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El desafío de analizar los 100 primeros días del gobierno de Joe Biden es por estos días un asunto de atención en editorialistas y observadores. Tras la tumultuosa gestión de Donald Trump, que se trató de un estílo único e irrepetible para un mandatario estadounidense, entender las características de Barack Obama como administrador y como líder es el aporte de este artículo. Para seguir el oficio de observar las enseñanzas de la historia para comprender las complejidades del presente, este material producido por Martín Pizzi para desgranar la «doctrina Obama». 

El intensísimo período de Donald Trump como 45º Presidente de los Estados Unidos -coronado por la pandemia de COVID-19- puede darnos una impresión errónea cuando miramos en retrospectiva y el análisis que surge al evaluar los 100 primeros días de gobierno de Joe Biden. En la comparativa Trump-Obama, será erróneo asociar a este último como un “gerente moderado” en de la Casa Blanca. Por supuesto, con tantos eventos de las Relaciones Internacionales que han transcurrido, hablar de Obama es hablar de un pasado muy lejano o de un mundo muy diferente al de hoy. Pero a la vez, el paso del tiempo va disipando la niebla y clarificando muchas de esas decisiones y acciones, conforme se van conociendo precisiones y resultados que devienen en el curso de los acontecimientos.
En esta línea, creemos que es el momento justo para esbozar estas reflexiones acerca de la importante transformación del warfare estadounidense que se inició a partir de enero de 2009, y que se diferencia notablemente del decenio anterior ya que ha acompañado la aceleradísima evolución tecnológica de este siglo.
Pero antes de preguntamos si existe o no una “Doctrina Obama” y que forma tendría la misma, exploremos sucintamente que de qué hablamos cuando hablamos de doctrina.

Las Doctrinas: “líneas-guía” para la prosecución de la política exterior estadounidense

Desde James Monroe en adelante, todos los mandatarios estadounidenses han formulado construcciones discursivas en la que han sintetizado –con un importante grado de franqueza y sinceridad- determinados intereses y objetivos perseguidos por la nación que presidieron; tanto para afrontar las circunstancias temporales para para proyectar los intereses de Estados Unidos en el largo plazo. Estas construcciones, llamadas doctrinas, han servido de guía para los sucesivos gobiernos, recursos para otorgar cierta garantía de continuidad en la prosecución de intereses; también como de advertencia al resto de los actores del sistema internacional sobre cuáles son las intenciones de los Estados Unidos respecto a determinadas áreas geográficas o incluso al abordaje de conflictos y situaciones que pudiesen presentarse.
Estas doctrinas no han quedado en la mera declamación o el debate académico. Por ejemplo, la Doctrina Monroe y su corolario Roosevelt, y luego la Doctrina del Buen Vecino; plataformas que motivaron una intensa actividad estadounidense en Latinoamérica: en forma de diplomacia bilateral, de diplomacia multilateral –principalmente a través de la promoción del Panamericanismo- y también de intervención militar en numerosas ocasiones (Guerra hispano estadounidense, Haití, Rep. Dominicana, Granada, Panamá, solo a modo de breve enumeración). La llamada Doctrina Carter –expresada por James Carter durante su Discurso del Estado de la Unión del año 1980 y atribuida a Zbignew Brzezinski- colocó al Golfo Pérsico como área de máxima prioridad en el planeamiento geoestratégico de los Estados Unidos por los siguientes 41 años; y su expresión no deja lugar a dudas

 “Dejemos que nuestra posición sea absolutamente clara: un intento por una fuerza externa para ganar el control de la región del Golfo Pérsico será considerado como una agresión contra los vitales intereses de los Estados Unidos de América, y tal agresión será repelida por los medios necesarios, incluida la fuerza militar” [1] 

Por supuesto que este párrafo se contextualiza en la invasión soviética a Afganistán de 1979 y la Revolución Islámica en Irán que puso fin al régimen del Sha Mohammed Reza Phalevi, el gran aliado estadounidense en la región. La reacción a estos acontecimientos no fue únicamente discursiva, sino que se materializó en hechos y acciones de diversa naturaleza, pero constantes y continuos por parte de los Estados Unidos en la región. Las sucesivas administraciones estadounidenses mantuvieron la Doctrina Carter en plena vigencia, materializando sus conceptos en acciones claras de variada intensidad: desde la escolta armada a convoyes de superpetroleros en su tránsito desde puertos del Golfo hacia mar abierto; hasta el empeñamiento militar directo: ya sea con el pleno consenso de la comunidad internacional -el liderazgo de la “Coalition of Willing” formada por mandato de la resolución 678/90 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas destinada al restablecimiento de la plena soberanía de Kuwait, invadido por el Irak de Saddam Hussein en agosto de 1990- como en acciones de corte unilateral y neto cuño realista – la invasión de Irak de abril de 2003, en la cual Estados Unidos volvió a liderar una Coalición de Dispuestos pero sin un mandato del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y sin la participación de importantes aliados en el seno de la OTAN, como Alemania y Francia; pasando por la provisión de grandes cantidades de armamento principalmente a Arabia Saudita e Irak (Hasta 1990) y el despliegue en forma permanente de efectivos en el reino Saudí, y de unidades navales en la aguas del Golfo Pérsico.

