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La construcción del “Gran Canal Interoceánico de Nicaragua” que unirá el océano Atlántico y el mar Caribe con el océano Pacífico a través del territorio nicaragüense, despertó el interés de la opinión pública internacional. Si bien, los impresionantes números que implica su construcción (estimada en U$S 50.000 millones) son los que acaparan la mayor parte de la atención, en esta nota, son las implicancias geopolíticas que rodean al proyecto las que nos convocan. Para develarlas con mayor facilidad, proponemos al lector entender al escenario internacional como un sistema, es decir, como un grupo de unidades relacionadas que interactúan entre sí y se afectan mutuamente . Aunque, con frecuencia las interpretaciones sistémicas suelen ser duramente criticadas, aquí consideramos de mucha utilidad esta noción de sistema en tanto el mismo sea entendido como asimétrico (conformado por partes desiguales entre sí en cuanto a capacidades y recursos), pues permite ver cómo la acción de una unidad impacta en las demás y no representa una conducta aislada y sin sentido. En efecto, se cristaliza la existencia de una dinámica de poder extendida más allá de las fronteras nacionales. Si nos focalizamos, particularmente, en la construcción del canal bioceánico, sería dificultoso pensarlo simplemente como una obra pública sin implicancias políticas que la trasciendan.
A continuación, exponemos una serie de consideraciones que nos permitirán pensar al proyecto de conexión física en clave geopolítica. A pesar de ser expuestas por separado es necesario conjugarlas y no entenderlas aisladamente.

La naturaleza del proyecto:
El canal de Nicaragua es una obra “internacional” al menos en dos sentidos. En primer lugar, fundamentalmente, por conectar dos vías de comunicación eminentemente internacionales como son los océanos Atlántico y Pacífico. Por otro lado, porque su carácter extraordinario exige la participación de diversos actores internacionales en su concreción. Sería imposible para un estado como el nicaragüense (cuyo PBI de 2013 fue de alrededor de U$S 11.250 millones ) responder en soledad a los requerimientos de una mega obra que insume una cantidad impensable de recursos de todo tipo (financieros, logísticos, arquitectónicos, etc.) e, incluso, que necesita modificar las condiciones naturales del espacio físico donde se realizará.Canal.3
Históricamente, este tipo de obras internacionales ha despertado un inmenso interés y recelo por parte de las grandes potencias en virtud de asegurarse no sólo la libre circulación, sino, determinadas prerrogativas -más aún si la ubicación del canal fuera meritoria de ser considerada estratégica. Así ocurrió con el canal de Panamá: EEUU adquirió la tutela del mismo y la proyectó a toda la unidad estatal. La misma dinámica se presentó al respecto del canal de Suez, siendo el Reino Unido la unidad clave.

Factor territorial:
El proyecto del canal atraviesa físicamente al estado de Nicaragua cubriendo un área de 270 km2. Si bien se extiende sobre un estado independiente, no puede desconocerse que el mismo se emplaza en una región sumamente sensible para el actor regional hegemónico. Es conocido que América Central y, específicamente, el Caribe han sido considerados como el patio trasero de los EEUU en tanto zona natural de proyección y defensa de su frontera sur. La vasta cantidad de intervenciones estadounidenses a lo largo del siglo XX evidenciaron la determinación de dicha unidad de no tolerar ningún tipo de intromisiones (ni siquiera ideológicas) en una región considerada vital para su seguridad nacional. A pesar de que la llegada del nuevo siglo dejó atrás (o hizo más costosa) la utilización de estas prácticas, tras los atentados de septiembre de 2001, muchos analistas coincidieron en que el perímetro de seguridad de EEUU en la zona se extendió, incluyendo a Colombia y Venezuela , por lo cual, la región siguió siendo relevante para Washington e incluso se amplió.

Factor político:
Así como el canal puede considerarse fruto de una necesidad comercial (el crecimiento de los flujos del comercio internacional) o territorial (conexión física), también es factible considerarlo como un emergente político. Esta apreciación, en gran parte, está justificada por la orientación del actual gobierno nicaragüense, conducido por Daniel Ortega, líder del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). El gobierno de Ortega es visto por muchos como uno de los más radicalizados en el contexto del “giro a la izquierda” iniciado en la región hace más de una década y, en este sentido, uno de los más contestatarios a la proyección de los EEUU en el continente. Al respecto, la lectura del canal nicaragüense como “alternativo” al de Panamá (bajo influencia estadounidense ) es compatible con la postura política de la administración. Obviamente, el gobierno de Ortega, argumentó “lo alternativo” en el sentido de superar algunas de las limitaciones presentes en el centenario canal panameño , sin esgrimir consideraciones de tipo político.
Por otro lado, los cambios a nivel sistémico, puntualmente, en la distribución del poder global y el ascenso de actores con gran relevancia (China, India, Rusia, Brasil), apoyan la tesis del canal como emergente político. El trasfondo de aquellos cambios es un declive relativo del poder estadounidense, por lo cual, la construcción de un canal que erosione su influencia en la zona, no es extraño. Los interesados en dicha erosión son precisamente algunos de los actores en ascenso, sobretodo China, quién viene llevando exitosamente en la última década un acercamiento sin precedentes con Latinoamérica. No obstante, Beijín no se ha manifestado expresamente y, por el momento, los intereses chinos en la construcción del canal se han limitado al ámbito privado .
Un elemento desconcertante en esta situación es la posición de silencio de los EEUU frente a un cuadro que a simple viste erosionará su influencia zonal .

