perspectiva.
Este enfoque solo sirve a los intereses y objetivos imperialistas del Kremlin. El presidente ruso, Vladimir Putin, no evita de promover la falsa narrativa histórica de que los ucranianos y los rusos constituyen «una nación». Según los informes, su reciente obra de 5.300 palabras sobre el tema se ha convertido en lectura obligatoria para los militares rusos. Putin desea reunir a los países de la ex Unión Soviética y revertir lo que él llama la «mayor catástrofe geopolítica del siglo XX». Pero para millones de personas en toda la región, el colapso de la Unión Soviética no fue una catástrofe, sino todo lo opuesto, una liberación.
Luego de 1991, una historia compartida unió a los países que emergieron de los escombros de la Unión Soviética; pero cada uno generó su propia trayectoria en las décadas siguientes, por lo que resulta que dichas experiencias en común sean cada vez menos relevantes desde lo colectivo. Por otro lado, los países occidentales deben dejar de verlos como el espacio postsoviético desde una lógica uniforme.
Pero si esta construcción geopolítica está desactualizada, ¿qué marco debería reemplazarla? ¿Y qué modificaciones requeriría el cambio de política exterior de Estados Unidos y de sus aliados?
En el caso de Ucrania en particular, reconocer la nueva realidad significaría institucionalizar el lugar del país, que es en Occidente. Es hora de que Estados Unidos y Europa establezcan un camino claro para que Ucrania finalmente se pueda unir a la OTAN y la Unión Europea.
China’s Diplomatic Triumph in Palestinian Reconciliation
China's recent accomplishment in facilitating a reconciliation agreement between Palestinian organizations Hamas and Fatah signifies a remarkable milestone in its expanding position as a global...
El Arco de la Historia
A mediados de la década de 1980, el programa de reformas de la “glasnost” y la perestroika del líder soviético Mikhail Gorbachev, desató fuerzas centrífugas dentro de la Unión Soviética. Las repúblicas que constituían la URSS hicieron esfuerzos para escapar de la órbita de Moscú, recuperar sus identidades nacionales y encontrar su propia manera para superar las dificultades económicas.
Para 1991, el proceso estaba completo, es decir, la Unión Soviética se disolvió y en su lugar había 15 estados independientes.
Desde entonces, algunos países como Bielorrusia han ralentizado el tiempo y han intentado conservar su herencia soviética; mientras que otros han tratado de sacarse esa herencia lo más rápido posible.
Los estados bálticos y las naciones del antiguo Pacto de Varsovia omitieron su pasado soviético y tomaron medidas para integrarse con la OTAN y la UE. Iniciaron este proceso ya en la década de los 90’, para completarlo en el 2004, justo antes de que el imperialismo ruso comenzara a resurgir nuevamente. Sin embargo, a duras penas, Ucrania y Georgia se perdieron ese momento histórico. Ambos quedaron fuera de la puerta, y ambos sufrieron posteriormente los ataques militares rusos, a costa de vidas y territorio.
Durante las últimas dos décadas, Vladimir Putin ha intentado restaurar el control de Moscú en toda la región, e incluso quebrantando fronteras reconocidas internacionalmente para seguir ese objetivo. Sin embargo, al tratar de doblar el arco de la historia a su merced, Putin solo logró fortalecer e incrementar precisamente a esas mismas fuerzas que pretende someter. Esta dinámica se hizo evidente después de la invasión rusa de Georgia en 2008, y más aún después del ataque de 2014 a Ucrania.
El Kremlin había estado aplicando presión sobre Kyiv mucho antes de estos eventos. El constante acoso del presidente de la Federación Rusa, combinado con la mala decisión otorgada por el ex.presidente ucraniano Viktor Yanukovych de ceder ante Moscú y revertir el curso proeuropeo de gobiernos anteriores, desencadenó las protestas a fines de 2013 que se convirtieron en la Revolución de la Dignidad de Ucrania.
Después de que Yanukovych ordenó a la policía que disparara contra los manifestantes, lo que provocó más de 100 muertes, el pueblo ucraniano lo obligó a dejar su cargo. A tal efecto, Rusia invadió Crimea en unos días. Los ucranianos ya habían cambiado irreversiblemente la trayectoria del país, asegurando que ningún gobierno de Kyiv utilice la fuerza contra sus propios ciudadanos, a diferencia de los gobiernos de Rusia y Bielorrusia hasta el día de hoy.