 

Esbozando una “Doctrina Obama”

Los años demócrata Barack Obama al frente de la Casa Blanca han sido testigos de una importante redefinición del modo de empleo del poder militar (y en un sentido más amplio, del uso de la fuerza) de los Estados Unidos. El excesivo costo en vidas, medios y dinero que significó el despliegue masivo simultáneo de las Fuerzas Armadas estadounidenses en los teatros de operaciones de Afganistán e Irak (en el primero con apoyo de la OTAN y en el segundo con apoyo de una Coalición de Dispuestos, pero en ambos casos la nación norteamericana llevó la parte del león a la hora de las contribuciones) no se materializó en ningún caso en éxitos inapelables y contundentes (como los logrados mayormente en la década del 90 a la hora del empeñamiento militar, con la notable excepción de Somalia) y acarreó importantes críticas a la Administración Bush (h), provenientes de ciudadanos, legisladores, académicos e incluso de gobiernos extranjeros, contándose entre ellos a importantes aliados.  Obama hizo del retiro de tropas de Irak y Afganistán una promesa de campaña, destacando que, en Irak, en una guerra que

«no tiene absolutamente nada que ver con los atentados del 11-S», hemos perdido miles de vidas de estadounidenses, gastado casi un billón de dólares, alejado aliados y desatendiendo amenazas emergentes». [2]

El anuncio del retiro de tropas estadounidenses de Irak se efectuó el 20 de octubre de 2011 [3] y se materializó el 17 de diciembre del mismo año.[4] Pero esta decisión no implicó una reorientación estratégica respecto a las prioridades estadounidenses, en la que la región sigue siendo preponderante a la hora de fijación de prioridades. Más bien, esto derivó en una revisión del abordaje operacional y táctico por parte de Estados Unidos hacia cuestiones “de primer orden” con un notable desencorsetamiento teórico. Podemos afirmar que a partir de la asunción de Obama se ha convertido ese viejo axioma táctico llamado “Economía de Fuerzas”, conocido y empleado ya en la antigüedad por Jenofonte y Sun Tzu, en un principio rector de alta estrategia, manifestado en la expresión “No boots on the ground”.

 

Este enfoque apunta a la materialización de acciones concretas de empleo de la fuerza a través de formas mayormente innovadoras, como ser:

El uso de Vehículos Aéreos No Tripulados (VANS) de ataque, también llamados “drones” (Zánganos) en acciones limitadas dirigidas a abatir objetivos puntuales señalados previamente por la recolección previa de información de inteligencia, sea por ejemplo un líder terrorista (Targeted killings) o una construcción utilizada por estas organizaciones, o a posibles traslados de armas o combatientes. Este último tipo de ataque es conocido como “ataque de firma” (Signature Strikes) [5] ;  pero en ambos casos  siempre se trata de objetivos muy puntuales. La operación remota de estos VANS puede estar a cargo de alguna de las tres armas o de organismos de inteligencia, principalmente la CIA.
El recurso a acciones de “ciberguerra”: la infiltración de programas informáticos de tipo “malware virus” en sistemas que controlen infraestructuras críticas de un estado u organización enemiga (o cuanto menos hostil) destinado a la neutralización y/o destrucción de las mismas. Este modo de empleo de la fuerza es absolutamente inédito en la historia de la guerra, pues se producen resultados de gran magnitud física a través del empleo de un medio cuya masa es completamente marginal (Un conjunto de números binarios transportados a través del flujo de electrones), logrando la inutilización de infraestructuras sin recurrir a un medio de cierta masa física (Garrote, arma blanca, arma accionada a pólvora, explosivo convencional o nuclear) y en muchos casos sin tener que destruir físicamente dicha infraestructura o atentar contra las personas que la operan.
El empleo directo de las Fuerzas Armadas sólo como última ratio, para el alcance de un objetivo de primer orden. Dentro de este punto, se destaca que la intervención directa de soldados en terreno de combate sigue teniendo una instancia previa, que es la provisión de apoyo naval y aéreo a la facción combatiente que busque un objetivo concordante con los intereses estadounidenses. Colocar las botas en el terreno, el máximo compromiso posible, queda reservada a situaciones de primerísimo primer orden, como la captura y eliminación de una prominente figura como Osama bin Laden.

