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Esta publicación es el trabajo final del Dr. Carlos Pereyra Mele para la Diplomatura en Estudios Estratégicos Chinos, de la Universidad de la Defensa UNDEF Argentina. Con el título «Análisis desde la visión clásica de los geopolíticos atlantistas occidentales y los continentalistas euroasiáticos», es un material que ensaya la tesis sobre el equilibrio de poder mundial con fin del dominio de occidental, el ascenso de China y la revalorización geopolítica de Eurasia.

El siguiente trabajo que analiza la “Ruta de la Seda Marítima o Collar de Perlas” de la apuesta diplomática clave de Política Exterior China y su ambicioso giro hacia el Oeste incluyendo los fundamentos o críticas de la afirmación, su contexto histórico, económico, político y cultural y una reflexión personal.
El llamado «Collar de Perlas» es el contundente y realista resultado de una paciente y elaborada “idea” geopolítica china, implementada desde hace décadas, que consiguió sacar a China del encierro geográfico impuesto por las potencias, y que pone en evidencia los gigantescos cambios en los paradigmas del control del “sistema mundo” y que han transformado las nuevas “coordenadas geopolíticas” por donde evoluciona la lucha por el poder mundial.

Geográficamente, el Collar de Perlas es una sucesión de puntos estratégicos de puertos, vías de navegación, mares, estrechos, pasos, puestos de abastecimientos, etc., coordinados con rutas terrestres y con infraestructuras modernas y de alta tecnología, dispuestos de forma parecida a un collar y que le permitirá a la nueva potencia económica mundial, una alternativa propia, independiente y segura por donde pueda transportar sus productos, evitando los inconvenientes y los peligros de las actuales rutas, especialmente las marítimas, condicionadas y controladas por el despliegue militar bélico de Occidente alrededor de China y de su zona de influencia, que resulta una fuente permanente de tensiones y una seria amenaza de enfrentamientos armados.

La historia nos enseña que China fue durante algunos siglos una potencia marítima de grandes flotas y legendarias expediciones, dirigidas por marinos como el navegante Zheng He, que le permitió llegar al sur del Pacifico, al Océano Índico, al Cuerno de África, al actual Yemen y las costas africanas, inclusive hasta la altura del canal de Madagascar. Sin embargo, por el siglo S XV, el imperio decidió abandonar el llamado “Tridente de Neptuno”, quizás porque con sus barcos no buscaba las recompensas del pillaje o el expansionismo territorial, o quizás porque en el auge de su poderío comercial, cayó en la comodidad de que el transporte quedase a cargo de sus clientes y proveedores o por luchas internas o invasiones externas terrestres. En todo caso, tal decisión fue un grave error histórico con una consecuencia nefasta para su futuro cercano, que culminaría con el llamado “Siglo de la Humillación” (1850/1949), en el que fue invadida por Inglaterra y las potencias europeas, sufriendo las dos Guerras del Opio y el ataque de EEUU y de Japón. Todo esto cambió con el triunfo de la revolución comunista y la instauración de la República Popular China, cuando Mao Zedong la proclamó el 1º de octubre de 1949, que modificó la tendencia declinante de pobreza, de hambrunas, de atraso y de dependencia del extranjero invasor. Quizás fue allí cuando comenzaron para China los tiempos de aprender del enemigo y de pensar en el futuro a largo plazo. Lo primero fue mirar a la antigüedad y recordar aquellas navegaciones rudimentarias que solo disponían de los recursos naturales como las corrientes marinas y los vientos, y de la importancia que tenía para ellas, el control de los pasos y estrechos marítimos y de los sistemas de islas para la logística y para el abastecimiento de flotas.

