Lo vemos como algo «distante» de alcanzar en términos de tener una real presencia y con desconocimiento sobre lo que puede beneficiar para toda la humanidad. Es el Espacio. Ignacio Olivar ha venido desde hace años investigando y publicando sobre los temas espaciales y nos trae esta nota que ayuda a entender sintéticamente y con ejemplos de qué estamos hablando cuando se trata de «el espacio».
Pensar en la Humanidad trascendiendo su existencia más allá de los límites de la Tierra casi siempre resulta en percepciones y opiniones más propias de la fantasía de los relatos de ciencia ficción; la cultura popular, especialmente el cine, corrobora y afirma esta noción. Considerar el potencial y la necesidad de evolucionar hacia un estadio denominado como “Especie Multiplanetaria” implica en parte extraer dichas fantasías y situarlas en la frialdad de lo real, de lo posible, y esto implica en cierta medida algún tipo de desconfianza al respecto.
Pero un error habitual es el considerar al acceso y uso efectivo del Espacio como un fin en sí mismo, idea que permeó desde 1957 y la puesta en órbita del Sputnik hasta prácticamente la actualidad. La presencia efectiva y cotidiana de la Humanidad en el Espacio Ultraterrestre en cambio, debe ser considerada como el inicio de una nueva etapa en nuestro evolución como especie puesto que desde un enfoque antropológico los seres humanos siempre hemos procurado expandir nuestras fronteras de existencia y dichas expansiones han surgido casi en forma paralela a disrupciones tecnológicas que de forma simbiótica han contribuido (y en algunos casos forzado) el avance y descubrimiento de nuevos territorios.
También es un error habitual percibir la “conquista del Espacio” como un mero desarrollo de vehículos espaciales, satélites, robots, relegando al fenómeno como una simple expresión tecnológica sustentada por necesidades políticas circunstanciales. El acceso y uso del Espacio va más allá de ello. Implica vínculos sociales, expectativas, rasgos culturales de los actores involucrados, miedos, deseos, necesidades comunitarias, incluso hasta se pueden hallar inquietudes espirituales y filosóficas alrededor de la pregunta constante acerca del sentido de nuestra existencia dentro de este Universo.
Por lo tanto ¿cuáles serían las motivaciones para comenzar a transitar esta nueva etapa de la Historia de la Humanidad?
En primer lugar, una necesidad imperiosa de preservar nuestra existencia y asegurar nuestra supervivencia ante cualquier tipo de catástrofe (natural o provocada por los propios seres humanos), hallar una suerte de “póliza de seguro cósmico” ante posibles fatalidades. Desde guerras mundiales con riesgo de destrucción masiva pasando por epidemias, catástrofes ambientales, riesgo de colisión con otros cuerpos celestes, extinción de recursos vitales dentro del planeta Tierra, etc. Pero no sólo se trata de evitar escenarios apocalípticos que muy bien ha plasmado Hollywood, sino también de cuidar nuestro planeta de origen. La preocupación creciente por el cuidado del medio ambiente es uno de los motores para tal objetivo.
También la expansión hacia otros mundos implicaría generar nuevas oportunidades de empleo, de emprendimientos, tanto hacia el interior de la Tierra como potencialmente “afuera”, agilizar economías estancadas, potenciar los sistemas educativos y aunque pueda parecer utópico e ingenuo, también es contribuir con la buena convivencia entre los seres humanos. La cooperación parecería que es una condición impuesta por el propio Universo para garantizar nuestra existencia fuera de la Tierra.
Cameron Smith y Evan Davies en su libro “Emigrating Beyond Earth” (Springer-Praxis Books, 2012) analizan a la perfección estas cuestiones desde un enfoque antropológico, y es de destacar su opinión respecto de que “la migración de la Humanidad hacia el Espacio será continuación de un proceso natural evolutivo. Los humanos y nuestros ancestros poseemos un legado de cuatro millones de migraciones y no hallamos razones lógicas para diferenciar las migraciones antiguas a través de los distintos hábitats terrestres de la migración fuera de la Tierra”.
Tampoco se debe olvidar que la curiosidad en términos científicos es otro de los factores que movilizan a la Humanidad a explorar y habitar otros ámbitos fuera de la Tierra y de hecho gran parte de los esfuerzos y desarrollos procuran satisfacer dicha necesidad de comprender un poco más acerca de la naturaleza del Universo. Esto ha sido una constante desde los inicios de la Humanidad como civilización.
Dicha curiosidad se ha potenciado recientemente en la aparición de nuevos actores que procuran asumir el rol protagónico en lo que se puede considerarse la “Segunda Carrera Espacial”.
Iniciativas como Starship de SpaceX y los planes de Elon Musk de establecer residencia estable para un millón de personas en Marte, el surgimiento de RocketLabs de Nueva Zelanda cuyo CEO Peter Beck dirige más la atención hacia Venus, los dinamarqueses de Copenhagen Suborbitals con un programa open-source para el desarrollo de su vehículo espacial sumado al turismo espacial de Virgin Galactic y Blue Origin, la reciente misión de astronautas privados a la Estación Espacial de Axiom Space (cuyo objetivo es desarrollar una estación espacial comercial) en conjunto con SpaceX, AI Space Factory y su diseño de hábitats fabricados con impresoras 3D destinados al planeta rojo que obtuvieron el primer premio del concurso realizado por NASA en 2019 o el diseño innovador de trajes espaciales BioSuit de Dava Newman (actualmente directora del MIT Media Lab) son apenas algunos de las constantes propuestas que día a día se pueden observar. Incluso países con escasa o nula historia espacial están comprendiendo que el acceso y uso del Espacio ya no es un asunto reservado para las grandes potencias. La misión Hope a Marte de Emiratos Árabes Unidos es el mejor ejemplo.
Dar este salto evolutivo convirtiendo a la Humanidad en una especie multiplanetaria no es tarea fácil. Además de las limitaciones técnicas que se poseen actualmente, los obstáculos impuestos casi siempre por los Estados que aún perciben al Espacio como una frontera infranqueable, también se requiere un cambio profundo en nuestra auto percepción como especie, nuestra visión acerca de quiénes somos y cuáles son los futuros posibles y en parte deseables.
Y tengamos siempre presente la genial frase de Carl Sagan: “somos polvo de estrellas que piensa acerca de las estrellas”.
Por Ignacio Olivar. Relaciones Interancionales UNCPBA, Argentina
En Twitter: @IgnacioAOlivar