Por supuesto que el tercer punto no es innovador en su concepción, sino más bien es una manifestación del grado máximo de empeñamiento al que estuvo dispuesta a llegar la Administración Obama, en franco contraste con su predecesor, que patrocinó un despliegue militar para combatir en dos frentes simultáneos (que su país no asumía desde la Segunda Guerra Mundial), pese a que ambas campañas extendieron su plazo por mucho más tiempo del concebido originalmente.  Los dos primeros recursos reseñados sí obedecen a la aplicación militar de innovaciones tecnológicas, hecho que en sí mismo tampoco es novedoso. Lo verdaderamente interesante del caso es que las posibilidades otorgadas por las nuevas tecnologías repercuten casi inmediatamente en una redefinición estratégica centrada en el empleo de las mismas en desmedro de la presencia de militares en teatros de operaciones, y sin que la ausencia de “botas en el terreno” signifique que estamos en presencia de una guerra atómica total a través del intercambio de misiles balísticos.

Como en el caso de toda innovación tecnológica o situación inédita, la normativa destinada a la regulación de las mismas es posterior. Existe una importante polémica en torno al uso de VANTs de ataque, tanto por los ataques en sí como por las violaciones de la soberanía de los estados donde se llevan a cabo las operaciones. Organizaciones internacionales de la magnitud del Consejo Europeo  han condenado el uso de los mismos en alguna circunstancia puntual [6]. Influyentes ONGs como Human Rights Watch, el Comité Internacional de la Cruz Roja y Amnesty International han criticado fuertemente el uso de los mismos, calificando su accionar de “ejecuciones extrajudiciales” y “crímenes de guerra” y expuesto decenas de casos de “daños colaterales” en los que han muerto civiles no combatientes, mujeres y niños. [7]  La ONU, a través de su Relator Especial sobre lucha antiterrorista y Derechos Humanos Ben Emmerson, emitió un informe en el que además de criticar la metodología de uso de estos artefactos, fustigó que “consideraciones de Seguridad Nacional” restrinjan “el acceso a estadísticas y datos” requeridos oportunamente por el funcionario. [8] Estados Unidos justificó inicialmente su uso

gracias a una autorización del Congreso estadounidense de 14 de septiembre de 2001, que permite los ataques contra todos los miembros de fuerzas armadas enemigas en cualquier territorio, con la salvedad de que será necesario el consentimiento del gobierno local en el caso de los países que no están en guerra con EE UU. Asimismo, dicha autorización hace referencia al derecho a la autodefensa que tiene EE UU en el caso de amenazas inminentes para la seguridad nacional, lo que, a su vez, parece ser la justificación de toda posible violación de la soberanía de otro país [9]  

La evolución del conflicto y la posterior identificación de objetivos en estados que no estaban formalmente en guerra con Estados Unidos, (ni tampoco existía despliegue militar alguno, como Yemen), sumado a las críticas reseñadas precedentemente motivaron a Obama a perfeccionar las directivas para su empleo:

“la fuerza letal sería utilizada fuera de las zonas de guerra solo cuando la captura no sea viable y no exista otra alternativa razonable para abordar eficazmente la amenaza. Tendría que tratarse de objetivos que representen una amenaza continua e inminente para los ciudadanos de EE UU y tener la casi total seguridad de que los no combatientes no resultarían heridos o muertos.” [10]

La Administración Obama, pese a las críticas, sostuvo el uso de esta modalidad de combate. En palabras del vocero presidencial Jay Carney este tipo de ataque son “legales, éticos y sabios” [11] aunque en abril de 2015 el mismo Obama debió pedir disculpas públicamente respecto a la muerte de del ciudadano estadounidense Warren Weinstein y el ciudadano italiano Giovanni Lo Porto, muertos por un ataque con VANTs a instalaciones de Al Qaeda sitas en la frontera entre Afganistán y Pakistán, organización ésta que los tenía como rehenes desde hace más de dos años. En ese mismo acto, el Presidente estadounidense se comprometió a una nueva revisión de los procedimientos de empeñamiento de estas unidades. [12]

Podemos concluir que, a diferencia de doctrinas precedentes como la Monroe o la Carter, que establecen objetivos generales de política exterior a sostener en el largo plazo y que pueden alcanzarse tanto por vía de la diplomacia como por el empleo de la fuerza militar; una eventual “doctrina Obama”, por contrario, se asemejaría más a un conjunto de “reglas de empeñamiento” con la “economía de fuerzas” (en dinero, equipamiento y recursos humanos) como principio rector del empleo de la fuerza. Y sin que esto signifique una redefinición importante de los objetivos de política exterior de los Estados Unidos en lo relativo a cuestiones de seguridad. En opinión del analista argentino Juan Battaleme