Ejemplos paradigmáticos de ellos hay varios, como el de Gibraltar -que desde 1704 hasta hoy- le permite a Inglaterra administrar, regular y controlar el paso del Mar Mediterráneo al Océano Atlántico. O el caso del control del Canal de Suez y del paso del Mar Rojo al Mediterráneo, que lo transformó por décadas en su “lago inglés”. O el control del Canal de Panamá que le dio a EEUU (1914) la llave del paso del Atlántico al Pacifico y viceversa y que, con su dominio sobre Cuba y Puerto Rico, hizo del Mar Caribe un “lago norteamericano”. Con ello se puede comprobar que el control de los pasos marítimos nunca perdió importancia ni con el advenimiento de la navegación a vapor, ni con los nuevos navíos propulsados por las modernas fuentes energéticas.

Todo lo contrario, ese control estratégico se incrementó aún más con el progreso y el paso del tiempo. Desde la conquista del Mundo por los europeos (siglos XV-XVI) y muy especialmente, desde la circunnavegación de Juan Sebastián Elcano, que dejó al “mundo cerrado”, las potencias europeas impusieron su superioridad sobre el resto de continentes al lograr colonizarlos, dominarlos y explotarlos. Luego, la primera y segunda revolución industrial, les permitió reforzar esa superioridad, sobre los conquistados y globalizados, según los cánones políticos, culturales y económicos de entonces. Por otra parte, cómo hemos podido comprobar en el curso de esta Diplomatura, que hasta la mitad del siglo XIX, el liderazgo de los mercados y del PBI económico mundial seguía estando en manos de Asia (China con un 35% e India con el 30%). Como muestra vale recordar, por ejemplo, la Ruta del famoso “Galeón de Manila”, la ruta española de México a Filipinas y el comercio con China. Ello confirma la importancia que tenía ese mercado para los europeos, pues gran parte de esos productos luego viajaban a toda Europa vía Cádiz y Sevilla. Mercados y comercios que eran entonces muy disputados por todas las potencias navales del viejo continente. Esto también pone la centralidad del presente análisis, en lo importante que es para construir poder, lo que fue y lo que es el control y el dominio marítimo. Y recordar cómo ese poder se fue trasladando de los viejos imperios, como España y Portugal, a Francia y fundamentalmente a Inglaterra (“La Reina” de los Mares”), desde la batalla de Trafalgar en 1805 hasta las primeras décadas del siglo XX. Y que desde 1898, cómo EEUU surgió como la “nueva potencia naval”, derrotando a España y capturando Cuba, luego a Puerto Rico, para hacerse con el Caribe y hacerlo “su propio mar Mediterráneo”.

 Y, por ejemplo, con su dominio sobre la Isla de Guam y las Filipinas, en el Pacifico. Ante estas evidencias nos viene a la memoria el gran intelectual argentino, de la generación de 1900, Manuel Baldomero Ugarte (1875-1951) cuando nos alertaba, con su gran visión hispanoamericana, del nacimiento de la República Imperial Norteamericana con alcance global y de sus consecuencias para los pueblos americanos al sur del río Bravo. Esto nos lleva a tomar una primera aproximación con el tema elegido, sobre los alcances de la Nueva Ruta de la Seda y del Collar de las Perlas, que es justamente una idea geopolítica que saca a China del encierro geográfico al que se le impuso. Cómo ya lo he mencionado al principio. Una idea que tiene en cuenta y aprende de las teorías de los clásicos anglosajones de la Geopolítica como Halford John Mackinder (1861-1947) (A1) y las de sus seguidores estadounidenses como Nicholas John Spykman (1893-1943) y el Almirante Alfred Thayer Mahan, (1840-1914).

Todos teóricos del poder naval occidental y del control de las rutas comerciales llamadas “Talasocracias o Atlantistas”, enfrentadas a las teorías de los llamados “continentalistas”, como el alemán Karl Ernst Haushofer (1869-1946) (A2) y de pensadores geopolíticos rusos como Alexander Duguin. ¿Por qué digo esto?: Resulta que, hasta ahora, vivíamos en un mundo dominado por Estados Unidos, pero que de cierto modo estaba organizado por tratados internacionales. Tratados leoninos, forzados y condicionados por el poder de las potencias, pero tratados al fin. Sin embargo, eso se está viniendo abajo. Las potencias ya no son las que eran, mientras que controlar territorios sigue siendo un objetivo fundamental para los estados poderosos, ya que les brinda poder económico y apoyo militar.

