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Tras casi trece años del derrocamiento de los talibanes en el poder y de haberse iniciado el gobierno de “transición” de Hamid Karzai, Afganistán experimentará elecciones presidenciales, marcando un momento crucial en su historia política. El país podría tener la primera transferencia de poder democrático de forma pacífica; recordemos que Hamid Karzai había sido reelecto en el año 2009, pero su ascenso al poder estuvo contextualizado por un confuso escenario de corrupción y acusación de fraude electoral en el que Estados Unidos tuvo un papel activo en respaldo a los resultados que beneficiaban a Karzai.
La situación afgana no ha mostrado avances, producto de la ausencia de un plan político que determine cómo Afganistán podrá reconstituirse y desarrollar un Estado soberano que pueda garantizar seguridad por si mismo sin dependencia del exterior en esta materia, a los fines de conseguir una reconciliación interna que no desemboqué en focos de tensión doméstica o regional. Una meta que parece obstaculizarse día a día, imposibilitando ver un futuro próximo de progresos para el país. La experta Martine van Bijlert, de Red de Analistas de Afganistán, utiliza una recurrente forma de describir el panorama de incertidumbre del país diciendo que “hablar sobre Afganistán y sobre su futuro, es como tratar de mantener dos melones en una mano”.[1]

El tiempo ha pasado y las amenazas de violencia y ataques han sido un mecanismo constante de medición de poder por parte de los talibanes, un aspecto que sigue marcando presencia para este proceso electoral. Siendo que en la práctica, muchos elementos permiten observar que los talibanes y clanes manejan desde diferentes mercados a poblados, bajo el poder de las armas y la corrupción. Mientras que vemos en la prensa europea y en Estados Unidos a los observadores occidentales con aires optimistas por un contexto pacífico, por otro lado vemos a los talibanes que ya han dado su mensaje poniendo en riesgo la seguridad para ese 5 de Abril. Por estas razones, la Unión Europea enviará un cuerpo de observadores a los fines de blindar y supervisar la seguridad en esos días decisivos.[2]

Un contexto donde se genera la dependencia
El todavía actual presidente Hamid Karzai fue nombrado en su cargo por la Asamblea Nacional en el año 2001 conformando un gobierno transitorio, una transición que se alargó casi 13 años. Constitucionalmente ha sido candidato para la presidencia del año 2009, un suceso cargado de una alta incertidumbre producto de las acusaciones de fraude electoral. Lo cierto que en respuesta al frágil respaldo legal de su reelección, su mandato tuvo una fuerte legitimidad occidental que le permitió seguir adelante hasta los días del presente. En concordancia con la Constitución Nacional de Afganistán, Hamid Karzai hoy no puede postularse nuevamente para un tercer periodo, cerrando su larga etapa pendular para dar apertura a un nuevo capitulo en la política afgana.Afg Sr
Cuando hablamos de Afganistán hacemos referencia a un país que se encuentra inmerso sobre las consecuencias y efectos de una guerra inconclusa de años que devastó los pilares principales de un Estado: sus instituciones políticas, la economía y sociedad. Padece de multidimensionales problemas por resolver, como ser la corrupción; la inseguridad producto de la confrontación interna; el creciente comercio de adormidera, alcanzando durante el 2013 un nivel record e histórico de producción de opio, siendo considerado como mayor cultivo comercial más importante. De acuerdo con el documento de Naciones Unidas, Afganistán Opium Survey 2013, el cultivo ascendió alrededor de unas 209 mil hectáreas, superando el máximo récord del 2007 (de 193.000 hectáreas), aumentando también el 36% que arrojó el 2012.[3]  Todo este desarrollo del opio, con presencia de las fuerzas de la OTAN en el territorio.
Esto no deja de ser un dato menor para entender el escenario en el que asumirá el nuevo líder, porque solo lo que se contabiliza de la comercialización y producción de opio representa el 4% del Producto Interno Bruto del país, pero asimismo, alimenta, también, el sistema de corrupción y la intensidad de los conflictos. Este panorama acrecienta el alto nivel de pobreza y socava el poder de acción política del gobierno para las tomas de decisiones.
Así, nos encontramos con un contexto en el que comunidad internacional no ha sabido cómo responder y como remarcamos desde hace años en “Equilibrium Global”, es notable la estrategia occidental orientada hacia una postura: “el plan de no tener plan”[4], a los fines de mantener las condiciones dadas del presente, ello significa no alterar el status de la situación para continuar con la lógica de poder hacia un país totalmente dependiente de los recursos y de la ayuda de OTAN y, por ende, de ISAF.