Factor comercial:
Los móviles económico-comerciales son uno de los argumentos empuñados con mayor fervor por parte de la administración Ortega. El traslado del eje del comercio mundial al denominado espacio “Asia-Pacífico” es la razón más importante. En ese escenario, China representa el núcleo central al ser una unidad que para 144 países constituye el principal socio comercial . En este argumento, no deben olvidarse los beneficios inmediatos que la construcción del canal reportará para Nicaragua (creación de puestos de trabajo, llegada de inversiones para obras y servicios complementarios, etc.)
Es contundente que otras unidades estatales de la zona se beneficiarán. Es interesante destacar, por ejemplo, el dinamismo que adquirirá el vínculo entre el canal nicaragüense y el puerto cubano de Mariel (también denominado como Zona Especial de Desarrollo, actualmente un gran proyecto de infraestructura receptor de fuertes inversiones de los BRICS). Sin dudas, este lazo generará una sinergia zonal, más aún en el marco de normalización de las relaciones entre Cuba y los EEUU .

Conclusiones
La idea de esta nota era dilucidar que todas las unidades estatales, por pequeñas que sean, son capaces de generar impactos en el sistema internacional, si bien, de diversas magnitudes. Sin dudas, la construcción del canal de Nicaragua no es ajena a esa apreciación y se ve atravesada por aspectos políticos que la trascienden. Más allá que, de manera explícita, ni el gobierno de Ortega ni el inversor (La HK Nicaragua Canal Development Co., Limited) han justificado el proyecto con argumentos de índole geopolítica, el espacio, el tiempo y los actores intervinientes arrojan algunas pistas. En este sentido, la realización de una obra de infraestructura internacional por naturaleza, en un espacio históricamente sensible y bajo influencia estadounidense, en un tiempo político mundial tendiente al multipolarismo y motorizada por capitales privados de uno de los actores en ascenso más importantes (China), dan cuenta de una novedosa configuración de relaciones regionales. Este entramado es, en definitiva, la expresión local de la redistribución del poder global y, por lo tanto, un fenómeno geopolítico que traspasa al canal de Nicaragua como simple obra pública.

*Barreto Maximiliano, Licenciado en Relaciones Internacionales (UNR).

Roberto Russell y Juan G. Tokatlian, “Resistencia y cooperación: opciones estratégicas de América Latina frente a Estados Unidos”, en Ricardo Lagos (Comp.), América Latina: ¿integración o fragmentación?, Editorial Edhasa, pág. 228.
El Tratado Carter-Torrijos de 1977, reconoció la soberanía panameña sobre el canal, sin perjuicio de otorgarle a EEUU los derechos necesarios para operar sobre el mismo hasta el año 1999. Una vez finalizado el plazo, Panamá pasó a tener plena soberanía, si bien con la limitación de que los EEUU, durante la vigencia del tratado, tendrían responsabilidad primaria en la defensa del canal.
El nuevo canal sería más ancho y profundo, permitiendo el paso de buques de gran calado.
La construcción y administración del canal fue concedida por la Ley 840 a la empresa china HK Nicaragua Canal Development Co., Limited, por un período de 50 años prorrogables por un mismo lapso. La Gaceta Diario Oficial, disponible en: http://www.mem.gob.ni/media/LEY%20840%20Ley%20Especial%20para%20el%20Desarrolo%20de%20Infraestructura%20Gran%20Canal.pdf
Principalmente en cuanto a la nacionalidad de la empresa concesionaria.
Clarín, “Brasil-China, nuevo eje del comercio mundial”, disponible en: http://www.clarin.com/opinion/Brasil-China-nuevo-eje-comercio-global_0_875912502.html
Emir Sader, “La geopolítica latinoamericana, canales y Mariel”, La red 21, disponible en: http://www.lr21.com.uy/mundo/1209131-canal-interoceanico-nicaragua-mariel-geopolitica-china

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