Una vez Friedrich Nietzsche dijo que “La muerte de un solo niño pone en duda la existencia de Dios” y el 2 de Septiembre de 2015 la muerte de un niño puso en duda: los valores de la comunidad internacional, la vocación de servicio que debe tener la política, la sensibilidad de quienes toman decisiones y el rol de los organismos internacionales. En definitiva, el 2 de septiembre de 2015 le mostró al mundo una realidad que pocos conocen, pocos se ocupan y muchos esconden.
La muerte del niño sirio huyendo de la guerra sin lugar a duda conmovió al mundo. El día siguiente la comunidad internacional no pudo esconder su sensibilidad y rápidamente el tema se viralizó en las redes sociales. Múltiples homenajes en medios de comunicación intentaron hacer llegar el mensaje de solidaridad ante un daño irreparable. La partida de Aylan Kurdi pone en relieve una situación que comenzó hace más de cuatro años y hoy se transformó en el drama de quienes dejan todo por huir de la muerte y la terminan encontrando en el camino que tomaron para evitarla.
El cuadro de situación de las migraciones es muy complejo actualmente. Se identifican dos rutas de la muerte muy claras. Por un lado, se identifica la situación de los inmigrantes. Comenzaba el año 2011 y en varios países árabes se avecinaban cambios, el proceso de la llamada “Revolución árabe” no tardó en llegar a Siria y envolver a su población en una desgracia sin fin. Para ese tiempo, la situación parecía ser algo muy lejano, regional y contenido en una realidad que necesitaba cambios. Pero el paso del tiempo fue demostrando que las consecuencias no tardaron en expandirse y ahí fue cuando la comunidad internacional se dio cuenta que algo había que hacer.
En cuatro años Siria se transformó en un territorio totalmente devastado, tal vez la foto de Aylan se haya instalado en el corazón de la gente pero es oportuno recordar que así como él otros 11.000 niños perdieron sus vidas en estos años pero tal vez al no haber muerto en una playa europea la conmoción no fue la misma. Las cifras de la guerra son escalofriantes, mas de 300.000 muertos, 7 millones de desplazados internos y más de 4 millones de refugiados en Turquía, Líbano y Jordania.
Hace tiempo que se debería haber dado una respuesta pero recién ahora ante el desconcierto todos miraron a Europa preguntando que va hacer el continente más afectado por la crisis migratoria. Los sirios intentan huir hacia Turquía, de allí cruzar a Grecia y continuar camino hacia la denominada “ruta de los Balcanes”. Hace unos días atrás, la conmoción llegó de la mano de una noticia atroz como fue el hallazgo de 71 cuerpos de inmigrantes sirios en un camión frigorífico en el este de Austria que provenían de Hungría.
Por otro lado, la segunda ruta de la muerte es la del “mediterráneo” que se queda con los sueños de los africanos que huyen del terror sin límites al que se ven expuestos producto de la crisis humanitaria suscitada por los conflictos armados y hambrunas.
En octubre de 2013 el naufragio en la isla italiana de Lampedusa puso en vilo a la comunidad internacional. Ante los ojos del mundo la Unión Europea reconoció que era un problema comunitario y no solamente de los países frontera del sur. Como respuesta se creó la operación Mare Nostrum con un año de aplicación y al vencer a fines de 2014 no fue renovada. Esta operación en términos médicos era solamente un analgésico, porque calmaba el efecto pero no curaba la enfermedad. Con lo cual el problema siguió en alza. Y en menos de un año, las personas que mueren en el Mediterráneo intentando salvar su vida se multiplicó por diez.
En ambos casos hay múltiples variables a considerar. En primer lugar, el dolor que produce abandonar todo desesperadamente en pos de intentar salvar la vida. Dejar la familia, la casa, la escuela, las costumbres, es perder en parte la identidad. Pero el instinto a la supervivencia puede más con lo cual esta variable aunque dolorosa es la primera carta que se juega. En segundo término, se señala la indiferencia de los países receptores, en este caso de la Unión Europea. No es fácil tener a los inmigrantes golpeando la puerta, porque las diferentes respuestas que se puedan dar siempre van a ser sensibles, pero cuando la realidad se impone más allá de las preferencias se debe actuar. La tercera variable y clave para entender porque la muerte se torna inevitable es el negocio que se ha desarrollado alrededor de la desgracia. La gente en intento de salvar su vida entrega hasta lo que no tiene, y muchos aprovechan eso para lucrar. Con esto se hace referencia a las mafias que trafican personas, tal como se ha visto con el caso de los naufragios en el mediterráneo. Los mismos sobrevivientes han contado que se les cobraba por subir a las embarcaciones en malas condiciones y cuando se negaban a hacerlo eran obligados y trasladados en condiciones infrahumanas, pero claro sobrevivir a veces es un lujo. Esto transforma al problema no solo en algo migratorio sino económico, detrás lo social que ya se va desencadenando y también muestra un rostro inhumano.
La sensibilidad que ahora toma la opinión pública mundial por resonancia mediática de la muerte de Aylan Kurdi pone en evidencia que toda la situación de los refugiados de la guerra y los conflictos que buscan llegar a Europa, es una situación fuera de control. No es la única tragedia, es la que la prensa internacional decidió mostrar para decir basta, es un límite. La política (o lo que intenta ser la gestión política) choca con la realidad y vemos que el actual sistema ha presentado otro nuevo caso su inmoralidad que lo caracteriza. Un caso espantoso que marca «el día que lloraron los derechos humanos».
Mg. Melisa Galvano Quiroga
Analista Internacional – Académica
Doctorando en Relaciones Internacionales.