Hacia las Elecciones 2014
En el marco de esta contextualización muchos expertos se muestran escépticos de creer que, un país inmerso en una profunda corrupción política, con inseguridad y con un creciente comercio de opio, pueda encontrar un apto candidato para la prosperidad afgana. Como hemos expresado en líneas anteriores, tratamos con un país devastado por una guerra inconclusa de muchos años, de modo que una reconstrucción y reestructuración del mismo llevará un proceso de largos años de trabajo.
De cara a las elecciones presidenciales del 5 de Abril, en las campañas electorales la retirada de la coalición de tropas internacionales ISAF es un tema común a tratar por los líderes políticos que aspiran al poder. Todos ellos coinciden en que estas elecciones y la transferencia de seguridad son dos indicadores cruciales que pueden encaminar el futuro del país. Sin embargo, en base a datos del Banco Mundial, la transición política y la retirada de tropas internacionales podría ocasionar un fuerte vacío político, económico y de seguridad, provocando que Afganistán caiga económicamente un 10% post retirada. [5]
Hay que saber que más allá de quién logre asumir y de cómo se materialice el retiro de las fuerzas del ISAF, la economía seguirá subordinada a la ayuda internacional por muchos años, por lo menos hasta que se logre reconstruir y consolidar las estructuras políticas, sociales y económicas, permitiéndole a Kabul tener autonomía y poder para ejercer control de su propia toma de decisiones.
Los últimos días pudimos conocer que el hermano de Hamid Karzai, Abdul Qayyum Karzai, se ha bajado de la candidatura, de modo que podemos presenciar una larga lista de 11 fórmulas presidenciales que no son étnicamente homogéneas, por consiguiente, los grupos étnicos verán a sus líderes participando por separados y distribuidos en diferentes propuestas partidarias, lo que provocará una asegurada polarización de votos. Así, vemos que la etnicidad es un importante factor que puede determinar en gran medida el destino del país. Al mismo tiempo, si decimos que Afganistán “es un país dividido en grandes bloques étnicos que pueden luchar entre sí por el poder y generar tensión regional, estamos haciendo una simplificación peligrosa, pero que asimismo puede convertirse en una profecía auto-cumplida si los políticos se quedan sin argumentos alternativos para enmarcar sus decisiones.”[6]

Perfil de los candidatos
Podemos diferenciar los aspirantes que son considerados como favoritos para alcanzar el máximo poder, ellos son: Abdul Rab Rasul Sayyaf, Abdullah Abdullah y Ashraf Ghani Ahmadzai.
Por su parte, Abdullah Abdullah es Doctor especializado en oftalmología, pero hacia los años 1992 comenzó su carrera política desempeñándose como portavoz del Ministerio de Defensa de Afganistán para luego ser Viceministro de Relaciones Exteriores. Tras el derrocamiento de los talibanes, Abdullah continuó como Ministro de Exteriores de Transición consiguiendo aprobación por la Loya Jirga para continuar hasta el 2006. En las últimas elecciones participó consiguiendo el segundo puesto. Étnicamente es tayiko y pastún.
Ashraf Ghani Ahmadzai, quien nació en una influyente familia pastún de Afganistán en 1949, es un tecnócrata que fue aliado clave de los Estados Unidos al momento de enfrentarse a los talibanes en el 2001. Sin embargo, al haber alcanzado sólo el 3% en aquellas presidenciales del 2009, hoy lo vemos formar un partido de alianza por coalición con quien era su enemigo, Dostum, a los fines de poder alcanzar el mayor apoyo político necesario, buscando centrifugar los votos de los uzbecos del norte que apoyan a Dostum, un general líder de la comunidad uzbeca que se opuso a Ahmdazi y a la OTAN, luchando contra las fuerzas Especiales de los Estados Unidos.
Abdul Rab Rasul Sayyaf es un ex  líder muyahidín y de línea dura islamista. Es considerado por occidente como el “cerebro” del ataque terrorista 9/11 a los Estados Unidos. Si bien es procedente de la etnia pastún, como la mayoría de los talibanes, su posición actual es diferente, es considerado enemigo neto de los talibanes.Afganistan WAR
Es importante tener presente, que estos líderes, que se perfilan con ventajas para alcanzar la victoria, subyacen en un punto en común: apoyan una posible continuidad de Estados Unidos y de OTAN en el país después del 2014, argumentado por la debilidad y situación de riesgo interna. Consecuentemente, sea quien fuese electo, podemos entrever que Washington tendrá asegurada la firma del Acuerdo Bilateral de Seguridad que ahora disputa a Karzai, consolidando también su estadía por un tiempo más en el territorio afgano. Razón por lo cual no podemos visualizar un claro y determinante apoyo o interés por alguno de los candidatos a la presidencia por parte de Washington, como sí lo fue en el 2009 donde Hamid Karzai era el elegido de Occidente. Aquí vemos un “arrenglese ustedes” y luego conversaremos, evitando injerencias desgastantes para Estados Unidos, como lo fue con la experiencia del errático Karzai.
Ese escenario post 2014 con presencia estadounidense responde a la premisa que venimos siguiendo desde “Equilibrium Global”: el plan de no tener plan para mantener el status de la situación,  caracterizada por una incertidumbre que destina a Afganistán a ser un país sin un futuro próximo. Esta estrategia de “no actuar políticamente” sólo le es funcional a los socios occidentales, puesto que el Estado afgano estará destinado a ser un país dependiente de ayuda política y económica y sometido a las directrices de la OTAN.

Desarrollo & Contenido
Vanina Soledad Fattori


[1] “Fear, Hope and Determination: Afghanistan and the 2014 Syndrome” by Martine van Bijlert – Afghanistan Analysts Network.
http://www.afghanistan-analysts.org/fear-hope-and-determination-afghanistan-and-the-2014-syndrome
[3] “Afghanistan Opium Survey 2013” – United Nations Office on Drugs and Crime. http://www.unodc.org/documents/crop-monitoring/Afghanistan/Afghan_report_Summary_Findings_2013.pdf
[4] “Afganistán y el plan de no tener plan” – Equilibrium Global.
http://equilibriumglobal.com/afganistan-y-el-plan-de-no-tener-plan/
[6] “Fear, Hope and Determination: Afghanistan and the 2014 Syndrome” by Martine van Bijlert – Afghanistan Analysts Network.
http://www.afghanistan-analysts.org/fear-hope-and-determination-afghanistan-and-the-2014-syndrome
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