Entonces vemos que si la Teoría de Mackinder (A1) de 1904 marcó profundamente la geopolítica durante décadas del siglo pasado, ahora vemos también que está de vuelta. En aquella época, los océanos eran dominados por la marina británica, lo cual era crucial para que una isla como Gran Bretaña sostuviera su gran imperio. Sin embargo, Mackinder pensó que esta situación se encontraba amenazada y fue ahí donde profundizó sobre lo que él llamaba el «Heartland» (Corazón de la Tierra), o sea de Eurasia. Mackinder pensó que un área tan extensa y rica como esa, que incluye sobre todo a Rusia, y que a la vez podía ser recorrida con un sistema ferroviario, era una zona clave para las potencias. Y su doctrina era: «Quien domina el este de Europa, domina Heartland, quien domina Heartland, reina en la ‘Isla del Mundo’, quien domina la ‘Isla del Mundo’, gobierna el mundo entero».

LiSin embargo, no incluyó a China en sus análisis centrales -que aún vivía el periodo de la humillación- Pero en China, sus estrategas y geopolíticos, por el contrario, si estudiaron está teoría. Evidentemente la realidad de hoy lo demuestra. El continuador de esa teoría, el estadounidense Spykman no pensaba que el heartland, «ese pivote geográfico del mundo», esa centralidad según su enfoque económico-geográfico, se encontrará localizado en Europa Central / Rusia, sino en una zona periférica, sobre el litoral o sobre una cuenca. Según él, el centro del mundo está compuesto de tierras litorales, las “coastlands” de Mackinder a las que llama «borde de tierras» o «anillo de tierras» o «borde de cuencas», el “rimland”.

Este territorio periférico estaría atrapado entre el corazón europeo (Alemania / Rusia), y los mares tutelados por los ingleses. Por esa razón, después de la 2ª Guerra Mundial, EEUU estableció la geoestrategia del control y cerco al mundo euroasiático tutelado por la ex URSS, al cual en 1949 se incorporó China. Un bloque que encendió la obsesión norteamericana de aislarlo, dividirlo y contenerlo. Y fue tal esa obsesión del “cordón sanitario”, que arrastró a Norteamérica a las derrotas en Corea y Vietnam. Dentro de la geoestratégica de hoy, podemos establecer una similitud entre aquella estrategia y la actual, con el desplazamiento del eje de contención de Medio Oriente y Europa hacia el Pacifico-Indico. Que volvió con Obama y para quedarse, “Contrario Sensu”, el continentalismo encabezado por Haushofer (A2) teorizaba que su país, Alemania, humillado tras la gran guerra, podía formar una gran alianza con Rusia, Persia y Japón y así cortar los tentáculos del poder naval británico. Por ello, con la guerra fría, tras la nueva derrota germana, Estados Unidos estableció una serie de bases alrededor de los bloques dominados por los soviéticos, desde Alemania hasta Italia, Turquía, Corea del Sur y Japón. Hasta que en 1991 ese esquema se disolvió por la implosión soviética y con el acuerdo chino / estadounidense de Mao y Nixon. En 1997, el pensador ruso Dugin expresó sus ideas en un libro llamado The Foundations of Geopolitics, «En geopolítica, hay dos polos absolutos de poder. Está el poder naval, que pertenece a Occidente, y el poder terrestre, que es de Rusia.

