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En año del centenario de la Unificación de Rumania, en el 2018 estamos compartiendo un informe especial desarrollado desde Madrid por Lic. Javier Bordón Osorio. En esta nota, conocemos de una de las personalidades claves en la historia de Rumania, el perfil de Carlos de Hohenzollern-Sigmaringen. Trabajo de Valentina Roxana Craiu, graduada en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid, para una reseña de quien sentó las bases del Estado rumano moderno, la figura conocida popularmente como «Carlos 1 de Rumania».

Carlos de Hohenzollern-Sigmaringen (1839-1914) ha pasado a la historia por ser el primer rey de Rumanía. ¿Cómo acabó un príncipe alemán sentado en un trono rumano? Quizás les sorprenda, pero se lo debemos a Napoleón III.
Lo cierto es que Carlos de Hohenzollern-Sigmaringen -nacido en Sigmaringen, Alemania; el 10 de abril de 1839- no fue la primera opción para reinar en Rumanía. Tras la abdicación forzada de Alexandru Ioan Cuza en febrero de 1866, el primer ministro rumano, Ion Ghica, propuso como futuro gobernante al hermano de Leopoldo II, Felipe de Flandes, pero éste no pudo aceptar.

Será entonces cuando Ghica se dirija a Napoleón III en busca de una respuesta a su problema: quién debía reinar en Rumanía. El emperador francés propone así a Carlos de Hohenzollern-Sigmaringen. No obstante, el príncipe, alemán y de confesión católica, se encontró ante una encrucijada.
Si bien, contaba con el respaldo de las grandes potencias, ya que su nombramiento suponía un factor estabilizador para las relaciones entre éstas, no estaba seguro de recibir el mismo apoyo por parte de un pueblo rumano y mayoritariamente ortodoxo. En tales circunstancias, se organiza un plebiscito, con un resultado que disipó las dudas del joven príncipe: 685.969 votos a favor, 124 abstenciones y 224 votos en contra.

 

Según el doctor en historia, Ioan Scurtu, poco después, el 10 de mayo de 1866, Carlos de Hohenzollern llega a la capital, Bucarest; y se presenta ante el Parlamento para jurar el cargo: “juro ser fiel a las leyes del país, y prometo mantener y respetar la religión ortodoxa, así como la integridad del territorio rumano”, a lo que añadió: “poniendo el pie en esta tierra sagrada, ya me convertí en rumano”, con lo que se ganó completamente las simpatías del pueblo rumano.
Así se convierte Carlos de Hohenzollern en Carlos I de Rumanía, quien no será proclamado rey hasta unos años más tarde, tras una serie de sucesos: su coronación en 1881, constituyéndose definitivamente el Reino de Rumanía, pasando por la ruptura del país con el Imperio Otomano y la posterior declaración de independencia en 1877.

Como vemos, múltiples acontecimientos históricos tuvieron lugar durante los 48 años que duró el reinado de Carlos I, el más largo de la historia de Rumanía. No obstante, el nuevo príncipe rumano no será recordado únicamente por el papel que jugó en la conquista de la independencia o por la constitución del reino, sino también por continuar con el trabajo de su antecesor, Cuza, involucrándose en modernizar y desarrollar económica y socialmente al país.
Para empezar, el 29 de junio de 1866, luego de asegurarse el cargo de Carlos I, el Parlamento rumano adoptó la primera constitución del país -inspirada en la de Bélgica, será una de las más avanzadas del momento-, dando así un paso más hacia la independencia.
Pese a que el objetivo principal era lograr la independencia, el príncipe no olvidó el resto de sus obligaciones: impulsó reformas y transformaciones del sistema económico y social, por las que Rumanía continuó prosperando como nación. Por ejemplo, siguió invirtiendo en la construcción de una amplia red de ferrocarriles, apoyó la restauración de distintas iglesias ortodoxas y diseñó un plan integral para la construcción de una catedral nacional. Asimismo, se le considera la piedra angular del sistema político-institucional rumano, ya que actuaba como mediador entre el partido conservador y el liberal en beneficio del bien común para el pueblo rumano. Además, participó en la creación de la Academia Rumana y el Banco Nacional Rumano.

Mientras tanto, Carlos I lideró enérgicamente el ejército que luchó en la guerra ruso-turca de 1977. Según explica el periodista Sorin Andreiana, en medio del conflicto,  el ministro de Exteriores, Mihail Kogălniceanu, realizó una declaración que quedó para la historia: “estamos liberados de nuestros lazos con la Sublime Puerta [El imperio Otomano]. El gobierno hará todo lo posible para garantizar que nuestro Estado independiente y autónomo sea reconocido por Europa”.

Las respuestas de las potencias fueron diversas: Francia recibió la noticia con reservas, Reino Unido con cierta hostilidad, y el Imperio Otomano, con extrema dureza: diplomáticos rumanos fueron suspendidos de sus funciones en Constantinopla, barcos rumanos fueron incautados, ciudades rumanas bombardeadas… Fue la reacción desesperada de un imperio en decadencia.

Valentina Roxana Craiu. Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid.

Todo ello no fue suficiente para impedir a Carlos I proclamar la independencia del Estado rumano. Ante el valeroso acto, la clase política rumana decide otorgar al príncipe alemán el título de alteza real con el objetivo de fortalecer el prestigio personal y estatal. Así, unos años más tarde, en 1881, de acuerdo al título de su dirigente, el Estado rumano pasará a ser el Reino de Rumanía.
Carlos I y Alexandru Ioan Cuza son reconocidos como los fundadores de Rumanía porque sentaron las bases del Estado moderno rumano. Es más, hay historiadores -como el mencionado anteriormente, Ioan Scurtu- que consideran que el legado de Carlos I tiene incluso más peso que el de su antecesor, ya que señala que sin los esfuerzos del príncipe por lograr la independencia, no se podría haber llegado a concluir la Gran Unificación de 1918, que tiene lugar después de su muerte.

Efectivamente, Carlos I no asistirá a la llamada Gran Unificación, pues fallece el 10 de octubre de 1914 en Bucarest, pocos meses después de estallar la Primera Guerra Mundial, dejando el trono a su hijo Fernando I de Rumanía. Su legado, como decíamos, no ha dejado indiferente a los historiadores, pero tampoco a los ciudadanos rumanos.  En 2014, de hecho, se organizó en su honor la exposición Carlos I. 175 años de su nacimiento – 100 años de su muerte, a la que asistieron todos aquellos que recuerdan con afecto al primer rey de Rumanía.
Propuesto por Napoléon III, Carlos de Hohenzollern-Sigmaringen llegó a un país que no era el suyo, pero lo trató como tal. El príncipe alemán se convirtió en Carlos I de Rumanía, no sólo debido al título que se le otorgó, sino también porque se implicó en ejercer el poder que le confería la ciudadanía rumana. Reinó, gobernó y dirigió el país hacia el progreso y la modernización del mismo, en un entorno conflictivo y tenso, con el objetivo histórico de cumplir un ideal: una nación rumana, en la que sus ciudadanos se viesen representados y salvaguardados.

Por Valentina Roxana Craiu.
Graduada en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid.
Estudiante del Máster “América Latina y Unión Europea: una cooperación estratégica”.

Informe especial: el Centenario de la Unificación de Rumania (2018)

 

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