“Hay una idea de que Obama terminó la guerra contra el terrorismo. Es falsa. Logró desarticular el programa global de prisiones que tenían, pero lo que hace muy bien es una vez que tiene identificado los objetivos -mediante fuentes de inteligencia-, los ataca. Se repite a menudo que EE. UU. desbarrancó, declinó, etc., cuando en realidad no solo se reinventa, sino que aprovecha los recursos de manera que le es más útil a su estrategia. Obama está usando un gran garrote, pero está hablando bajito” [13]

Esta reinvención se manifiesta en la preferencia del uso de innovaciones tecnológicas como VANTs o virus informáticos, restringiendo al máximo posible tanto el empleo directo de las fuerzas armadas tradicionales como más aún su despliegue directo en teatros de operaciones. Las consideraciones de política interna a las que se refiere Battaleme (restricciones presupuestarias, la presión de opinión pública estadounidense a través de eslóganes como “Bring Back our troops” y el acuerdo tácito de un Congreso que en otros frentes le ha planteado durísimos escollos al Presidente) no deben desdeñarse al momento de recurrir a la Economía de Fuerzas como fundamento de esta Doctrina que, pese a diferenciarse notablemente de sus precedentes –principalmente por centrarse en medios antes que en fines- aspira  como ellas a servir como guía a largo plazo para la Política Exterior Estadounidense.

Hoy, editorialistas y observadores en todo el mundo están produciendo material para intentar descifrar las características de la doctrina que aplica el actual Presidente Joe Biden. Tomar en cuenta algunos ejes de Obama pese a que hablamos de un contexto global muy diferente, seguramente nos ayudará a ese desafío de conocer la plataforma que impulsa el actual inquilino de la Casa Blanca.

Por Martín Alejandro Pizzi. Relaciones Internacionales Universidad Católica de Salta. Diplomatura en Seguridad y Defensa Universidad de Belgrano. Editor Responsable de Equilibrium Global.
En Twitter: @martin_pizzi 

[1] BORJA, Rodrigo: “Doctrina Carter” en https://www.enciclopediadelapolitica.org/doctrina_carter/  consultado 27/4/21
[2] http://www.abc.es/hemeroteca/historico-15-07-2008/abc/Internacional/obama-promete-retirar-las-tropas-de-irak-y-ganar-la-batalla-a-al-qaeda-en-afganistan-si-gana-las-elecciones_1642005090537.html consultado el 27/4/21
[3] PISANI, Silvia: “Obama anunció el retiro definitivo de las tropas estadounidenses de Irak” http://www.lanacion.com.ar/1416612-obama-anuncia-el-retiro-definitivo-de-irak La Nación, 21/10/11 consultado el 27/4/21
[4] BASU, Moni: “Las tropas de Estados Unidos concluyen su retirada de Iraq (sic)”  http://mexico.cnn.com/mundo/2011/12/17/las-tropas-de-estados-unidos-concluyen-su-retirada-de-iraq 17/12/11 consultado el 2/6/15
[5] CANEPA, Juan Ignacio: “Drones, el arma secreta de Obama”  http://www.defonline.com.ar/?p=15410 consultado el 27/4/21
[6] El Consejo Europeo calificó el ataque por parte de un VANT israelí contra Ahmed Yassin, entonces líder de Hamas, como “ejecución extrajudicial”.  DWORKIN, Anthony: “Carta de Europa: la posición europea ante el uso de `drones´”. Revista Política Exterior nº 156, noviembre-diciembre de 2013. Consultado el 27/4/21 en el link http://www.politicaexterior.com/articulos/politica-exterior/carta-de-europa-drones-ataques-selectivos-y-posicion-europea/
[7] BBC.com (De su redacción): “EE.UU.: ¿son los ataques con drones un crimen de guerra?” Publicado el 23/10/13 y consultado el 27/4/2020
http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2013/10/131022_derechos_humanos_eeuu_drones_yemen_pakistan_jgc
[8]  “La ONU criticó el uso de drones contra civiles”. Página 12, 19 de octubre de 2013.
[9] DWORKIN, Op. Cit.
[10] DWORKIN, Op. Cit. Cánepa, citando al autor estadounidense Micah Zenko del CFR, afirma que Estados Unidos considera combatiente “a todo sujeto en edad militar que se encuentre en zona del ataque, a menos que evidencias explícitas de inteligencia determinen lo contrario” lo que dejaría abierta la puerta para un eventual ataque intencionado a adolescentes, que en ciertos teatros de operaciones alcanzan muy tempranamente una “edad militar”, en su mayoría producto de reclutamientos forzosos. CÁNEPA, Op. Cit. Bastardillas nuestras.
[11] CÁNEPA, Op. Cit.
[12] NEWSWEEK EN ESPAÑOL: “Obama se compromete a mejorar la política de uso de los drones” http://nwnoticias.com/#!/noticias/obama-se-compromete-a-mejorar-politica-de-uso-de-drones   publicado el 24/4/15 y consultado el 3/6/15
[13] Entrevistado por CANEPA, Op. Cit.

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