Este año marca el 30º aniversario de la independencia de Ucrania. Millones de jóvenes ucranianos no han vivido un solo día en la Unión Soviética, y muchos de ellos ahora tienen sus propios hijos. La idea de un «pasado soviético común», que ya se desvanece entre las generaciones anteriores, significa poco para ellos.
Estos jóvenes han vivido dos revoluciones, primero la Revolución Naranja de 2004 y luego la Revolución de la Dignidad de 2014; y además una guerra en curso con Rusia. Para ellos, Ucrania nunca ha obtenido la independencia, siempre ha sido independiente.
Contra las esferas de influencia
En Ucrania y en otros lugares, se busca terminar los lazos con Moscú sin importar lo que Putin o sus seguidores tengan que decir frente a tal cuestión. Por lo tanto, Estados Unidos y sus socios occidentales tienen la oportunidad de diseñar una estrategia ambiciosa, con políticas específicas adaptadas a las circunstancias de los países de la región.
En el caso de Ucrania y Georgia, tener la membresía de la OTAN es una prioridad absoluta. Ambos países ya participan en las actividades de la OTAN como socios. Junto con Bulgaria, Rumania y Turquía; las contribuciones de Ucrania y Georgia son fundamentales para garantizar la seguridad en el Mar Negro. Rusia se está volviendo cada vez más agresiva en la región, está interrumpiendo las rutas comerciales e interfiriendo con la libertad de navegación, desarrollando sus capacidades convencionales y nucleares en la Crimea ocupada y utilizando el territorio como un centro logístico para sus actividades militares en el Medio Oriente.
Más allá de la cooperación en materia de seguridad, Ucrania y Georgia se han comprometido a profundizar su integración económica y política con Europa. Junto con Moldavia, los ministros de Relaciones Exteriores de los dos países establecieron el “Trío Asociado” (Associated Trio) en Kyiv a principios de este año, con el objetivo de obtener una eventual membresía en la UE. Para Europa, vincularse con el grupo es una oportunidad para mejorar la posición global de la UE, expandiendo el alcance de sus valores democráticos y fortaleciendo sus cuestiones económicas. Para Estados Unidos, esta cooperación es cada vez más importante, ya que permite contribuir a los objetivos de la administración de Joe Biden, que busca reforzar la unidad transatlántica y fortalecer la frontera oriental de la Europa democrática.
Las capitales occidentales también tienen la oportunidad de llevar cabo incursiones en otros países donde Moscú ha dominado históricamente. Los vecinos de Georgia en el Cáucaso, Armenia y Azerbaiyán merecen una consideración especial. Lograr estas relaciones de manera efectiva puede contribuir en gran medida a mejorar la confianza entre Occidente y Turquía, un importante aliado de la OTAN. Rusia ha tratado de fortalecer su control posicionándose como un pacificador y mediador de las disputas de la región. Sin embargo, tras la inesperada reelección del primer ministro armenio Nikol Pashinyan, un líder inclinado a equilibrar la balanza en lugar de ceder ante las potencias extranjeras. Mientras que la alianza entre Azerbaiyán y Turquía, permite dar a Occidente una oportunidad para limitar la influencia de Rusia.
En Asia Central, la propia experiencia de Ucrania es una prueba de la pérdida de control de Rusia. Moscú ha intentado bloquear el acceso de Kyiv a la región desde 2014, pero han encontrado formas de evadir los obstáculos. Los constantes esfuerzos para restaurar lazos comerciales, desarrollar proyectos de infraestructura, y brindar oportunidades para que los estudiantes estudien en Ucrania están comenzando a dar sus frutos.
Incluso en Bielorrusia, donde es poco probable que espíritu ciudadano por más valores democráticos desaparezca a largo plazo, se está generando un puente más cercano Occidente; a pesar de los esfuerzos de Alexander Lukashenko, y su respaldo del Kremlin en alianza por mantenerse y perpetuarse en la presidencia.
Rusia, a fin de cuentas, sigue siendo una potencia regional fuerte. Pero desde Minsk en el oeste hasta Ulan-Bator en el este, Moscú ha perdido hace mucho tiempo su monopolio de la influencia política.