Allí se libra la batalla por controlar Heartland. Como decía Mackinder, quien controla el este de Europa, controla Heartland. Y quien controla Heartland, domina el mundo». Pero nuevamente esa posición no incorporaba totalmente a China como factor central, a pesar de que el nuevo orden mundial multipolar se definía ya de tres cabezas: China, EEUU y Rusia. Una China que, si es “central” como lo estamos comprobando, y se manifiesta con el proyecto de la Nueva Ruta de la Seda y con el Collar de Perlas; se consolida cada día más con una alianza más profunda euroasiática entre China y Rusia, como ejes. Y que se expresa en una gran variedad de proyectos de cooperación, de infraestructura marítima y de desarrollo de la cadena de valor, centrados en la integración del mercado y en el desarrollo de su poderosa cadena comercial, que otorgan al gigante asiático el estatus de “potencia global”. Y que también lo es en el tema militar gracias a sus acuerdos en la zona sobre Seguridad y Defensa.

Reflexión final

El territorio euroasiático ha sido testigo del crecimiento de un nuevo poder, de un nuevo sujeto emergente que disputa el control de la región y que tiene alcance global. Si Mackinder viviera hoy, seguramente estaría más preocupado por las extensas redes ferroviarias, caminos, puentes, túneles, aeropuertos, puertos, gasoductos, oleoductos, etc., que China está construyendo a lo largo de todo el continente. También de su versión naval del Collar de Perlas, donde tiene una importancia central. El CECP (Acuerdo China Pakistán), que incluye la modernización de carreteras, ferrocarriles, gasoductos y otros grandes proyectos de infraestructura, desde la costa paquistaní del Mar Arábigo hasta la frontera noreste del país. Que limita con China, con el Puerto de Gwadar, hacia la región del Golfo Pérsico y Medio Oriente y con una posición ventajosa para tener mayor influencia en África, así como en el sur y centro de Asia, evitando el conflictivo estrecho de Malaca, en manos de Occidente.

Otra realidad será, con seguridad, el nuevo rol de un Yemen estabilizado, llamado a ser nexo fundamental entre Asia, África y Europa y para esta red de puertos. Como lo son los acuerdos geoestratégicos de la alianza en gestación Chino-Rusa, que se contrapone a la revisión de la “Postura Global del Pentágono”, anunciada recientemente, con claras señales de agresividad bélica y con la intención de desarrollar una «capacidad de respuesta global» de EEUU, que abarque no solo el Indo-Pacífico y Europa, sino que también incluya «requisitos de postura duradera» en el Medio Oriente, en África y en América Latina.

Por eso, países del «sur global» como el nuestro, nos guste o no, van a quedar en el medio de un escenario mundial de disputas y confrontaciones y ante un «mundo euroasiático», que avanza en perjuicio de los EEUU, cuyo mundo se ha achicado dramáticamente, y que hoy parece un «vecindario bullanguero». Resulta evidente que nos enfrentamos a un dilema de gran magnitud y del que en general, desconocemos su realidad y su envergadura, como son los alcances de la reciente Asociación Económica Regional Integral o RCEP, o el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras (BAII) o la cada vez más poderosa Organización de Cooperación de Shanghai (OCS).

Todo ello nos debe convencer para no dejarnos alinear tipo “manu militari” con Washington, a no responder simultáneamente a todas las presiones a las que nos somete y a no permitir que nos marque la agenda política. Estas son todas acciones de naturaleza Geoestratégica que nos obliga a pensar, profundizar y resolver, teniendo presente el escenario global en que nos encontramos. Recordando siempre que los tiempos difíciles son también tiempos de oportunidades. Por ello considero que “5 siglos de dominio absoluto occidental y en especial anglosajón han llegado a su fin” y que para los pueblos del Sur y para nuestro continente, se abre un abanico de nuevas oportunidades, como también de desafíos de gran calado, a los que hay que responder por encima de ideologismos que nos atosigan y nos confunden.

Lic. Carlos Alberto Pereyra Mele.
Director de Dossier Geopolitico Córdoba, Argentina, Diciembre de 2022.
Portal de https://dossiergeopolitico.com/
En Twitter: @PereyraMele

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