El posicionamiento geográfico de ningún país le tiene que representar a Rusia pretender cualquier tipo de restricción para aquellos que aspiran tejer relaciones estratégicas con Washington o Bruselas. Después de todo, las preocupaciones sobre las fronteras compartidas no han limitado a China, que ha desarrollado lazos notables con varios países que históricamente han caído directamente en la esfera de influencia de Moscú. Paralelamente, Estados Unidos y sus aliados europeos deberían dar importancia a la idea de que, al cooperar con el Kremlin, pueden evitar una asociación ruso-china más estrecha.
Moscú ya se mueve dentro de la órbita de Pekín, y probablemente ya desconfíe de acercarse aún más a una China mucho más poderosa.
Conflicto de Hammu y Cachemira. ¿Un conflicto sin fin?
El profesor Lic. Raúl Nuñez ha elaborado este documento con el objetivo de analizar el recorrido histórico de los acontecimientos ocurridos en el conflicto de Hammu y Cachemira, describiendo los...
La unidad de Occidente
La membresía de Ucrania en la OTAN y la UE no solo reforzará el progreso en Ucrania; también ayudará a unificar a Occidente una vez más.
Como actor en Europa central y oriental, y también en el Mar Negro, Ucrania tiene mucho que ofrecer como parte de la OTAN en materia de seguridad regional. Las fuerzas armadas de nuestro país tienen experiencia de combate en la lucha contra las tropas rusas desde la invasión de 2014. Ningún miembro actual de la OTAN posee tal experiencia o conocimiento en dichos ámbitos. Y cuando se trata de ciberseguridad y lucha contra la desinformación, pocos países cuentan con la capacidad de Ucrania para reconocer y contrarrestar las tácticas rusas.
Ucrania también desempeña un papel fundamental para garantizar la independencia energética de Europa. Durante décadas ha sido un país de tránsito confiable para el suministro de gas a Europa. Y se planea que siga siéndolo, a pesar de los intentos de Rusia de eludir el sistema ucraniano con proyectos como el gasoducto Nord Stream 2. Ucrania ofrece la ventaja de su infraestructura energética única, que incluye las terceras instalaciones subterráneas de almacenamiento de gas más grandes del mundo y el soporte de 22.991 millas de tuberías. Y con su enorme potencial para producir hidrógeno verde, a través de la energía solar y eólica, Ucrania está bien posicionada para contribuir a la transición verde de Europa. Otros elementos de la economía de Ucrania también son muestra de la proyección futura están relacionadas con la capacidad en la esfera de la digitalización y hasta en el sector agrícola; que se encuentra tecnificado y a niveles productivos de contribuir en garantizar la seguridad alimentaria mundial.
A pesar de todos los avances que ha logrado Ucrania hasta ahora, el país aún necesita todavía de seguir avanzando en un proceso de reformas. Los esfuerzos para eliminar la corrupción están dentro de esas asignaturas pendientes. El gobierno ya ha logrado avances significativos, incluida la implementación de una ley histórica de reforma agraria, que aumentará la transparencia e impulsará la economía. Este verano se aprobaron otros proyectos de ley cruciales para limpiar el poder judicial, otorgando a los expertos internacionales un voto decisivo en el proceso de filtrado de posibles jueces con dudosa reputación. Somos realistas sobre cuánto más queda por hacer para abordar la corrupción en el sistema judicial, los sectores de defensa y seguridad y otras instituciones.
Bajo el mandato del presidente Volodymyr Zelensky, Ucrania está plenamente comprometida con acelerar los esfuerzos de reforma de acuerdo con las expectativas de sus socios europeos y transatlánticos. Esto es lo que quiere el pueblo de Ucrania, y ha pagado un alto precio defendiendo su elección.
Pero los propios esfuerzos de Ucrania no tendrán éxito sin el fuerte apoyo de la UE, la OTAN y los estados miembros de los dos organismos. Los pasos que tomemos deben ser recíprocos, con todas las partes trabajando con el objetivo de lograr la membresía de Ucrania en ambas organizaciones. Estados Unidos y Europa deben reconocer que Ucrania es parte de Occidente, y de esta forma, los esfuerzos actuales demostrarán no ser en vano.
Escrito por el Ministro de asuntos exteriores de Ucrania Dmytro Kuleba. En Twitter: @DmytroKuleba
Texto publicado originalmente en https://www.foreignaffairs.com/
Traducción Adaptación de Lautaro Piersigilli
Relaciones Internacionales Universidad de Belgrano. En Twitter https://twitter.com/LautaroPiersig1